Orión —¡Vi! ¡Abre la maldita puerta o la voy a tirar abajo! —Sam gritaba desde afuera mientras intentábamos recuperar el aliento. Octavia rio debajo de mí y me alejé un poco. —Lo dice de verdad. Ábrele, por favor. —me pidió Octavia entre jadeos. —No estoy en condiciones de abrir la puerta, mi amor. —le susurré, bajando la mirada hacia mi entrepierna que aún latía con deseo. Octavia me miró con una mirada lasciva y sugirió: —Entonces, déjame levantarme para hacerlo yo. Gruñendo, la liberé de la cárcel que había hecho con mis brazos y mis manos. Me recosté sobre mis brazos flexionados, observando cómo mi hermosa compañera se colocaba nuevamente mi camiseta. Se movía de manera seductora hacia la puerta y, al llegar, se dio la vuelta para mirarme con lujuria en sus ojos. Le susurré en s