Capítulo 11

2206 Words
Octavia La mañana siguiente fue como estar en resaca, solo habíamos tomado un poco de más, y la sensación era más por la falta de esa droga que me hizo subir tanto que sentía que tocaba el cielo: ese chico. Mi mente estaba llena de destellos de la noche anterior, como fragmentos de un sueño eléctrico que me dejaron aturdida y desorientada. Había sido una montaña rusa de sensaciones que aún resonaban en mi piel. Cada roce, cada mirada, cada palabra compartida con él había sido como una descarga directa a mi corazón, una que todavía palpitaba con la intensidad de aquel encuentro fugaz. Mi cabeza latía con el zumbido de la música que aún retumbaba en mis oídos. Los colores y las luces parpadeantes se habían mezclado en un caleidoscopio de sensaciones. Cada paso que había dado en aquel lugar, cada gesto, había estado cargado de una energía abrumadora. Me sentía como si estuviera flotando en un mar de emociones, y las olas seguían estrellándose en mi mente. Agradecía que Darcy estuviera durmiendo, no me apetecía tenerla hablando de lo ocurrido en la noche. Después de llegar a casa, se había estado lamentando por horas la pérdida de ese muchacho, sin entender del todo lo que me estaba pasando. Había visto en mis ojos la extraña conexión que había experimentado, pero no podía explicar lo inexplicable, la atracción magnética que había surgido entre él y yo. Me quedé en silencio, tratando de procesar todo lo que había ocurrido y entender por qué aquel chico me había dejado tan afectada, más allá de una simple atracción física. —Bien, estás despierta, estoy despierta, vamos a ponernos un poco de ropa cómoda para salir a correr —sugirió Sam, con un tono que dejaba claro que no había espacio para excusas—. Nada de auriculares hoy, vamos a hablar de lo que pasó anoche. Ay no, no quiero recordar lo de anoche. Me tapé la cara con la almohada, como si eso pudiera bloquear la realidad que se avecinaba. Mi cuerpo no tenía fuerzas para levantarse, pero Sam era implacable en su misión. Me arrastró fuera de la cama con determinación y me llevó al baño como un auténtico capataz. Con un poco de fuerza de voluntad y una ducha rápida, logré despabilarme lo suficiente como para seguir sus órdenes. Até mi pelo en una cola alta y me vestí con la ropa que ella me lanzó. Era como si Sam hubiera adquirido la habilidad de manipular mi voluntad a su antojo. Mientras me preparaba para salir a correr, sabía que no podría escapar de la conversación que se avecinaba. Paradas en la cocina, ambas llevábamos sujetadores deportivos y calzas cortas, listas para nuestro entrenamiento matutino. Sam abrió la nevera y extrajo dos botellas de agua fría, previamente preparadas con limón y pepino, un toque refrescante que necesitábamos después de una noche tan intensa. —Vamos, la que llegue por última será la bolsa de boxeo de la otra en la clase de defensa personal —rio Sam, entregándome una de las botellas. Su convicción y energía eran contagiosas, y aunque la conversación que nos esperaba me pesaba, no podía negar que necesitaba liberar algo de tensión. Hacía más de seis años que asistíamos a clases de defensa personal, incluso antes de que termináramos la secundaria. Nuestra agenda estaba repleta con las clases de la escuela, las actividades deportivas y extracurriculares, como el baile y las lecciones de idiomas. A pesar de estar agotadas, estábamos contentas con la educación que habíamos recibido. Sin embargo, también sabíamos que necesitábamos un descanso. Por esa razón, habíamos convencido a nuestros padres de permitirnos tomar un año sabático antes de comenzar la universidad. Era nuestro tiempo para explorar y descubrir el mundo más allá de las aulas. Papá obviamente restó importancia al asunto y afirmó que era una excelente idea para aprovechar el año explorando lo que nos gustaría estudiar en el futuro. En definitiva, habíamos concluido la secundaria, pero aún estábamos tomando otras clases, principalmente defensa personal. Mamá nos obligaba a asistir a esa en particular, así como a algunas otras disciplinas de artes marciales. Era parte de su insistencia en que debíamos aprender a defendernos y mantenernos seguras en un mundo que a veces podía ser peligroso. —Bien —le dije a Sam mientras cerrábamos la puerta de casa—, antes de que empieces a hacer preguntas, te lo cuento. Aunque no sé si pueda explicarlo correctamente... —Vamos, te vi bailando muy, muy cerca y súper sensual con un hermoso hombre. Es más, estabas irradiando esa energía s****l que extasiaba a todos a su alrededor. —¿Qué? ¿Y tú cómo lo sabes? No estabas allí... —Ahhh sí, te estaba viendo, Vi, nunca aparto mis ojos de ti. —Respondió, haciendo un gesto con los dedos como diciendo "te veo". —Bien, entonces puedo resumir bastante la historia diciendo que no tengo ni idea de lo que ocurrió. Él solo me apretó entre sus brazos, y sentí como si me estuvieran electrocutando, en el buen sentido, si es que lo hay... Solo podía sentirlo y verlo a él, no existía nadie más hasta que... —recordé cada sensación vívida, como si estuviera reviviendo el momento. —Hasta qué, ¿qué? —insistió Sam mientras yo buscaba las palabras correctas. —Me llamó Darcy —respondí en voz muy baja. —¡¿Darcy?! ¿Cómo la voz en tu cabeza, esa Darcy? —Chilló, haciendo que su voz sonara muy aguda. —¡Shh! Los vecinos pensarán que estamos locas, y sí. Sí, como esa Darcy. Sam y yo compartimos una mirada de incredulidad. Darcy era un nombre que solo podíamos asociar a una entidad peculiar que yo había conocido a través de mi mente. La idea de que ella estuviera relacionada con el enigmático chico que conocí la noche anterior era desconcertante, por decir lo menos. —¿Cómo diablos supo que tu cabeza se llama así? Es que lo sabía, ¿verdad? Es demasiada coincidencia que dijera justo ese nombre... ¿Será que puede comunicarse con nuestras mentes, así como nosotros lo hicimos? ¿Será que podemos hacerlo de nuevo? —Increíblemente, no inhaló aire ni una sola vez mientras decía todas esas palabras, acompañándolas con movimientos erráticos de sus manos. Vaya, tiene un don. Me reí, disfrutando de la expresión exagerada de Sam y su habilidad para hablar sin pausa. —Vamos por partes, ¿quieres, Jack? —Asintió con una sonrisa de lado. —Cómo lo supo, no tengo idea. Ahora que mencionas los poderes telepáticos, tal vez eso tenga más sentido. —¿Y si nos están vigilando porque somos diferentes? —Dijo Sam, mostrando cuán aterrada la dejaba esa idea y mirando disimuladamente a su alrededor. Seguramente, en su mente, ya nos habían atrapado y encerrado en un manicomio para experimentar con nosotros. Puse los ojos en blanco. —Entonces, querida, sugiero que practiquemos hablar por telepatía y dejemos de gritar a los cuatro vientos que tenemos algún don misterioso que nos hace diferentes a los demás. "Vale, pero no sé cómo hacer esto", reflexionó Sam, arrugando la frente y luciendo desconcertada. "Ves, lo estás haciendo. Nos estamos mirando y estamos hablando en la mente de la otra", dije, intentando mantener la seriedad, pero sintiendo que esto era bastante extraño. "Es muy sospechoso que solo nos estemos mirando como unas idiotas, Vi. Tiene que existir otra forma de hacerlo", puso los ojos en blanco y agitó sus manos como si tratara de resolver un enigma cósmico. "Bien, voy a mirar hacia otro lado. Mejor aún, voy a correr lentamente unos pasos por delante. Me concentraré solo en ti para ver si el vínculo se mantiene. ¿Te parece?" sugerí, tratando de ocultar una sonrisa que amenazaba con aparecer en mi rostro. "Está bien, hagámoslo", dijo ella con determinación, aunque aún lucía un poco escéptica. Comencé a trotar ligeramente para avanzar un poco. Mientras lo hacía, me centré en Sam y en mantener el vínculo, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir que esta situación era un tanto surrealista y absurda. "¿Me oyes?" pensé, tratando de enfocarme en mantener el vínculo. "Tu trasero se ve más grande desde aquí... Y sí, te escucho", respondió Sam en mi mente, su tono lleno de diversión. Reí divertida, disfrutando de la ocurrencia. Me di la vuelta para mirarla, esperando a que me alcanzara. —Muy graciosa tú — le dije cuando llegó a mi lado —Bueno, tendríamos que practicar más, pero creo que podremos dominarlo. —¿Tendremos algún otro poder mágico? ¿Tal vez podríamos volar? ¿O correr muy rápido? —preguntó Sam, con una mirada de entusiasmo en sus ojos. —Bájate de ese unicornio, Sam. No me tiraré de un edificio para comprobar si podemos volar, pero me apunto a una carrera hasta la clase de defensa personal... —Estaba a punto de terminar la frase cuando, sin previo aviso, Sam comenzó a correr a toda velocidad. Maldita tramposa. "Vocabulario, Octavia", dijo Darcy en mi mente con un tono adormilado, haciendo que me riera ante su comentario. "Ohhh, mira quién se ha despertado", bromeé con Darcy. "¡Sí, sí, sigue corriendo! Esto me gusta", respondió Darcy, y asentí con una sonrisa mientras me apresuraba a seguir a Sam. Mientras avanzábamos reflexioné sobre esta conexión con Sam. El vínculo mental entre ella y yo se manifestaba como una conexión poderosa que iba más allá de las palabras y los gestos. Visualmente, lo percibimos como una hebra de energía que nos conecta, con cada extremo unido a nuestras mentes. Este hilo es como una fina línea de luz tenue que serpentea entre nosotras, brillando con un suave resplandor en medio de la oscuridad. Sensorialmente, el vínculo emana una sensación de calidez y familiaridad. Cuando nos comunicamos a través de él, puedo sentir la presencia de Sam como si estuviera justo a mi lado. Estamos conectadas en un nivel más profundo que cualquier relación humana convencional. Emocionalmente, el vínculo nos brinda una sensación de apoyo inquebrantable. Esta conexión nos proporciona una comprensión mutua instantánea y nos permite sentirnos acompañadas incluso en los momentos de soledad. En pocas palabras, el vínculo mental entre Sam y yo es como una conexión que va más allá de las palabras y los gestos, lo que fortalece nuestra amistad y nos hace inseparables. *** —Mierda Vi, ¿de dónde sacas tanta energía? —Sam se quejó mientras intentaba zafarse de mi agarre en la clase de defensa personal. "Bueno, tal vez uno de nuestros poderes mágicos es tener más fuerza y velocidad a la hora de patear traseros," dije mentalmente, riéndome de la idea. "Jajaja, si no fuera algo paranormal, amaría esta forma de comunicarnos," respondió Sam, compartiendo una risa cómplice a través de nuestro vínculo mental. "Sam, tú amas lo paranormal," bromeé mientras nos poníamos de pie. "Cierto," respondió, guiñándome un ojo cómplice. —Bueno chicas, eso es todo por hoy. Nos vemos en la próxima clase. —Anunció el profesor al terminar la lección. Salimos del salón de defensa personal y caminamos hacia la sala de yoga, que era nuestra siguiente actividad. El gimnasio cerca de casa era un edificio de varias plantas, con un exterior moderno y limpio, las paredes de cristal dejaban ver el interior lleno de actividad. Cada planta estaba diseñada meticulosamente, con una sala para cada tipo de actividad. Había una variedad de actividades disponibles, desde defensa personal, yoga, karate, hapkido, meditación y baile, hasta un gimnasio completamente equipado. Ahora que estábamos disfrutando de un año sabático, mamá nos había inscrito en todas estas actividades para mantenernos ocupadas y activas. Los espejos en la sala de baile reflejaban la intensidad de las clases de danza. En la sala de yoga, el aroma a incienso y la suave música ambiental proporcionaban un ambiente tranquilo y relajante. Cada una estaba diseñada para albergar salones específicamente amueblados según las necesidades de las clases que se impartían. Todas las salas estaban bien iluminadas y tenían un ambiente acogedor y relajante. —La Diosa me salve —suspiró Sam, visiblemente agotada por la intensa clase de defensa personal. —¿Tan pronto te ha convencido Nessy de cambiar "Dios" por "Diosa"? —bromeé con una sonrisa. —Es que lo ha dicho tantas veces, además tiene un poco de sentido. Las fases de la luna coinciden con las fases del ciclo menstrual. Y los estados anímicos y hormonales de las mujeres están bajo el influjo de la Luna. Estoy a favor de las chicas y su relación estrecha con la Diosa Luna —Sam soltó una carcajada. —Salud por eso —exclamé, levantando la mano para chocar nuestras palmas en un gesto de complicidad. —Bien hermana, ¿qué te parece una sesión de yoga, un poco de entrenamiento en las máquinas y luego nos vamos a casa a refrescarnos antes de conocer los detalles de nuestro pequeño viaje familiar? —Suena como música para mis oídos, hermana. —Asentí, emocionada por el plan que Sam acababa de proponer. Estaba deseando disfrutar de un tranquilo momento de ejercicio y relajación antes de sumergirnos en los asuntos familiares.
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