Octavia La mañana siguiente fue como estar en resaca, solo habíamos tomado un poco de más, y la sensación era más por la falta de esa droga que me hizo subir tanto que sentía que tocaba el cielo: ese chico. Mi mente estaba llena de destellos de la noche anterior, como fragmentos de un sueño eléctrico que me dejaron aturdida y desorientada. Había sido una montaña rusa de sensaciones que aún resonaban en mi piel. Cada roce, cada mirada, cada palabra compartida con él había sido como una descarga directa a mi corazón, una que todavía palpitaba con la intensidad de aquel encuentro fugaz. Mi cabeza latía con el zumbido de la música que aún retumbaba en mis oídos. Los colores y las luces parpadeantes se habían mezclado en un caleidoscopio de sensaciones. Cada paso que había dado en aquel luga