Heredera de la Luna

Capítulo 38

Octavia

La madre de Orión seguía en la puerta mientras nosotros hablábamos de mente a mente. La tensión en la habitación se volvía palpable, y la incómoda sensación de ser observados por su madre me hizo sentir inquieta. Me obligué a mantener la calma y la paciencia mientras intentábamos decidir cómo abordar la situación.

"Háblale de una vez", le susurré a Orión, mi voz teñida de una ligera irritación. La situación no era ideal, pero no teníamos otra opción que enfrentarla.

"Está bien, princesa, ¿qué quieres que le diga?", me respondió con un poco de sarcasmo, su voz resonando en mi mente.

"No sé, ¿qué pase?", repliqué, deseando que encontrara las palabras adecuadas para manejar la situación.

Finalmente, Orión se decidió a romper el silencio incómodo y saludó a su madre con una voz firme, aunque no apartaba la vista de mí. La tensión se mantuvo, y no pude evitar notar que la madre de Orión no quitaba los ojos de Sam, lo que me hizo sentir aún más incómoda.

—Buenos días, madre —le dijo él, y yo sentía el apretón de su mano bajo la mesa como una muestra de apoyo silencioso. Estaba cumpliendo con mi petición de respaldarme en esta situación, y eso me reconfortaba.

La madre de Orión entró en la habitación y respondió con una formalidad evidente:

—Buenos días, Alfa. Llegamos tan rápido como pudimos. —Su mirada no se apartaba de Sam, lo que aumentaba la tensión en la habitación.

—Los llamé aquí, Alfa, porque las chicas así lo pidieron —explicó Lucas, tratando de romper el hielo en la conversación. El motivo detrás de nuestra reunión estaba claro, y no había necesidad de evitarlo.

—Bien, en cuanto a su viaje. Irán con Lucas y Rider, traerán lo esencial, del resto nos encargaremos luego —declaró Orión, apretando mi mano bajo la mesa.

Gritos en el pasillo hicieron que todos nos paráramos de golpe, y sentí cómo Orión se colocaba instintivamente delante de mí, protegiéndome. La tensión en la habitación era palpable, mi piel se erizó ante la posibilidad de que alguien entrara en el salón de manera amenazante, y me preparé para cualquier eventualidad.

—¿¡Dónde está!? ¿¡Dónde está mi niña!? —La voz de la mujer era desgarradora, y por un momento, me imaginé a la Llorona entrando en cualquier momento, dispuesta a llevarse a alguien al más allá.

Una mujer cercana a los cuarenta años irrumpió en la habitación corriendo, seguida de cerca por dos hombres mayores. La mujer escaneó la habitación en busca de algo o alguien, hasta que sus ojos se posaron en mí, detrás de Orión. La expresión de angustia en su rostro me estremeció.

Estaba a punto de avanzar hacia mí cuando Orión levantó una mano en un gesto para detenerla. Mantuvo una voz dulce y calmada mientras hablaba.

—Tía Yulia, es un gusto verte, pero te pido que te tomes con calma esta situación. Las chicas aún no están preparadas... —le dijo, tratando de manejar la situación con delicadeza.

—Pero... Mi niña... Necesito verla bien, Alfa —respondió la mujer entre sollozos, incapaz de contener su emoción.

—Y lo harás, pero mantén la calma —le aseguró Orión, moviéndose a mi lado, aunque solo un poco, ya que sabía que no quería un acercamiento con esta mujer. Sus palabras eran tranquilizadoras, pero había una tensión latente en la habitación.

Observé a la mujer con atención: cabello azabache con algunas canas y corto hasta sus hombros, ojos azules estaban llenos de lágrimas que no paraban de caer en sus mejillas, las arrugas en su piel apenas se notaban. Era hermosa. Pronto comprendí quién era: mi madre.

Su presencia me tomó por sorpresa, y me pregunté si el hombre que se encontraba detrás de ella y la sostenía, sería mi padre. Sus ojos eran tan profundos y celestes como los míos, y su parecido era innegable. La emoción en sus palabras y su rostro desgarrado me dejaron sin palabras.

—Aila... Aila... no puedo creerlo... yo... —sollozaba mi madre, tapándose el rostro con las manos, incapaz de contener sus emociones. La tensión en la habitación era palpable, y todos nos encontrábamos en una situación emocionalmente intensa y complicada.

—No me llamo Aila. Y aunque eso se confirme, seguiré siendo Octavia. Ese es el nombre que eligieron mis padres, los que se ocuparon de nosotras desde que tenemos uso de razón... —afirmé con determinación.

Ambos me miraron, y temí ver odio o resentimiento en sus ojos debido a mi comentario, pero en su lugar, lo que encontré fue mucho peor; amor y comprensión, lo que solo me hizo sentir aún peor por cuestionar mi identidad.

"Está bien, mi amor. Estoy aquí para ti, no lo olvides", murmuraba Orión en mi mente, reconfortándome una y otra vez, y decidí creerle.

—Buenas tardes, Alfa, Beta, Clara, Oskar, Yulia, Octavia, Sam. Entiendo que quieren hacer esto rápido. —intervino el médico, rompiendo el breve silencio.

—Sí, por favor —dije, retomando mi asiento y apoyando el brazo en la mesa. —Cuanto antes lo hagamos, mejor. Tenemos que volver a casa por algunas cosas.

El médico se acercó y tomó muestras de nuestra sangre, primero la mía y luego la de Sam. Mientras realizaba el procedimiento, me di cuenta de que no estaba lista para enfrentar todo esto. Mis emociones estaban en un torbellino, y estar en esa habitación con personas que podrían ser mis padres biológicos era abrumador.

"Tenemos que irnos, Orión. Discúlpame, pero no quiero estar en esta habitación con ellos. Todavía no estoy preparada..." le confesé mentalmente mientras el médico guardaba nuestras muestras en un maletín y se preparaba para extraer las muestras de las otras mujeres.

—Lucas, lleva a las chicas ahora. Tienen que estar de regreso una hora antes de la ceremonia —ordenó Orión, y Lucas asintió, sacándonos de la habitación a pesar de los intentos de nuestros posibles padres biológicos de retenernos un poco más.

—Ya habrá tiempo para eso... —les dijo Lucas, obedeciendo la orden de su Alfa, y agradecí silenciosamente su intervención.

"Gracias... nos vemos luego", le dije a Orión en mi mente antes de abandonar la habitación. Cuando lo miré una sola vez antes de salir, noté la tensión en su expresión y recibí un asentimiento que me hizo sentir que entendía mis sentimientos.