Capítulo15

2238 Words
Samantha Me recosté en el asiento trasero, sintiendo las vibraciones de la música que Octavia había elegido, y que fluía desde el sistema de sonido del auto. Era una mezcla ecléctica que incluía desde éxitos pop hasta canciones clásicas de rock. Cerré los ojos por un momento, sumergiéndome en la melodía y disfrutando de la sensación envolvente que la música creaba. Observé a Octavia mientras se perdía en la canción que estaba sonando. Sus ojos brillaban con emoción, y cantaba con pasión, como si cada palabra fuera un eco de su alma. Siempre pensó que no tenía en cuenta sus gustos en general, ya sea en la elección de su ropa, sus preferencias musicales o incluso sus intereses en chicos. Pero la verdad es que me encantaba cada pequeño detalle de su personalidad. Su estilo, sus elecciones musicales y hasta sus locuras. Era como si cada cosa que hacía fuera una nota en la partitura de nuestra vida juntas. En ese momento, se volvió hacia mí mientras cantaba el estribillo de la canción, invitándome a seguirla. No podía resistirme. Me uní a ella, y juntas cantamos a todo pulmón, riendo y disfrutando de la música. Mamá, que estaba al volante, no pudo evitar reírse también ante nuestro entusiasmo y acompañarnos en la canción. —Ay, no mamá, la verdad es que creo que heredamos la voz de papá. No tienes ritmo —exclamé entre risas, burlándome de su falta de habilidades vocales. Mamá puso una expresión indignada, pero no pudo evitar sonreír. —Bueno, puede que su voz sea un poquito mejor que la mía, sin duda ustedes heredaron mi amor por la música y los pasos prohibidos —dijo con un guiño, reconociendo nuestro entusiasmo compartido. —Sí, mamá, lástima que no nos diste tu don en la cocina, eso lo vamos a necesitar cuando estemos en la universidad. A menos que te llevemos a vivir con nosotras —añadió Octavia, y nuestras risas llenaron el auto. La idea de llevar a nuestros padres a vivir con nosotras cuando fuéramos a la universidad era una tentación. Siempre nos habían brindado su apoyo incondicional, nunca sentimos que nos juzgaran o cuestionaran nuestras decisiones. Ellos eran un ejemplo de amor y complicidad, un vínculo que admirábamos profundamente. Mi padre era un hombre amoroso, detallista, y dedicado por completo a su relación con mamá y con nosotras. Mi madre, por su parte, era la mejor compañera que podríamos desear. A pesar de sus momentos de mamá súper protectora, era una más de nosotras, una amiga, una confidente y una gran compañera de compras. Crecer en un hogar lleno de amor y contención fue un regalo que apreciábamos más de lo que podíamos expresar. Siempre fuimos sus niñas mimadas, nunca nos faltó nada, y dieron todo de sí por nosotras. A pesar de eso, siempre sentí que algo estaba fuera de lugar. Lo único que siempre se sintió bien, que siempre fue mi ancla, era Octavia. Ella era mi hogar. —Nada me haría más feliz que ir con ustedes, niñas, pero no creo que a sus amigos les haga gracia tener a mamá osa y papá oso en casa cuando quieran hacer fiestas. Y conociendo a Sam, solo querrán pasar de fiesta —sonrió con picardía. —Ya lo creo —bufó Octavia. Mi teléfono me notificó la llegada de un mensaje. Lo saqué del bolsillo de mi chaqueta y miré la pantalla: número desconocido. Desconocido: Hola, preciosa. Soy Lucas. Junto al texto había una selfie suya. La curiosidad y la expectación me embargaron, y con un toque de emoción, deslicé mi dedo sobre la pantalla para ver la foto. Mis ojos se encontraron con la imagen, y una oleada de sensaciones me invadió. La imagen mostraba la parte superior de su cuerpo, sin camiseta, con un leve brillo en su piel que sugirió que tal vez había estado corriendo. Su mirada, en la foto, estaba entrecerrada, fija en la cámara, y pude ver la intensidad de sus ojos azules que parecían penetrar en lo más profundo de mi ser. Lucas sostenía una sonrisa burlona que dejaba ver sus dientes blancos y perfectamente alineados, adornados por su barba bien recortada. La atracción que sentí fue instantánea, y mi corazón comenzó a latir más rápido. Era aún más guapo de lo que recordaba, y eso que lo había visto hace menos de una hora. La imagen hizo que mi temperatura corporal aumentara, y me sentí un poco aturdida. Bloqueé la pantalla, inhalando grandes bocanadas de aire mientras mi mente trataba de procesar la reacción que había tenido ante esa foto. "Es muy guapo, sí", suspiró Nessy, compartiendo mi admiración y entusiasmo por la impresionante apariencia de Lucas. ¿Y si llegáramos con él al baile? Sería un accesorio impresionante, pensé entusiasmada por la idea. "Apoyo eso", suspiró Nessy. Sam: ¡Cuánta arrogancia! Se vería mejor de traje y siendo mi compañero para el baile de graduación... Lucas: ¿Disculpa? Sam: Mañana, 7 pm, discoteca Wild. Preferentemente de traje sin corbata. Lucas: ¿Puedo llevar a alguien? Sam: La invitación es para ser mi acompañante. ? Lucas: Estaba pensando en un acompañante para tu hermana, dijiste que "mañana tengo una cita con mi hermana y una discoteca"... Sam: Cierto, trae a ese guapo amigo tuyo también. Lucas: ¿Acabas de llamar guapo a mi amigo?Oh, eso no suena muy alentador, amor. Sam: Lo hice, no podemos negar los hechos, amor. Lucas: Mmm, di lo que quieras mientras sigas llamándome amor solo a mí... ? Bufé ante su ocurrencia y al mismo tiempo rodé los ojos, enfatizando mi incredulidad. No se había dado cuenta del sarcasmo que intentaba mostrar al decir esa palabra. —¿De qué te ríes? —preguntó Octavia girándose en su asiento para mirarme, con una ceja alzada y una sonrisa curiosa en los labios. —Hummm, nada, solo confirmando nuestras citas para mañana. —Respondí con una sonrisa irónica, levantando las comisuras de los labios. —Así que, ¿Alec y Liam? —preguntó mamá con un tono indiscreto, arqueando las cejas y mirándome expectante. —Cambio de planes mamá, iremos con otros chicos, y a su favor diré que serán mejores accesorios que Alec y Liam, quienes resultaron ser unos completos idiotas —hice una pausa y luego puse los ojos en blanco, expresando claramente mi desaprobación. —¿Y ese comentario? —inquirió mamá, frunciendo el ceño y mirándome con preocupación. —Alec subió fotografías de él y Gala abrazados en la playa. Y Liam estaba con Adriana, así que... sí, unos completos idiotas. —respondió Vi a mamá, encogiéndose de hombros y asintiendo en señal de acuerdo. —No importa, estos chicos son muy guapos. —sonreí asintiendo. —¿Y de dónde los conoces? —preguntó mamá, entrecerrando los ojos y mirándome escrutadoramente. —De una página web donde puedes contratar asesinos a sueldo, mamá —dije con sarcasmo mientras rodaba los ojos de mamá a Vi, manteniendo una expresión seria en mi rostro a pesar de la broma. —Esta ha sido la previa de baile de graduación más encantadora del mundo. No he elegido mi vestido, ni a mi acompañante. Tal vez podrías ir tú por las dos, Sam. —Octavia me entrecerró los ojos y le bufé, haciendo un gesto de fastidio con la cabeza. —Vamos, Vi, te encantará tu acompañante. Además, los vestidos los encontraste tú. No sé cómo lo hiciste, pero son vestidos perfectos. —Sonreí a mi hermana, mostrando mi apoyo con un gesto amable. —¿Podemos volver a la parte de dónde conociste a esos chicos? —Mamá seguía intrigada y preocupada, mirándome con atención. —Mamá, no te preocupes. Solo son dos chicos del instituto, que se graduaron unos años antes. —aseguré a mamá, tratando de transmitir calma con una sonrisa tranquilizadora —te pasaré su contacto para que hables con él y hagas tu investigación... —Esa es mi chica —asintió mamá con una sonrisa orgullosa. Bien, Lucas se llevará una gran sorpresa. *** La ansiedad se apoderaba de mí mientras observaba a Octavia, quien aún no estaba lista para el baile. Mi pulso se aceleraba, y sentía cómo mis nervios se intensificaban a medida que avanzaba el tiempo. Necesitaba que todo saliera perfecto en esta noche especial. —¿Cómo que aún no estás lista? ¡Mamá! —Grité con frustración, con mis ojos abiertos de par en par en señal de alarma. Vi, que estaba recostada en su cama, dejó su libro de lado y clavó su mirada en mí. Escuché los pasos de mamá en la escalera, y finalmente, la puerta de la habitación se abrió. Mamá entró, con una expresión de sorpresa y alarma en su rostro. —¿Qué ocurre? —Preguntó mamá, mirando a su alrededor en busca de alguna emergencia. —Vi aún no está lista, ¡y son las seis! —exclamé, mirando a Octavia con desesperación. Necesitaba que se diera cuenta de la gravedad de la situación. Octavia miró su libro con desgana, y antes de que pudiera reaccionar, le arrebaté el libro de las manos. —Ve a bañarte, ¡el peinado y maquillaje te llevarán más de 40 minutos! —Le di un empujón suave en dirección al baño, tratando de infundirle urgencia. —Tenemos que trabajar rápidamente. —Entendido, señora —dijo mamá, asumió un tono más formal y se puso erguida, llevando una mano a su cabeza a modo de saludo militar. Veinte minutos más tarde, mamá y yo nos dedicamos a transformar a Octavia en la visión que habíamos planeado. La silla del escritorio se convirtió en su trono, y mamá tomó la posición de peinar su cabello. Octavia tenía un hermoso cabello n***o que caía en cascada, y mamá lo recogía en un moño alto, dejando algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro y su cuello. Mientras tanto, yo me encargaba del maquillaje, resaltando sus rasgos con delicadeza y precisión. Cada pincelada y cada aplicación de maquillaje eran como pinceladas en una obra de arte. Cuando terminamos, Octavia se miró en el espejo y una sonrisa radiante iluminó su rostro. Estaba hermosa y segura de sí misma, exactamente como lo habíamos imaginado. Luego, llegó el momento de colocarnos los vestidos. Eran simplemente perfectos, y me emocioné al ver a Octavia enfundada en el suyo. La tela suave y sedosa se deslizó sobre su piel, y un escalofrío de emoción la recorrió, experimenté la misma sensación. Era como si estos vestidos hubieran sido diseñados especialmente para nosotras, como si fueran una extensión de nuestra personalidad y estilo. Nuestros vestidos, elegantes y deslumbrantes, llegaban hasta el suelo, otorgándonos un aire de sofisticación y elegancia. El de Vi era un deslumbrante rojo que le confería un aire seductor y elegante. Tenía un amplio escote en la espalda que le daba un toque atrevido y estaba sutilmente sujeto por finos tirantes que realzaban su figura esbelta. En contraste, el mío era un deslumbrante azul eléctrico. Su corte strapless resaltaba mis hombros y clavículas, y la tonalidad del azul parecía electrificar mi piel. Cuando papá irrumpió en la habitación con una cámara digital en mano y gritó "¡Foto!", estábamos tan distraídas que no tuvimos tiempo de posar. Capturó algunas instantáneas mientras nos reíamos y nos mirábamos sorprendidas. Luego, nos indicó que saliéramos fuera, bajo la cálida luz del sol que se estaba ocultando, que nos favorecería mucho más para las fotos. Cuando salimos de la casa, nos encontramos con una sorpresa inesperada: una limusina estacionada en la calle. Giré hacia papá en el momento en que nos sorprendió con su anuncio. —¡Sorpresa! Ahora sí, están listas para el baile. —Abracé a papá con fuerza, agradecida por sus atenciones y gestos tan especiales. Siempre sabía cómo hacer que estos momentos fueran inolvidables. —Gracias papá, te amo —susurré emocionada, sintiendo la emoción y gratitud inundar mi pecho. —No se preocupen por el regreso, —dijo papá entregándome las llaves de su coche, —tengo la llave de emergencia y se los dejaré en el estacionamiento del club en un rato. Papá nos abrazó, y luego fuimos a abrazar a mamá, quien también estaba emocionada y con lágrimas en los ojos. Las palabras eran insuficientes para expresar cuánto las amábamos. —También te amamos mucho, mamá —dijo Octavia mientras le daba un beso en la mejilla. Luego, me miró y asentí con una sonrisa, sabiendo que nuestras emociones eran mutuas. —Vamos, váyanse ya. No quiero que arruinen su maquillaje llorando por mi culpa —mamá dijo con una sonrisa y limpiándose las lágrimas. Reímos de felicidad mientras observábamos a nuestros padres, y luego Octavia y yo tomamos nuestras manos y caminamos hacia la limusina, emocionadas por el baile que nos esperaba. El interior de la limusina estaba elegantemente decorado con luces y música suave. Octavia y yo nos acomodamos en el lujoso interior, sintiéndonos como verdaderas estrellas de cine. Octavia se inclinó hacia mí y susurró emocionada: —¡Esto es increíble, Sam! Sonreí y asentí, compartiendo su emoción. No podía evitar sentirme agradecida por esta experiencia y por tener a mi lado a la mejor hermana del mundo. La limusina se puso en marcha, y mientras avanzábamos hacia la discoteca Wild, la emoción y la anticipación llenaron el aire. Sabíamos que esta sería una noche que recordaríamos para siempre.
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