Capítulo18

572 Words
Desconocido La observación era mi tarea desde que Orión y Lucas llegaron. Desde las sombras, me mantuve en silencio, siguiéndolos a través de la ruta a la salida del territorio y llegando a la discoteca. El odio que sentía por Orión era antiguo, un veneno que había arraigado en mi alma desde el mismo día en que nací. Siempre quise todo lo que tenía, y me juré a mí mismo que lo conseguiría. Mi vida había sido un infierno, y culpaba a Orión por ello. Mis ojos estaban fijos en él mientras observaba cómo se desarrollaba la escena en la discoteca. Susurros, miradas, la atracción palpable hacia esa chica llamada Octavia, de la que hablaba con Lucas. Escuché su nombre en los susurros de Orión, y anhelaba a esa chica con cada fibra de mi ser. Octavia, un nombre que resonaba en mi mente como una melodía tentadora. Octavia había llamado mi atención desde el momento en que entró en la discoteca. Su cabello estaba recogido en un moño, dejando escapar algunos mechones sobre su cuello y hombros, lo que la hacía ver aún más atractiva. Su vestido rojo con tirantes y un gran escote en la espalda la convertía en el centro de atención de la habitación, y eso solo avivaba mi deseo de tenerla. Orión, con su estúpida sonrisa y su encanto natural, se estaba acercando a la chica de mis sueños. Sentía un nudo de envidia retorciéndose en mi interior, y no podía soportar ver cómo sucedía frente a mis ojos. No iba a dejar que eso sucediera. No esta vez. Finalmente, la vi alejarse con su amiga hacia la pista de baile, y aproveché la oportunidad para acercarme. Me mezclé con la multitud, tratando de pasar desapercibido, pero con cada paso que daba, mi corazón latía con una mezcla de furia y determinación. El odio que sentía por Orión se intensificaba con cada segundo. Observé con atención a Octavia, tratando de identificarla por su aroma. Mis sentidos eran mucho más sensibles. Su perfume, una dulce fragancia que flotaba en el aire, me guio hasta ella. Estaba seguro de que podía tomarla como compañera elegida, no tenía dudas de que, si me conocía, me elegiría a mí en lugar de a él. Finalmente, llegó a mí un aroma dulce, un llamado al encuentro con el destino, un sentimiento de plenitud me desbordó y busqué con la mirada la fuente de ese olor abrumador. Mis ojos no podían creer lo que veían. Era una humana, una insignificante humana. La furia y el asco inundaron mi ser al descubrir la verdad. Era inaceptable. Sin poder contenerme, me acerqué a ella, la intercepté mientras se dirigía al baño. —Eres mi compañera —le espeté, mis palabras cargadas de desprecio. La chica me miró con sorpresa y desconcierto, sin entender completamente lo que estaba sucediendo. —¿De quién estás hablando? —preguntó, sus ojos claros llenos de confusión. Mi mirada se encontró con la suya, y me di cuenta de que no tenía idea de lo que estaba pasando. Ella era mi compañera, sin embargo, no era lo que había esperado. La rabia se apoderó de mí. —No eres nadie, insignificante pedazo de mierda... —le dije, y la tomé por el brazo, arrastrándola lejos de la pista de baile. Mi enojo y desprecio por esta humana crecían a cada paso. Ella lo había arruinado todo y pagaría con sangre.
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