Capítulo 27

1217 Words
Orión Cambié a mi forma humana y me acerqué al prisionero que yacía arrodillado frente a Robin. Temblaba de pies a cabeza, su piel estaba cubierta de sangre y apenas podía distinguirse su color original. La tensión en el aire era palpable, y mis ojos ardían con determinación. —Si respondes, te garantizo una muerte rápida —le dije con la voz baja y amenazante —sino lo haces, te torturaremos de la forma más dolorosa y lenta que exista... ¿Quién te envió? —El... El... El Alfa... De las... Sombras oscuras —balbuceó apenas, sus palabras temblorosas y entrecortadas. —¿Por qué? —Pregunté entre dientes, sabiendo que la respuesta sería aterradora. —Di... Distracción. La palabra resonó en el aire, dejando un frío helado en mi piel y un nudo en mi estómago. Mi mente se llenó de imágenes de mi compañera, Octavia, y la posibilidad de que estuviera en peligro me llenó de terror. —¿Cuál era su objetivo principal? —Mi voz temblaba con una mezcla de ira y ansiedad. —Lu... Luna... —¿Dónde? —No... No... No lo sé — mis manos se convirtieron en garras, y clavé el puño en el pecho del lobo herido. En un abrir y cerrar de ojos, su corazón dio su último latido en mi mano. El cadáver inerte cayó a mis pies, y el bosque silencioso parecía esperar la próxima oleada de caos que se avecinaba. "Limpien el lugar, manténganse atentos. Podrían venir más", ordené y cambié en mi forma de lobo antes de emprender el veloz regreso a la ciudad. Cada zancada a través del bosque resonaba en mis oídos, el viento fresco acariciaba mi pelaje, y la adrenalina seguía bombeando a través de mis venas mientras mi mente se llenaba de pensamientos sobre Octavia. Llegué al hospital al mismo tiempo que mi madre, quien sostenía una bolsa en sus manos. Cambié de nuevo a mi forma humana, agradeciéndole el gesto mientras tomaba la ropa que me tendía. —Alfa —el doctor nos esperaba en la entrada, y su voz me trajo cierto alivio —. Su padre se está recuperando, ha sufrido cortes en la piel y heridas profundas, pero no ha afectado ningún órgano importante. Mañana estará de alta. Un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras abrazaba a mamá. Juntos entramos en la habitación de papá, donde pude verlo descansando. Su semblante se iluminó al vernos. —Has perdido tu habilidad de pelea, casi te matan ahí fuera —bromeé, tratando de aligerar el ambiente, y él respondió con un bufido. —Se necesita más que eso para matarme, hijo. Ven, amor mío, me curaré más rápido si estás a mi lado —dijo esto último en voz suave, dirigiéndose a mamá. Los dejé a solas, sintiendo un anhelo profundo por mi compañera, mientras salía de la habitación y regresaba a mi oficina. Ese momento de cercanía entre compañeros me hizo desear aún más a Octavia. La incertidumbre sobre su paradero me estaba volviendo loco. Me dirigí a mi escritorio y revisé mi teléfono, pero no había mensajes. Rápidamente me despojé de la ropa manchada de sangre y me dirigí a la ducha. Afortunadamente, mi oficina contaba con un baño privado, por lo que la limpieza no llevaría mucho tiempo. El baño adyacente a mi oficina era igual de impresionante. Estaba diseñado con buen gusto, con azulejos de mármol claro en las paredes y el suelo, que reflejaban la luz de manera hermosa. Una ducha a ras de suelo ocupaba una esquina de la habitación, con una mampara de vidrio que separaba el área del lavabo. Los grifos de la ducha eran de acero pulido, y la regadera grande liberaba un chorro revitalizante de agua caliente que se sentía como una caricia en la piel. Entrar en la ducha era como sumergirse en un remanso de tranquilidad. El olor perfumado del jabón llenaba el aire, y el agua tibia se deslizaba por mi cuerpo, eliminando la sangre y la tensión del combate reciente. Cerré los ojos y me permití un breve momento de relajación, dejando que la ducha me lavara tanto por fuera como por dentro. Pero, a pesar de la tranquilidad momentánea, la preocupación por Octavia seguía latente en mi mente. La ducha, aunque reconfortante, no podía lavar la inquietud que sentía por su seguridad. Cuando salí del baño después de unos diez minutos, mi teléfono estaba sonando. Atendí la llamada entrante y puse el altavoz mientras me vestía. —¡Orión, las chicas no están! ¡Han desaparecido! La noticia que recibí a través del teléfono dejó un regusto amargo en mi boca, como si hubiera ingerido veneno puro. Mis músculos se tensaron, y sentí cómo la adrenalina se disparaba a través de mi sistema. Cada centella de dolor y preocupación por Octavia recorrió mi cuerpo como un relámpago, paralizándome por un momento. Me quedé allí, mirando fijamente el teléfono como si pudiera encontrar alguna respuesta en su pantalla. Las palabras resonaban en mi mente, retumbando como un trueno incesante. La sensación de impotencia me golpeó con fuerza, mis pulmones se sentían como si estuvieran colapsando, y apenas podía respirar. Me forcé a moverme, pero mi cuerpo parecía pesado, como si cada paso fuera una lucha titánica. No, no, no, no, mi compañera no. Mierda, mierda, mierda. —Vuelvan —fue lo único que pude articular antes de cortar la llamada. No podía permitir que el pánico se apoderara de mí, pero era difícil mantenerme fuerte. Tenía que ser el Alfa que mi manada y mi compañera necesitaban. Pero entonces, un dolor intenso se apoderó de mí, como si cada parte de mi cuerpo fuera desgarrada. Caí de rodillas en el duro suelo, esta vez no era mi dolor el que estaba sintiendo, era el de Octavia. Su sufrimiento se infiltró en mi mente, como un grito desgarrador en la oscuridad. Era su dolor, y me confirmó que la tenían, que la estaban lastimando. La furia y la desesperación ardían en mi interior. ¿Qué demonios estaba haciendo ella dentro del territorio de los lobos? Tomé fuerzas de Ciro, para ponerme de pie. Tenía que encontrarla, tenía que protegerla. Cada célula de mi cuerpo estaba dispuesta a matar a cualquiera que se atreviera a ponerle una mano encima a Octavia. Mi teléfono sonó, y la notificación me devolvió a la realidad. Mis sentidos estaban alertas, mi mente enfocada en la misión que tenía por delante: encontrar a las chicas y asegurarme de que estuvieran a salvo. Mis ojos se clavaron en la pantalla, donde un mensaje de un remitente desconocido había aparecido. Desconocido Noroeste del territorio, frontera con el Bosque de los lamentos. Reserva Piedrabuena. Corre. La urgencia de esas palabras me hizo sentir como si un rayo de electricidad recorriera mi cuerpo. Sin perder tiempo, reenvié el mensaje a Lucas. Al mismo tiempo, enlacé a los guerreros que estuvieran patrullando la zona, instándolos a dirigirse de inmediato a la Reserva Piedrabuena. Mi mente estaba llena de determinación mientras me preparaba para volver a casa con la única meta que importaba: encontrar a mi compañera y asegurarme de que estuviera a salvo. El mundo entero podría desmoronarse, pero Octavia tenía que regresar viva, y yo haría lo que fuera necesario para lograrlo.
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