Capítulo 25

2350 Words
Octavia El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados, mientras las últimas luces del día se reflejaban en el espejo retrovisor del automóvil. El interior del coche estaba inundado de una cálida luz de atardecer, que creaba destellos en los rostros de mi familia mientras viajábamos juntos. El aire acondicionado zumbaba suavemente, llenando el espacio con un fresco y ligero aroma a pino. Mis dedos jugaban con el extremo de mi sudadera mientras escuchaba la charla de mi padre. Su mirada se reflejaba en el espejo retrovisor, llena de emoción y anticipación. Hacía más de una hora que habíamos salido de casa, y la curiosidad había estado creciendo en mí como un hormigueo constante en el fondo de mi mente. La voz de Sam interrumpió mis pensamientos, cargada de hastío y frustración. —¿Podrías decirnos de una vez a dónde nos llevas? —preguntó con impaciencia, una expresión de cansancio en su rostro. Desde que salimos, habíamos estado tratando de averiguar a dónde nos dirigíamos, pero papá había sido inflexible en mantenerlo en secreto. —Por última vez, Sam, es una sorpresa —respondió papá, su tono divertido pero firme. Miró por el espejo retrovisor, sus ojos brillando con complicidad. —Mejor piensa en un juego para distraerte. Todavía nos quedan dos horas por delante. La autopista se extendía ante nosotros, un camino interminable que parecía fusionarse con el horizonte. Los autos pasaban rápidamente, creando un suave zumbido de fondo. Sam asintió con una mueca de resignación, dispuesta a aceptar el desafío de papá. Miré por la ventana, viendo cómo el sol se desvanecía poco a poco en el cielo, dando paso a las primeras estrellas que comenzaban a titilar. Aún seguíamos en la autopista, pero vi el cartel que informaba que estábamos entrando en otro estado. La vista, aunque hermosa, me estaba cansando, y sentí que los párpados comenzaban a pesarme. Cerré los ojos, dejando que la suave brisa del aire acondicionado acariciara mi piel y mis pensamientos se desvanecieran en un mundo de sueños. *** "Despierta, Vi". La voz de Darcy resonó en mi mente, sacándome de mis sueños. Parpadeé somnolienta y miré a mi alrededor. Sam yacía profundamente dormida a mi lado, su rostro sereno y sus respiraciones regulares. Un rayo de luna filtrado a través de la ventana iluminaba su cabello claro y le daba un brillo mágico. Mis padres estaban sentados delante, charlando en voz baja. No pude evitar escuchar su conversación, a pesar de mi intento de mantenerme dormida. —Tenemos que decirles la verdad —estaba diciendo papá con preocupación en su voz. —No, no podemos —respondió mamá en un susurro—. Nos odiarán si se lo contamos. Querrán buscar a sus padres biológicos y nos abandonarán. No estoy preparada para eso. No puedo... Su voz se quebró en sollozos, y pude ver las lágrimas deslizándose por sus mejillas en la penumbra del auto. —Mi amor, mírame por favor —suplicó papá, tomando su rostro con una mano—. No hicimos nada malo, amor. Las encontramos en ese bosque, estaban solas, deshidratadas y pasando frío. ¿Por qué crees que nos abandonarán? Ellas nos aman, cariño, y nosotros las amamos a ellas. Son nuestras pequeñas niñas, y eso no cambiará. Mamá sollozó aún más fuerte, y mi corazón se apretó de dolor al verla sufrir de esa manera. —¿Es por esto que elegiste este lugar para pasar unos días? ¿Tenías que traerlas de vuelta al lugar donde las encontramos? ¿Y si alguien las reconoce e intentan alejarlas de nosotros...? —mamá continuó con sus temores y preocupaciones. —Amor, sabes cuánto amo a Vi y a Sam. No permitiría que nada ni nadie las alejara de nosotros. Ellas merecen saber la verdad. No podemos esconderlo para siempre —explicó papá con paciencia y cariño. La conversación me golpeó con fuerza. ¿Nos habían abandonado en un bosque? Éramos solo unas niñas en ese momento. La tristeza y la ira se mezclaron en mi interior. ¿Qué habría sido de nosotras si mamá y papá no nos hubieran encontrado y adoptado? Mamá debía saber que nunca la abandonaríamos. Ellos eran nuestra familia, aunque no compartiéramos la misma sangre. Sentí lágrimas rodando por mis mejillas mientras luchaba por controlar los sollozos que amenazaban con escapar de mi garganta. Mi corazón se sentía pesado, pero sabía que no podía revelar que estaba despierta y escuchando su conversación. "Estaremos bien, Vi", me susurró Sam mentalmente, como si hubiera sentido mi angustia. "No los abandonaremos, y ellos tampoco lo harán. Somos una familia. Lo demás no importa". Deseé poder abrazarla en ese momento, compartir la seguridad y el consuelo que su voz transmitía. Anhelaba poder decirle a mamá que no nos iríamos a ningún lugar, que éramos su familia, que no importaba lo que hubiera sucedido en el pasado. Pero sabía que tenía que respetar la decisión de mis padres y darles el tiempo que necesitaban. —Espera unos días, por favor. Antes de regresar se lo diremos, pero déjame disfrutar de mi familia tal cual es antes de decirles algo. Solo, no quiero que nos miren diferente o enloquezcan y se quieran ir. Por favor, amor, por favor... —Mamá ya no podía controlar los espasmos y sollozos. Papá le apretó una de sus manos y la miro. —Si amor. Está bien por mí. Sentí movimiento frente a mí y me imaginé que mamá se había girado para mirarnos. Nos hicimos las dormidas, tratando de ocultar que habíamos estado escuchando. Papá, aparentemente ajeno a nuestra situación, comenzó a seleccionar música, llenando el auto con una serena melodía que nos ayudó a regresar al mundo de los sueños. Después de unos kilómetros más de carretera, sentí que me sacudían suavemente. —Llegamos, cariño —me llamó mamá con una sonrisa. —Vamos, bellas durmientes, las tiendas de acampar no se arman solas. Llegamos tarde y nos toca hacerlo a oscuras. ¡Gran experiencia, eh! —añadió papá con entusiasmo. Sam rio a mi lado y salió del auto para ayudar a papá con las tiendas. Mientras tanto, mamá me acarició la mejilla cariñosamente. —Te amo, mamá —le dije con gratitud en mi voz. —Y yo te amo a ti, princesa. Anda, vamos a ayudar con esas tiendas. Dejamos el auto en un improvisado estacionamiento a varios metros de la ruta. A nuestro alrededor, solo veíamos un espeso bosque que se perdía en la oscuridad. Una sensación de nostalgia y tristeza me invadió mientras observaba el bosque. ¿Había sido este el lugar donde nos abandonaron? Suspiré. Papá solía contarnos sus viajes y experiencias antes de nosotras, antes que nos adoptaran. Habíamos aprendido que, desde que se conocieron, habían viajado a muchos lugares, explorando y conociendo el mundo juntos. Fue en un viaje a las montañas donde papá le propuso matrimonio a mamá. Ella siempre se reía al recordar la historia, cómo papá le colocó el anillo mientras ella dormía y no se dio cuenta de la joya hasta una semana después. Desde que llegamos a su vida, habían dejado esos viajes que hacían por semanas, íbamos de viaje cada vez que papá tenía un descanso largo del trabajo. No nos reprochaban nada, al contrario, nos habían dejado claro en más de una ocasión que éramos su aventura más importante, la más arriesgada de todas y la que, sin lugar a dudas, más amaban. Esperaba que, una vez que nos fuéramos a la universidad, pudieran retomar su espíritu aventurero y volver a viajar en busca de sus propias aventuras. Ayudé a mamá a cargar las maletas mientras seguimos a papá y Sam por un sendero iluminado por la tenue luz de la luna. El suelo bajo nuestros pies era firme y suave, con solo algunas hojas crujientes que indicaban la cercanía del bosque. El suave murmullo de un río cercano llenaba el aire con una serenidad reconfortante. El cielo despejado se abría ante nosotros, revelando una luna llena brillante y un sinfín de estrellas centelleantes que competían por atención en el lienzo celestial. Finalmente, llegamos a un prado amplio y hermoso. El suelo era sorprendentemente nivelado, apenas una colina o irregularidad en la vista. Desde nuestro lugar, podíamos escuchar el río más claramente, su murmullo suave y constante se mezclaba con el susurro de las hojas en el viento nocturno. Mi mirada se posó en el lugar donde íbamos a acampar. Papá y Sam estaban montando nuestra tienda con habilidad, mientras las sombras danzaban a su alrededor. Mamá me hizo señas para que la ayudara, y corrí a su lado. —Vamos a trabajar rápido, no queremos que los monstruos del bosque nos encuentren a la intemperie —dijo papá, su voz baja aportando un toque de misterio al lugar. —Como si unas tiendas evitarán que nos coman —se burló Sam, su risa resonando suavemente en la noche. Fue gratificante ver que mamá y papá seguían siendo tan diestros en la tarea de armar una tienda después de tantos años. La calidez del fuego que papá encendió a un lado de las tiendas se extendió por el lugar, proporcionando un respiro de la fresca noche. Las sombras bailaban alrededor de la fogata, creando un ambiente acogedor que contrastaba con los cuentos de terror que papá nos relataba. Las historias sobre hombres lobo y vampiros con superpoderes se entrelazaban con los susurros del bosque circundante. A pesar de las narraciones aterradoras, me sentí segura y amada, rodeada de mi familia en este hermoso rincón de la naturaleza. La fogata creaba un ambiente cálido y acogedor. La danza de las sombras alrededor de las llamas parecía ser la coreografía perfecta para la noche. Mi corazón estaba lleno de gratitud por tener a mamá, papá y Sam a mi lado, compartiendo esta aventura juntos. Las risas ocasionales que surgían de los relatos exagerados de papá eran contagiosas. Sam y yo nos mirábamos de vez en cuando, compartiendo sonrisas cómplices que solo las hermanas podían entender. A pesar de las preocupaciones y el misterio que rodeaba a nuestra existencia, esta noche me sentía completamente feliz y en paz. Entonces, como un relámpago en medio de la noche estrellada, Darcy envió un anuncio en mi mente que me dejó petrificada. "Alguien nos está vigilando", me susurró, y el mundo se detuvo a mi alrededor. "¿Qué quieres decir con 'vigilando'?" pregunté, tratando de mantener la calma mientras mi mente se llenaba de inquietud. "Nessy sintió a dos lobos acercándose desde el sureste", explicó Darcy. Levanté la mirada en esa dirección, pero no vi nada más que los oscuros contornos de los árboles en la noche. "No veo nada", respondí, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de mí. "Aún no llegan...", murmuró Darcy, manteniendo su voz en un susurro. "Bien, bien", traté de tranquilizarme, pasándome las manos por el pelo. "Podemos correr, llegar al auto." "Nos alcanzarían antes", advirtió Darcy, y el nudo en mi estómago se hizo más grande. Mis músculos se tensaron mientras seguía la mirada de Sam hacia el sureste. Aunque mi vista no percibía amenazas visibles, una oleada de ansiedad recorrió mi cuerpo. Miré a Sam, que tenía la vista fija en los árboles, sus músculos tensos bajo mi mano. Toqué su brazo, pero no me miró, y su respuesta me llenó de preocupación. Giré la mirada hacia mis padres, quienes seguían charlando animadamente entre ellos, ajenos a la situación. Decidí actuar con disimulo, bostecé exageradamente, esperando que todos notaran mi agotamiento y sugirieran retirarnos sin entrar en pánico. —¡Ay, qué cansancio! ¿Vamos a dormir? —interrumpí, tratando de ocultar mi inquietud bajo la apariencia de fatiga. Mi sugerencia pareció extraña y papá respondió riendo: —¿Qué dices? Es temprano aún. Podemos estar despiertos un rato más, pero si quieres, puedes ir a dormir... A menos que tengas miedo —añadió en tono juguetón. —Sabes que son solo cuentos, ¿no? —No, si es que... —no pude terminar mi frase, ya que no había encontrado una excusa que no pareciera extraña. Necesitaba una razón para convencer a todos de que nos fuéramos de ese lugar. Mis ojos se abrieron con horror cuando dos figuras ominosas emergieron de entre los árboles como sombras vivas, dos hombres surgieron del bosque como espectros en la oscuridad. Su apariencia era aterradora. Tenían torsos musculosos y cuerpos cubiertos de cicatrices, algunas de las cuales brillaban de manera inquietante bajo la luz de la luna. Los cabellos largos y desaliñados les caían por la espalda, dándoles un aspecto salvaje y siniestro. Sus ojos eran profundos y sin emoción, como si hubieran perdido toda humanidad. Las cicatrices en sus rostros solo añadían a su aspecto temible, otorgándoles una apariencia de depredadores implacables. El temor se apoderó de mí, y las palabras de Darcy resonaban en mi mente, recordándome que no estábamos a salvo. —Vaya, vaya, Rick, mira lo que nos regaló la Diosa Luna —dijo uno de ellos mientras pasaba la lengua por los labios. —Mmmm, huelen delicioso... Sus palabras lascivas y su manera de mirarnos llenaban el aire de una tensión amenazante. La mención de la "Diosa Luna" solo hacía que su presencia fuera más inquietante. Estábamos indefensos en medio del bosque, enfrentando a estos hombres cuyas cicatrices eran un testimonio de su violencia pasada. La luna llena arrojaba una luz fantasmal sobre ellos, y el miedo se apoderaba de nosotros mientras esperábamos lo peor. Papá se puso de pie y trató de calmar la situación, diciendo: —Disculpen, señores, no estamos buscando problemas. Estamos pasando un momento en familia. Les pido que se vayan y nos dejen en paz. Sin embargo, los hombres se miraron el uno al otro y estallaron en carcajadas que resonaron por todo el bosque. Mamá tomó la mano de Sam, y yo me posicioné al lado de papá, preparándonos para correr si era necesario. —Me parece que es un no a esa petición —dijo el hombre mientras saltaba hacia adelante, directo hacia nosotros.
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