Capítulo17

2577 Words
Octavia Entré a la discoteca, segura de mí misma, consciente de que cada centavo invertido en el decorador había valido la pena. Con cada paso que daba en aquel mundo mágico, me sentía más segura de que habíamos tomado la decisión correcta. Las paredes estaban transformadas, cubiertas de telas que simulaban el cielo nocturno, y pequeñas luces blancas parpadeantes evocaban la belleza de las estrellas. Las mesas, organizadas en un círculo alrededor de la pista de baile, capturaban la esencia celestial con adornos cilíndricos en su centro. Dentro de esos cilindros reposaban pequeñas piedras transparentes que, de vez en cuando, destellaban en colores verdes y azules, como si fueran pequeños tesoros que se habían traído del mismísimo cielo. La pista de baile era la joya de la corona. Con su suelo n***o, parecía ser el lienzo perfecto para el espectáculo de luces que se desplegaba. Cada tanto, puntos de colores diferentes iluminaban la oscuridad, mientras la máquina de humo liberaba nubes vaporosas que se mecían en el aire. Era como si hubiéramos sido transportados a un rincón del cielo. La maravillosa decoración del lugar hacía que todo resplandeciera. Mi mirada exploró cada rincón del lugar, absorbiendo la belleza de la decoración. Sin embargo, mi atención se detuvo en un punto en particular. Algo, o más bien, una persona, destacaba en medio de la elegancia y el misterio que llenaba la discoteca. Vestía un traje n***o a medida, con una chaqueta que dejaba a la vista una camisa blanca. Algunos botones de su camisa estaban desabrochados, lo que añadía un toque de atractivo adicional a su apariencia. Mi mirada se quedó fija en él, como si fuera imposible apartarla de esa visión que tenía frente a mí. —¡Sam! —le susurré con incredulidad a mi compañera—. ¡Está aquí, el chico de la otra noche! Ella siguió la dirección de mi mirada y, al identificar al hombre al que me refería, sonrió con complicidad. —Bueno, bueno, veo que has encontrado a nuestras citas. La sorpresa me invadió. ¿Nuestras citas? ¿Cómo era posible que él y yo hubiéramos coincidido en el mismo lugar? Esa revelación me hizo dudar y preguntarme si el destino tenía algo especial preparado para nosotros. Sam tomó mi mano, y caminamos juntas hacia donde estaban los chicos. A medida que nos acercábamos, un olor peculiar llenó mis sentidos, un aroma que ahora reconocía como suyo. Era como un llamado, una invitación a acercarme, a sentirme segura en sus brazos. Sentí un cosquilleo en la piel y un nudo en el estómago mientras nos aproximábamos. Lo que estaba segura era de que él era una trampa mortal, como esas plantas carnívoras que seducen a sus víctimas. Mis emociones eran una mezcla de incertidumbre y atracción, una combinación peligrosa que sabía que debía manejar con cuidado. Mientras llegábamos a su mesa, nuestras miradas se cruzaron, y sentí como si un imán me atrajera hacia él. Era apetecible, y lo sabía. Las expresiones en su rostro eran enigmáticas, como si ocultara secretos que estaban esperando a ser descubiertos. Sam y yo éramos como polillas acercándonos a la luz, y sabía que estábamos jugando con fuego. —Tú —le dije, entrecerrando los ojos mientras lo miraba con una mezcla de sorpresa y curiosidad. —Yo —respondió con una risa que me pareció un tanto idiota, pero que de alguna manera resultaba encantadora. Extendió su mano hacia mí, y no pude evitar desear tocarlo una vez más. Acepté su mano, y el contacto hizo que cada una de mis terminaciones nerviosas cobrara vida. —Soy Octavia, mucho gusto —dije, bajando la mirada a nuestras manos unidas con extrañeza. ¿Habría sentido lo mismo que yo? No podía saberlo, ya que su expresión no revelaba mucho. Sin embargo, su sonrisa se ensanchó, y pude apreciar su perfecta dentadura. —Octavia —susurró mi nombre, haciéndolo sonar como una promesa seductora. En ese instante, mi mente se llenó de imágenes sugerentes, de él diciendo mi nombre en susurros, gemidos... Aclaré mi garganta, tratando de enfocarme. —Sí, Octavia, y ahora creo que es tu turno de presentarte... —le recordé amablemente. —Sí, cierto... Yo... Este... Yo soy Orión. Un placer conocerte, Octavia —pronunció su nombre de manera suave, pero la palabra "placer" hizo que mi mente divagara a lugares que no eran apropiados en ese momento. Me sentía abrumada por las sensaciones que me provocaba. "¿Placer? Ay, Diosa Luna, siii" murmuró mentalmente la voz de Darcy, parecía enloquecida mientras yo intentaba mantener la compostura. "Modales, Darcy," le recordé, necesitando que se calmara y nos ayudara a comportarnos de manera apropiada en esta situación. Darcy parecía tener una opinión distinta al respecto, y su voz se hizo presente en mis pensamientos. "¿Invirtiendo papeles? Y no tenemos que tener modales con nuestro compañero," señaló Darcy de manera provocativa, insinuando algo que no estaba dispuesta a explorar en ese momento. No, definitivamente no iba a recorrer ese camino con ella esta noche. La situación ya era suficientemente complicada por sí sola. —Vi, este es mi acompañante para esta noche, él es Lucas —Sam hizo las presentaciones, señalando al chico que estaba sentado junto a Orión. —Lucas, ella es mi hermana, Octavia. —Un placer, Octavia —dijo Lucas mientras extendía su mano hacia mí. Me di cuenta de que aún sostenía la mano de Orión y la solté de un tirón. Cuando tomé la mano de Lucas, una extraña sensación de reconocimiento me invadió. No era el mismo sentimiento que experimenté cuando toqué la mano de Orión, pero sí era cálido y reconfortante. El momento en el que toqué la mano de Lucas desencadenó un recuerdo fugaz pero intenso. Mi mente viajó atrás en el tiempo, a una época en la que éramos solo unos niños. Recordé un cálido día de verano en el patio de una casa, una casa que parecía radiar felicidad y seguridad. Mi hermano y yo estábamos jugando, disfrazados de princesa y caballero, corriendo por el césped y riendo sin preocupaciones. Él, mi hermano mayor, siempre había sido mi protector, mi caballero valiente. En ese momento, su risa resonaba en mi mente como una melodía encantada. Ambos compartíamos una conexión profunda, una unión que trascendía las palabras y que solo los hermanos pueden entender. Ese recuerdo, aunque breve, me inundó de una sensación de familiaridad y calidez al tomar la mano de Lucas. Era como si una parte de mi pasado se hubiera unido con el presente de una manera misteriosa. Aunque no podía explicar el porqué de ese recuerdo ni cómo estaba conectado con Lucas, me sentí agradecida por la sensación de seguridad y confort que experimenté en ese instante. —El gusto es mío, Lucas —dije con una sonrisa tímida mientras soltaba su mano. El encuentro con Lucas había sido inesperado, pero de alguna manera, me sentía a gusto con su presencia. —Hechas las presentaciones —volvió a hablar él —¿Qué se hace en este baile en particular? —se volvió hacia Sam —¿Bailamos o tomamos un trago? —Un trago me parece un buen comienzo —dijo ella tomándolo de la mano y llevándolo a la barra. Aunque parte de mí sintió que mi hermana me abandonaba en favor del chico guapo, la presencia de Orión frente a mí no podía pasar desapercibida. Era como si una atracción magnética nos uniera. Orión me miró con una sonrisa que hizo que mi corazón se acelerara. Sus ojos verdes, profundos y oscuros, parecían contener secretos que ansiaba descubrir. Cada vez que sus labios se curvaban en una sonrisa, una oleada de emociones recorría mi cuerpo, haciéndome sentir débil en las rodillas. La conexión entre nosotros, esa que iba más allá de las palabras, se hacía cada vez más evidente. Me senté a su lado, nuestros cuerpos se encontraban ahora más cerca de lo que había previsto. La escasa distancia entre nosotros, unida a la atmósfera mágica del lugar, generaba una tensión que se podía sentir en el aire. —Eres hermosa Octavia —los susurros suaves y apasionados de Orión en mi oído hicieron que se me erizara la piel, como si una ráfaga de electricidad recorriera mi cuerpo. Cuando giré la cabeza para mirarlo, sus ojos se encontraron con los míos, y la intensidad de su mirada me dejó sin aliento. Sus palabras, cálidas y llenas de admiración, me hicieron sentir hermosa de una manera que nunca antes había experimentado. La cercanía entre nosotros se volvió abrumadora. Cada pequeño gesto y detalle era magnificado por la atracción que compartíamos. Sus labios entreabiertos me tentaban con la promesa de un beso apasionado, y mi mente se llenaba de preguntas y deseos. ¿Cómo sería sentir sus labios contra los míos? ¿Era posible que un simple roce encendiera mi piel como había imaginado? Mordí mi labio inferior en un gesto nervioso, y noté que él seguía el movimiento con la mirada. La respiración de Orión se aceleraba, igual que la mía, y el deseo que compartíamos se volvía más intenso con cada segundo que pasaba. Estábamos en una encrucijada, al borde de lo desconocido, y ambos sabíamos que nuestras vidas estaban a punto de cambiar de una manera que no podíamos imaginar. Sus ojos, oscuros y ardientes, se encontraron con los míos, y el deseo en ellos era inconfundible. Sentía como si estuviéramos al borde de un precipicio, a punto de lanzarnos en una caída libre hacia lo desconocido. Cada parte de mi ser ansiaba lo que venía a continuación. —Me estás torturando Octavia —dijo con la voz ronca, haciendo estragos en mi sistema nervioso, volvió sus ojos a los míos —Si no me besas ahora, me volveré loco —susurró. Cuando Orión mencionó el beso, mi corazón latió con fuerza, y el deseo de besarlo se hizo casi insoportable. Bajé la mirada a sus labios, que parecían una invitación irresistible. Mi decisión se volvió clara, y finalmente me incliné hacia él. El trago que Sam nos ofreció llegó en el momento oportuno, rompiendo la intensidad del momento mágico que habíamos compartido. Apartándonos rápidamente, disolvimos la magia del casi beso, aunque la sombra de sus labios aún perduraba en mis labios. —¿Interrumpí algo? —preguntó Sam, su voz inocente y su mirada curiosa, como si no hubiera notado la tensión que se había desatado entre Orión y yo. —No —respondí, aclarándome la garganta, tratando de ocultar las emociones que aún revoloteaban en mi interior —Trago, sí. Necesitaba ese trago para recomponerme, para procesar lo que acababa de casi ocurrir. Bebí un sorbo del líquido rosado que Sam me entregó, sintiendo el suave cosquilleo en mi garganta y el cálido efecto del alcohol que se extendía por mi cuerpo. Alguien se aclaró la garganta, y cuando miré a Lucas, me di cuenta de que la conversación estaba tomando un giro más ligero. —Bueno, y ahora podríamos conocernos un poco más, ¿no? A ver Sam, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —preguntó Lucas, inclinándose hacia ella. Sam murmuró una respuesta, y no pude evitar reír ante su indecisión. Conocía su capacidad para encontrar entretenimiento en cualquier lugar. —Bueno, ahora tenemos más tiempo libre, ya que terminamos la secundaria y le pedimos a nuestros padres un año sabático antes de pensar en la universidad. Pero básicamente me gusta ir de compras —dijo finalmente Sam. —Y sino va de compras, lo hace por internet —comenté, añadiendo un toque de diversión a la conversación. Sam se sonrojó y me miró, como si quisiera defenderse de mi comentario. Me hizo reír aún más, y no pude evitar lanzarle una mirada cómplice. —¿Y trabajas, o tus padres te permiten ese exceso? Tengo que saber a qué me enfrentaré cuando vengas a vivir conmigo —preguntó Lucas, mientras acariciaba la mejilla de Sam. Una sensación de confusión y sorpresa se apoderó de mí ante sus palabras. —Espera, ¿qué? —murmuré, frunciendo el ceño, sin entender del todo lo que estaba sucediendo. Orión colocó su mano sobre las mías, tratando de tranquilizarme. —Tranquila —me dijo en un susurro, y sentí el reconfortante contacto de su piel sobre la mía —Él no está diciendo que sea ya... —Tampoco lo haría, Vi, no te voy a abandonar jamás —afirmó Sam, mirándome con amor y determinación —Y sí, nuestros papás no querían que trabajáramos, ellos nos consienten en todo. Alguien se acercó a nuestra mesa, y cuando levanté la mirada, me encontré con Alec. —Octavia, Samantha —nos saludó. Inmediatamente, Sam pasó sus brazos alrededor de Lucas. —Ah, hola, Alec. ¿Cómo estás? ¿Qué te trae a la mesa de tu ex? —Lucas miró de reojo a Alec, aparentemente entendiendo la insinuación de Sam. —En realidad, estoy buscando a mi novia. ¿Han visto a Adriana? —preguntó Alec. Era evidente que él y Adriana tenían una relación complicada. Cada vez que discutían, él solía buscar a Sam. Mi hermana había pensado que, al final, Alec se cansaría de Adriana y la elegiría a ella, pero no fue así. Vi el dolor en sus ojos, aunque no era tan profundo como había imaginado. Aun así, decidí hablar. —Seguro que está en el baño, enrollándose con Liam o alguno de tus amigos —me burlé. Sí, me gustaba Liam, pero eso no significaba que fuera ciega. Él se comportaba como un caballero conmigo, pero se besaba con Adriana siempre que podía. —Entonces, ¿por qué no sigues la correa que tienes alrededor del cuello que te lleva a ella? —Eres una maldita... —Alec no tuvo la oportunidad de terminar la frase, ya que Orión se puso de pie frente a él y lo agarró del cuello. —Termina esa oración, y te juro que te arranco la lengua y te la hago tragar de un bocado —lo amenazó con voz baja y fría. Los ojos de Alec se abrieron como platos, y me sorprendí que no se le hayan salido de la cara. Orión lo soltó, y Alec tosió antes de salir corriendo. Un incómodo silencio se apoderó de nosotros cuatro. —Esa es una forma de hacerlo, ¿no?... ¿A quién le apetece bailar? —dijo Lucas, haciendo que Sam y yo levantáramos la mano, todavía asombradas por la escena que acabábamos de presenciar. —No iba a permitir que te hablara de esa forma. —Orión me susurró disculpándose. Asentí, sin saber muy bien qué decir. Me gustó que me defendiera, pero también me pareció un poco impulsivo. Estaba a punto de comentárselo cuando Sam chilló, llamando mi atención. —Esta es nuestra canción, Vi —me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile, y pronto la música empezó a envolvernos. Era nuestra canción, y no podía evitar sentir una oleada de nostalgia y alegría al mismo tiempo. Mientras movíamos nuestros cuerpos al ritmo de la música, nuestros movimientos sincronizados, no pude evitar notar que Orión y Lucas nos observaban desde la mesa. Sus miradas estaban llenas de intensidad, como si estuvieran viendo algo más que un simple baile. Me sentí agradecida por tener a Sam a mi lado en este momento, ya que su presencia hacía que todo fuera más llevadero.
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