Capítulo 26

1708 Words
Orión Había terminado de registrar toda la casa de la manada. Mis sentidos de lobo estaban alertas mientras olfateaba cada rincón, escudriñando con la vista y escuchando atentamente. Tenía la confianza de que los intrusos no habían llegado tan dentro del territorio como para llegar a la ciudad, pero tenía que estar seguro. Los enlaces con la mayoría de las personas de la manada llegaban, informando que no habían encontrado nada en sus hogares y algunos espacios públicos. Un suspiro de alivio escapó de mis labios, y una sensación de calma se apoderó de mí. Estaba en mi oficina, sentado en mi escritorio, revisando nuevamente las carpetas confiscadas del auto y la información que tenía sobre el cuerpo de la chica en el bosque. La sensación de inquietud persistía, y mi mirada se centró en las fotografías de la chica, la víctima de esta horrible tragedia. Se llamaba Gala. Había estado en el baile de graduación, por lo tanto, era conocida de Octavia. Cerré los ojos un momento, imaginando el horror que debió de haber enfrentado. La interrogaron, utilizando tortura de la peor clase. Habían arrancado todas sus uñas, dejando su rastro de dolor en cada uno de sus dedos. Las imágenes en las fotografías revelaban heridas profundas, mucho más allá de simples cortes; eran quemaduras que debieron hacer con algún objeto punzante. Mi garganta se apretó mientras imaginaba el sufrimiento que había soportado, la piel y la carne consumidas por el fuego. Las mordeduras en su cuerpo estaban en cada parte que no estuviera quemada. Cada marca era un testimonio del tormento al que fue sometida. Mi pecho se apretó, y un nudo se formó en mi estómago. Aquella cantidad de tortura, aquel dolor infligido me revolvió el estómago. Era una chica inocente, una humana, que no podía defenderse de las atrocidades a las que estábamos acostumbrados algunos lobos en este mundo oscuro. No tenía problema en aplicar ese tipo de torturas y algunas aún peores, pero solo contra el enemigo, nunca contra alguien inocente. La tortura que recibió Gala tuvo que romperla. Era casi seguro que había llegado un punto en el que ella debió dar el nombre de Octavia para intentar salvar su vida. Por el nivel de la tortura que soportó, podía decir que demoró en romperse o, tal vez, no recordaba mucho de esas noches mientras estaba inconsciente. La incertidumbre sobre si los enemigos conocían o no la existencia de mi compañera nublaba mis pensamientos. Mi mandíbula se apretó, y un rugido de ira resonó en mi interior. Era hora de encontrar respuestas y justicia para Gala, y también proteger a mi compañera Octavia de cualquier peligro que pudiera acecharla. Solo esperaba el mensaje de Lucas para que me calmara el alma. Ella tiene que estar bien. Ella está a salvo en su casa. Ella sigue respirando. Ella está viva. Repetí eso una y otra vez en mi cabeza convirtiéndolo en mi mantra personal. Cerré los ojos, tratando de encontrar un poco de paz en medio de la tormenta de pensamientos y emociones que me envolvía. Dos golpes en la puerta de la oficina me sacaron de mi meditación. El sonido me hizo saltar ligeramente en mi asiento, pero me recompuse en un instante. El silencio en la oficina se volvía opresivo, como un peso invisible que se cernía sobre mis hombros. Cada segundo que pasaba sin noticias de Octavia me hacía sentir más inquieto, como si estuviera atrapado en una pesadilla interminable. Mi mente estaba llena de pensamientos oscuros y temores, y podía sentir la tensión en mi cuerpo, como si cada músculo estuviera en alerta máxima. "Adelante", conecté mentalmente a mi padre. Sabía que era él por su olor. No tenía fuerzas para hablar en ese momento, mi mente estaba ocupada con pensamientos y preocupaciones. —Hemos revisado la casa. No hay nada. —Mi padre se detuvo cerca de mi escritorio y me miró con preocupación—. ¿Estás bien? —No, padre, no estoy bien y no estaré bien hasta que tenga a mi compañera en mis brazos, donde pertenece. Mi voz temblaba, y mis ojos reflejaban la angustia que sentía. Cada parte de mi ser estaba inmersa en una mezcla de miedo, ansiedad y desesperación, que se manifestaba en una tensión palpable. Aún no había pensado en cómo haría para tener a Octavia conmigo, pero lo fundamental era que estuviera a salvo. —Comprendo, hijo. Una vez me sentí igual, sabes... —mi padre vaciló un momento—. No lo sabes, pero tenías un poco menos de 3 años cuando un lobo secuestró a tu mamá. Fueron los peores días de mi vida. —Suspiró mientras se sentaba en una silla frente a mi escritorio. —¿Qué? ¿Cómo es que nunca lo supe? —me enderecé en mi lugar, sintiéndome sorprendido por la revelación. —No es algo que a tu mamá le guste recordar. Solo compartimos los buenos recuerdos con ustedes. Tú, Samuel y... —tragó saliva—. Ustedes tres lo eran todo para nosotros. Tú y Samuel lo son. No hay nada que no haríamos por su felicidad, hijo, así que hay partes de nuestra historia que no queremos compartir. Por suerte, todo salió bien. Tu mamá está con nosotros, y después de esa situación, nadie más se atrevió siquiera a mirarla. —Mataste al hijo de puta —no era una pregunta. —Águila de sangre, públicamente. No necesité escuchar nada más. Una sonrisa siniestra se dibujó en sus labios, y la secundé con la mía propia. Sabía que haría lo mismo por Octavia, por su seguridad. La venganza se convertiría en una motivación implacable. —Gracias por la idea, papá. Ahora vamos a patrullar —dije levantándome de mi asiento y caminando hacia la puerta, sabiendo que compartirían esa parte de su historia cuando estuvieran listos. Antes de llegar, un enlace me despertó la adrenalina, y mi cuerpo se preparó para lo que vendría a continuación. "Hay movimiento Alfa, olor desconocido, más o menos 8 lobos enemigos. Este de la frontera del territorio." Era Robin, un guerrero de los adultos. Su voz resonaba en mi mente como un eco urgente, y un escalofrío recorrió mi espalda mientras procesaba la información. "En camino," le respondí, sintiendo la tensión en mi voz mientras repetía a mi padre el mensaje. Luego me comuniqué con los demás lobos de la manada, transmitiendo nuestras órdenes: "Las dos patrullas más cercanas al este de la frontera acompañen a Robin y su equipo. Los demás mantengan posiciones y estén alertas." "Si, Alfa," confirmaron los enlaces, y podía sentir la determinación en sus respuestas. Corrimos por el bosque con papá en nuestra forma de lobo. La oscuridad del bosque nos rodeaba, pero nuestros sentidos estaban agudizados, permitiéndonos ver, oler y oír claramente en la noche. Las hojas crujían bajo nuestras patas, y el viento susurraba secretos en nuestras orejas. Su lobo era grande, de ojos de un amarillo intenso, su pelaje rojizo brillaba bajo la luz de la luna. Cada paso que daba resonaba con la autoridad de un Alfa experimentado, y su presencia imponía respeto. Ciro era un poco más grande, en promedio era más grande que cualquier otro Alfa que se haya conocido. Con el pelaje n***o como la noche y ojos verdes brillantes que parecían penetrar en la oscuridad, su mera apariencia era intimidante y poderosa. Llegamos en poco tiempo a la zona de avistamiento de los enemigos. El sonido de la batalla llegaba a nuestros oídos, un coro de gruñidos, aullidos y golpes. La adrenalina fluía a través de mi cuerpo, y mi corazón latía con fuerza mientras me preparaba para el combate. Roy, el lobo de papá, me miró y sonrió ante la acción, compartiendo mi entusiasmo por la batalla que se avecinaba. Su mirada reflejaba la confianza y la experiencia de un guerrero endurecido por numerosas batallas. Salté hacia adelante, clavando mis dientes afilados en el cuello de uno de los lobos enemigos. Susurros de dolor llenaron el aire mientras su vida se extinguía rápidamente, y el sabor metálico de su sangre llenó mi boca. Murió antes de que su cuerpo tocara el suelo, y mi lobo liberó un aullido de victoria en medio del caos de la batalla. "Dejen a uno solo con vida. Maten al resto," ordené consciente de que necesitábamos información sobre sus intenciones. Me giré en el momento justo en que vi a un lobo abalanzarse sobre papá, quien estaba atacando a otro enemigo. La furia se apoderó de mí mientras arremetía contra el segundo lobo, golpeándolo contra un árbol con una violencia despiadada. El sonido de los cuerpos chocando, el olor del sudor y la sangre en el aire y la furia ardiente en mi pecho creaban un ambiente frenético y salvaje en medio de la oscuridad del bosque. Mordí una de sus patas con tanta fuerza que la arranqué, sintiendo cómo la carne cedía ante la presión de mi mandíbula. El sabor metálico de la sangre llenó mi boca, y un rugido salvaje escapó de mi garganta. La Diosa Luna parecía sonreír con satisfacción, alimentando mi sed de batalla. Escuché un alarido familiar en medio de la carnicería, y giré en dirección a mi padre. Estaba en su forma humana, la sangre manaba de una herida en su pecho, y la preocupación se apoderó de mí. La furia ardía en mis venas mientras saltaba en su defensa. En el mismo instante en que el lobo atacante pretendía poner fin a la vida de mi padre, salté sobre él, con mis colmillos listos para acabarlo. Clavé mis dientes y garras en su piel, destrozándolo con ferocidad y rabia. Cada golpe era un acto de venganza por el daño infligido a mi padre, y disfruté con cada movimiento asesino. "Alfa, todos están muertos. Tenemos a un prisionero ya", la voz de Robin rompió mi furia asesina y me obligó a apartarme de mi víctima. Mi lobo aún gruñía, luchando contra la bestia interior que la batalla había liberado. "Jackson, lleva a mi padre al hospital de la manada. Enlaza al doctor antes de llegar", ordené con urgencia, y Jackson asintió antes de tomar a mi padre en sus brazos y desaparecer entre los árboles.
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