Capítulo 23

2007 Words
Orión Estaba sentado en mi estudio, un elegante rincón con paredes de color marfil y grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol de la tarde. Mi escritorio de caoba pulida ocupaba el centro de la habitación, donde papeles y documentos se apilaban en orden meticuloso. Sostenía el teléfono con una mano, observando fijamente la foto de Octavia que me había enviado aquel número desconocido. Los rayos de sol filtrados por las cortinas de seda dorada bañaban la imagen, resaltando su belleza sobrenatural. Tres días. Habían pasado tres interminables días desde que despertamos en ese callejón oscuro y sucio, en medio de un caos nocturno. No podía evitar sentir una oleada de frustración al recordar el encuentro. Mi mente aún retumbaba con el eco del golpe que Sam me había propinado, un latigazo de dolor que me dejó inconsciente en un abrir y cerrar de ojos. La habitación estaba impregnada con el aguijón de mi orgullo herido, mi ego maltrecho por haber sido derrotado por una chica. Los recuerdos del momento volvieron con fuerza. El sonido de los gritos de Lucas, el choque de metal contra mi cabeza, el aire eléctrico cargado de tensión. Esa noche, había sido testigo de lo extraordinario. Sam había inmovilizado a Lucas con una destreza y rapidez que desafiaban cualquier explicación lógica. Los sentimientos encontrados me embargaron, mezclando la incredulidad con la admiración. Al despertar, ellas ya se habían desvanecido en la oscuridad de la ciudad. Pasamos horas rastreando las calles, pero su esencia se había desvanecido como un suspiro en el viento. La impotencia me carcomía, y sabía que debíamos regresar a nuestro territorio. Cerré los puños con fuerza, recordando el sabor amargo de la derrota, y reuní toda la fuerza de voluntad y paciencia que pude encontrar para dejar atrás la búsqueda y regresar a casa. —Me puedes explicar, ¿qué diablos pasó? —La pregunta brotó de mis labios mientras Lucas y yo cruzábamos el umbral que marcaba nuestro territorio. El olor de la tierra húmeda y los árboles añejos llenó mis sentidos, proporcionando un inconfundible alivio. Pero mi preocupación por Octavia y Sam no se desvanecía. Lucas, visiblemente afligido, finalmente rompió su silencio. —Ella me pidió que la hiciera mía. Le mencioné la marca, y ella lo pidió. No lo pensé con claridad, solo deseaba que Sam fuera mía, sin interferencias. Cerré los ojos por un momento, dejando que la decepción y la exasperación fluyeran. —Eres un completo idiota —murmuré entre dientes, sintiendo una punzada de dolor en mi cabeza. —Me dijiste que fuéramos despacio, que les diéramos tiempo, y todo esto para terminar arruinándolo. Lucas no respondió de inmediato. En cambio, dejó caer su cabeza entre sus manos, su espalda temblando con la tensión que atormentaba su cuerpo. Había intentado comunicarse con Sam, rastrear su ubicación en el mapa, pero ella había apagado su teléfono, y la desesperación de Lucas había culminado con la impotencia. En un arrebato de ira y frustración, rompió su teléfono con las manos. El sonido del dispositivo hecho añicos resonó en el silencio del auto, dejándonos sin pistas para seguir el rastro de las dos hermanas en la inmensa ciudad. "Alfa tiene que venir de urgencia." La voz de Morgan resonó en mi mente, arrancándome de mis pensamientos y devolviéndome al presente. "Dónde," pregunté de inmediato, mientras observaba a través de los altos ventanales de mi oficina. "Este del territorio, por el camino que lleva a las montañas," informó él, su voz llena de urgencia. "En camino," respondí, dejando a un lado los documentos y saliendo de la casa de la manada. Avancé por el sendero que se adentraba en la espesura de los bosques que rodeaban nuestro territorio, en dirección al este, hacia las majestuosas montañas que se alzaban en la distancia. Permití que Ciro tomara el control, y en cuestión de segundos, nuestra forma humana se desvaneció, transformándonos en un lobo poderoso. Corrimos a toda velocidad, sintiendo la libertad de nuestros músculos, esquivando árboles y saltando por encima de rocas. No había nada como el placer de darle a Ciro el mando, dejando que se estirara y liberara toda su energía, mientras la adrenalina recorría nuestras venas. "Huelo sangre," gruñó Ciro, acelerando el paso, y el instinto de depredador en nosotros se despertó aún más. Llegamos al lugar indicado después de correr durante unos veinte minutos. La visión que se nos presentó nos dejó petrificados en el sitio. Una joven estaba colgada de un árbol, y no era la primera vez que la veía. Recuperé mi forma humana, y alguien de la manada me arrojó un par de pantalones deportivos que rápidamente me puse antes de acercarme al cuerpo. —¿Qué diablos pasa aquí? —exclamé, una mezcla de ira y confusión llenando mis palabras. La escena ante nosotros era inquietante, y teníamos muchas preguntas sin respuesta. —Estábamos patrullando la zona cuando sentimos la presencia de alguien. Corrimos hasta llegar aquí y nos encontramos a esta chica en este estado. Cuatro de los chicos que patrullaban con nosotros están siguiendo el rastro que dejó el intruso, Alfa —explicó uno de los miembros de la patrulla, su voz mostraba inquietud. Lucas se unió a nosotros, y sus ojos se abrieron como platos al reconocer a la chica. —¿Es ella...? —preguntó con sorpresa. —Sí —confirmé con voz sombría—, esa es la chica de las fotos que tenían los prisioneros. Era la chica que se nos acercó en el baile. No podía apartar la vista de la chica, a pesar de la macabra escena ante nosotros. Estaba colgada de las manos, completamente desnuda. Su cuerpo estaba marcado por cortes y mordeduras, y su rostro mostraba un horror congelado. Estaba claro que había muerto en medio de un sufrimiento atroz. Lo que más llamó mi atención fue una nota clavada en su estómago con un cuchillo. Sin pensar, me acerqué y arranqué el cuchillo, liberando la nota que quedó pegada a su cuerpo por la sangre coagulada. —Por lo visto llevaba un par de horas muerta antes de encontrarla —informó alguien detrás de mí. Aunque escuchaba sus palabras, no podía apartar la vista de la nota. Gracias por conducirnos directamente hasta ella. S.O. Mis instintos se encendieron ante esas iniciales. S.O., sombras oscuras, pensé. Pero lo que estaba tallado debajo de esas palabras me hizo hervir la sangre y dejar la nota olvidada. Ella no es Luna. —No puede ser... —murmuró Lucas, su voz cargada de conmoción. Las piezas del rompecabezas empezaban a encajar, y lo que revelaba la nota y el mensaje en el cuerpo de esta chica era perturbador. Había algo mucho más oscuro y siniestro detrás de todo esto, algo que afectaría a nuestra manada de maneras que ni siquiera podíamos imaginar. El peso de la revelación sobre la chica asesinada nos golpeó con fuerza. Ellos lo sabían desde el baile, habían seguido nuestros pasos y creído que esta chica era mi compañera. La habían torturado y asesinado como un mensaje siniestro. Eso significaba que habían descubierto que no era Luna, y lo peor de todo, eso solo podía significar que también rastrearían a las otras dos chicas de las fotos. Octavia estaba en peligro, y el miedo se apoderó de mí. —Tenemos que ir a su casa, Alfa. Tenemos que ponerlas a salvo —me habló Lucas con temor en su voz. Asentí con determinación, consciente de que no podíamos perder más tiempo. Miré a todos los miembros de la manada que estaban a nuestro alrededor. Nadie más parecía entender el mensaje oculto en el abdomen de la chica, solo Lucas y yo comprendíamos su significado. Actué rápidamente y conecté con todos los activos de la manada. "Reunión urgente con todos en el patio de la casa de la manada en veinte minutos", transmití mi orden mentalmente, sabiendo que no teníamos un minuto que perder. "Sí, Alfa," respondieron al unísono. —¿Qué hacemos con la chica? —preguntó alguien. —Cúbranla y déjenla en un lugar cerca de la ciudad, en territorio humano. Su familia merece un cierre —ordené mientras me daba la vuelta y me transformaba al instante, preparado para correr de regreso a la casa de la manada. Eloy se unió a mí, y juntos corrimos hacia la casa, conscientes de que una amenaza acechaba y debíamos tomar medidas para proteger a Octavia. Lucas me miró con desesperación en los ojos y suplicó: "Dime que tienes un plan". Sabía que tanto Octavia como Sam estaban en peligro, y la incertidumbre lo estaba consumiendo. Respiré hondo antes de responder, tratando de transmitir calma a mi Beta. "Alguien ha entrado en nuestro territorio para dejarnos un mensaje. Tenemos que aumentar la patrulla. ¿Recuerdas la dirección de la casa de Sam?" pregunté, aunque ya conocía la respuesta. "Sí, la memoricé," respondió Lucas con determinación. "Bien, irás con un grupo de lobos de confianza para custodiar la zona. Mantente en contacto si algo sucede. Solo a ellos se les informará de la existencia de Octavia. Lucas... ella es la prioridad, ¿entiendes?" Le recordé, sabiendo que su instinto de Beta lo obligaría a proteger a su Luna por encima de todo, incluso si eso significaba priorizarla sobre su propia compañera. Lucas suspiró con pesar, entendiendo el dilema en el que estaba atrapado. "Lo sé, llevaré a los mejores. No permitiré que les pase nada. ¿Y tú? ¿No vas a ir?" "Debo quedarme, aunque no lo desee," le expliqué. Tenía la responsabilidad de encargarme de la situación en la manada, asegurarme de que el intruso se hubiera ido y no representara una amenaza para nosotros. Tenía que proteger a la manada. "Está bien," asintió Lucas, tomando su papel con seriedad. "Nos mantendremos en contacto a través del teléfono. Llevaré a Samuel, Morgan y Kole." "Conéctate con ellos tres. Les explicarás todos los detalles en el viaje. Deben salir en menos de 5 minutos," le dije, enfocándome en la organización de la respuesta de emergencia. Cada segundo contaba en esta situación crítica. Llegamos a la casa de la manada y nos dirigimos directamente a mi oficina. En un instante, volvimos a nuestra forma humana y nos vestimos rápidamente. Salimos en silencio, tomando rutas separadas. El patio de la casa de la manada se extendía frente a mí, un espacio amplio y tranquilo en medio del bosque. Los árboles circundantes lanzaban sombras alargadas, y la suave brisa del atardecer hacía que las hojas temblaran levemente. El cielo se estaba tiñendo de colores cálidos a medida que el sol descendía en el horizonte. Me acerqué al grupo de lobos que esperaban pacientemente, sus ojos fijos en mí. Inspiré profundamente y hablé con voz firme y clara, tratando de transmitir la gravedad de la situación. —Hace al menos dos horas, un intruso ingresó en nuestro territorio. Un grupo de exploradores siguió su olor y sus huellas, pero regresaron sin obtener información al respecto. Tenemos dos posibilidades aquí: o ya se ha ido o sigue en la ciudad —dije, recordando que no era la primera vez que enfrentábamos una situación así, pero sí era la primera vez desde que asumí el mando de la manada. Las miradas atentas de los lobos se posaron en mí, algunos con preocupación en sus ojos. —Haremos lo siguiente: estableceremos un toque de queda esta noche, comenzando a las 7 pm. Cada uno de ustedes revisará minuciosamente sus casas para descartar la presencia del intruso. El turno nocturno de patrulla recorrerá los bosques de los alrededores en busca de pistas. No deben perder de vista la frontera —instruí, consciente de la necesidad de mantenernos alerta. La respuesta fue un coro unísono de "Sí, Alfa", mientras asentían con determinación. Los despedí con un gesto de agradecimiento y regresé a mi oficina. Envié un mensaje a Lucas para coordinar aún más la respuesta a esta emergencia. Orión Todo en marcha por aquí. Espero tu informe en cuanto llegues. Lucas Sí, Alfa.
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