Capítulo19

1759 Words
Orión La vi asustada, y eso encendió un fuego en mi interior. No permitiría que nadie la lastimara de ninguna manera. No en mi presencia. Me había llenado de ira y me enfoqué en protegerla a toda costa. Cuando ese tipo intentó insultarla, vi todo rojo y no dudé en enfrentarlo. Estaba dispuesto a todo por su seguridad, aunque eso significara mostrar mi lado más oscuro. Después de regresar a su lado, noté que se separó un poco de mí. Ciro, tomó la palabra en mi mente y me hizo caer en la cuenta de lo que había sucedido. "La asustaste", dijo Ciro con tristeza. Sus palabras me impactaron profundamente, y la preocupación llenó mis pensamientos. ¿Ella tenía miedo de mí? "¿Ella me tiene miedo? No puede ser, la estaba protegiendo...", murmuré a Ciro en mi mente, luchando con la idea de que Octavia pudiera temerme. "Ella no entiende, le asusta que te enojes con ella", me explicó Ciro, tratando de calmar mi agitación. A pesar de sus palabras, sentía una punzada de dolor por haberla asustado. —Lo siento —le susurré con sinceridad, mientras deslizaba suavemente mi mano por su mejilla, tratando de aliviar sus dudas y miedos. Sus ojos, llenos de confusión, finalmente se relajaron y su ceño fruncido se suavizó mientras nuestra mirada se encontraba en un entendimiento mutuo. —No iba a permitir que te hablara de esa forma. Vi cómo asentía, aunque los rastros de duda y temor aún se reflejaban en sus ojos. Sentí su dolor como si fuera mío, y eso me rompió el corazón. No debería sentirse insegura, especialmente no conmigo. Mi única intención era protegerla y hacerla sentir segura. Entonces, Sam irrumpió en la escena al gritar con emoción, tomando la mano de Octavia y llevándola a la pista de baile. A pesar de la incomodidad que había surgido entre nosotros debido a mi reacción anterior, su conexión con Sam y la alegría que irradiaba al unirse a su amiga en la pista me hizo sonreír. Esa sonrisa no era solo mía, sino también de Ciro, quien apreciaba la felicidad de Octavia tanto como yo. —Ella me tiene miedo... —le murmuré a Lucas, dejando escapar mi preocupación en un susurro. La idea de que Octavia pudiera temerme me pesaba como una losa, y necesitaba aclarar mis pensamientos. Lucas, siempre razonable y considerado, trató de calmar mis inseguridades. —¿Qué? No, no lo tiene. Solo está confundida. Aun no entiendo por qué Eloy me pide que vaya despacio con Sam, pero me imagino que lo que sea que le pase, su desconocimiento sobre su identidad también afecta a Octavia. Tenemos que encontrar una forma de decirles la verdad. De decirles quienes son. Tenemos que llevarlas a casa, será más fácil para ellas entender si... Las palabras de Lucas me hicieron reflexionar aún más sobre la situación. No quería asustar a Octavia nuevamente, pero al mismo tiempo, deseaba compartir la verdad con ella. Mi miedo se hizo más evidente cuando admití: —No Lucas, no quiero asustarla otra vez... Yo quiero decirle la verdad, nada me haría más feliz que ella me aceptara como su compañero, pero tengo miedo. —Bajé la voz, incapaz de mirar a los ojos de Lucas, y me perdí en mis propias dudas. —Tengo miedo a que me rechace. Esas palabras, pronunciadas en voz alta, me hicieron enfrentar una posibilidad aterradora. ¿Y si Octavia no podía ver más allá de lo que conocía? ¿Si no aceptaba su verdad y rechazaba todo lo que realmente éramos? ¿Y si me rechazaba a mí? La incertidumbre y la angustia me envolvieron como una pesada manta, amenazando con sofocarme. Lucas se incorporó y se inclinó hacia mí, su expresión determinada y llena de apoyo. Esperó pacientemente hasta que levanté la mirada y encontré su mirada comprensiva. —Ella no te va a rechazar. Haremos esto juntos, tendremos paciencia y les mostraremos nuestro mundo, su mundo. Aunque no lo quieran aceptar, ellas no son solo humanas. Sus lobas están ahí dentro, desesperadas por salir. Con la ayuda de Nessy, Darcy, Ciro y Eloy, vamos a resolver esto, Alfa. Ella no te va a rechazar. Asentí, apoyándome en sus palabras reconfortantes para no caer en el oscuro abismo de la desesperación que veía en el horizonte. —Venga —me dijo, poniéndose de pie —lo primero que tienes que hacer es decirle que nunca le harás daño. No a ella, sino a cualquiera que represente un peligro para su persona. Esa era una misión que podía abrazar con determinación, proteger a Octavia y asegurarle que estaría a salvo mientras estuviera a mi lado. Esa noche, prometerme a mí mismo que haría todo lo posible para que Octavia se sintiera segura y protegida en este mundo que estaba a punto de descubrir. La seguí a la pista de baile, consciente de que había cometido un error al asustarla de esa manera. La música seguía llenando el ambiente, y el ritmo de nuestras respiraciones y movimientos se sincronizaba. Cuando rodeé a Octavia con mis brazos, sentí cómo su cuerpo se tensaba ligeramente, como si aún estuviera reacia a mi cercanía. Pero no la solté; en su lugar, la atraje un poco más hacia mí, permitiendo que nuestros cuerpos se tocaran de manera suave y delicada. Cada centímetro de piel que compartíamos estaba inundado de electricidad y calor. Era como si el mundo entero se redujera a ese abrazo, y mi lobo se calmó con la proximidad de mi compañera. La fragancia de su cabello, una mezcla de su perfume y su esencia natural, llenaba mis sentidos, y me embriagaba con su dulzura. Bajé la cabeza hasta su oído, aprovechando el momento íntimo de la música y las luces titilantes. —Yo realmente lo siento, siento haberte asustado Octavia. Debes entender que nunca me enojaría contigo, nunca haría nada para lastimarte, no te agarraría de esa forma, mucho menos te amenazaría. Me gustas, mucho de hecho. Sólo protegía lo que es mío. Lamento haberte asustado, lamento que pienses que podría hacerte algo así. Giró su cabeza y mantuve mis ojos en los suyos, observando la incertidumbre en su mirada. El temor al rechazo latía en mi pecho, y mi corazón parecía latir más lentamente mientras esperaba su respuesta. Si me mandaba al diablo en este momento, temía que mi corazón se detendría. Cuando Octavia se dio vuelta, alzó su mano y la posó con ternura en mi mejilla, un escalofrío recorrió mi columna vertebral, y una corriente de calor se extendió desde donde ella me tocaba. Mis ojos se cerraron instintivamente, sumiéndome en la deliciosa sensación de su caricia. Cada roce de sus dedos era como una caricia a mi alma, y mi respiración se volvió más profunda mientras me perdía en la intimidad de ese momento. —Lo entiendo. Entiendo que me estabas protegiendo, aunque no me gustó la forma en que lo manejaste, aun así, me estabas defendiendo. —Sus palabras eran un bálsamo para mi alma atormentada. Sus palabras me llegaron como un susurro reconfortante. No me rechazaba, y eso llenó mi pecho de un cálido alivio. Me sonrió con ternura, y su mirada se encontró con la mía. Nuestros ojos se comunicaron en silencio, revelando un entendimiento mutuo que iba más allá de las palabras. Estábamos conectados en ese instante, dos almas destinadas a encontrarse y unirse. Decidí que, a partir de ese momento, haría todo lo que estuviera en mis manos para ganarme su confianza y cariño. La protegería de todo lo que amenazara su felicidad y bienestar, y la amaría con la pasión y la devoción que solo un lobo y su compañera podían compartir. Estaba dispuesto a luchar por ella, sin importar los desafíos que se interpusieran en nuestro camino. Nuestros ojos se mantenían fijos el uno en el otro mientras nuestros cuerpos se mecían al ritmo de la música lenta que inundaba la pista de baile. Mis sentidos estaban concentrados en ella, en su presencia que llenaba mi mundo y eclipsaba todo lo demás. La tentación era insoportable, y no pude evitar mirar sus labios, deseando profundamente el sabor de su beso. Finalmente, no pude contenerme más y supliqué en un susurro, con una urgencia que brotaba desde lo más profundo de mi ser: —Déjame besarte, Octavia. Ella se acercó, y nuestros labios quedaron a meros milímetros de distancia. Mis latidos se aceleraron, y mi mirada se posó en sus ojos que parecían arder con una pasión similar a la mía. No pude resistir la tentación, y acorté la distancia entre nosotros, uniéndome a sus labios en un beso casto. Pero, aun así, el solo hecho de sentir el roce de sus labios desencadenó una cascada de emociones en mí. Cada célula de mi cuerpo cobró vida, vibrando con una energía poderosa que me hacía sentir invencible. Tenía a mi compañera entre mis brazos, y esa sensación me hacía sentir completo y poderoso. A medida que el beso continuaba, ella abrió ligeramente sus labios, y yo lo tomé como una invitación. Mi lengua se deslizó hacia la suya, y ahí descubrí un sabor inolvidable. Era dulce como la vainilla, adictivo como la peor de las drogas, y por un momento, me olvidé de todo lo demás en el mundo. Era completamente suyo, y Octavia era mía, una conexión que iba más allá de las palabras, sellada con el beso que compartíamos. Mis manos sostuvieron su rostro con ternura mientras profundizaba el beso, sintiendo la pasión que fluía entre nosotros. Ella respondió a mis avances, apretándome con fuerza alrededor del cuello, y su calor me envolvía, haciéndome sentir como si estuviera en el mismísimo paraíso. El mundo a nuestro alrededor desapareció, y solo éramos Octavia y yo, conectados por un deseo ardiente. No tenía idea de cómo podría detenerme en algún momento. Una vez que probé sus labios, me quedé anhelando más, preguntándome cómo sería cuando llegáramos más allá de los besos, cómo sería el momento en que nuestras almas se fusionaran de verdad. Cada pensamiento desaparecía en el torbellino de sensaciones que compartíamos. Nos separamos un poco para recuperar el aliento. Mis manos descendieron lentamente por su cuerpo hasta posarse en sus caderas, anclándome a ella. Miré su cuello, donde en el futuro marcaría mi reclamo, y un ansia incontrolable se apoderó de mí. Lentamente, recorrí el camino desde su mandíbula hasta el punto en su cuello con besos cortos y apasionados, dejando claro que estaba dispuesto a protegerla y reclamarla como mía.
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