Capítulo 31

1819 Words
Octavia Loba. Yo era una loba. Llevé una mano a mi pecho y sentí el latido de mi corazón. A pesar de estar en forma humana, podía sentir el llamado de la luna, una conexión profunda con mi verdadera naturaleza. Sam también era una loba, aunque aún no había podido transformarse. Las dudas y preguntas llenaban mi mente mientras miraba a mi alrededor en la penumbra del auto. Me incorporé y vi a Sam durmiendo en el asiento del copiloto del auto que Lucas conducía. Aunque no podía verla con claridad, sabía que su rostro reflejaba el agotamiento y la confusión que ambas compartíamos. Estábamos en una situación que nunca habíamos imaginado, y enfrentar la realidad de perder a nuestros padres y ser lobas era abrumador. Lucas manejaba con seguridad. Cada curva del camino estaba marcada por la sombra de los árboles, como si nos adentráramos en lo desconocido. Cada vez que el sol se asomaba entre las nubes, sentía un hormigueo en mi piel, una llamada que me recordaba mi herencia y mi destino. —Octavia, ¿te encuentras bien? —preguntó Lucas desde el asiento delantero. Giré la cabeza para mirarlo. —Estoy confundida —respondí con honestidad. —No entiendo por qué nos abandonaron. Lucas suspiró manteniendo la mirada en la carretera. —La manada es una comunidad que valora la unidad y la lealtad. A veces, situaciones difíciles pueden llevar a decisiones dolorosas. Pero ahora estás en la manada de Orión, y somos una familia. No te abandonaremos. Las palabras de Lucas me reconfortaron, pero aún había una sensación de pérdida que no podía ignorar. Algo dentro de mí anhelaba la conexión que había perdido con la manada anterior, a pesar de las circunstancias, si era que realmente pertenecía a una manada. —La ciudad es muy diferente de lo que estás acostumbrada —continuó Lucas, cambiando de tema. —Hay mucho movimiento, siempre algo que hacer. Por las mañanas, la casa de la manada está llena de lobos que se preparan para los entrenamientos, y las tardes se destinan a las actividades y el aprendizaje. Es un lugar vibrante y lleno de vida. Mientras escuchaba a Lucas, intentaba imaginarme la vida en la ciudad, rodeada de otros lobos. La idea de una manada activa y bulliciosa era un contraste notable con la tranquila existencia que había conocido. Llegamos a la casa de la manada. La construcción de madera se erguía imponente, y las luces en su interior parpadeaban cálidamente. Nos detuvimos frente a la entrada, y Lucas apagó el motor del auto. —Aquí estamos, chicas. Este será su hogar durante un tiempo. —Lucas abrió su puerta y salió del vehículo. Sam y yo intercambiamos miradas antes de seguir a Lucas. La casa de la manada se veía acogedora y llena de vida. Tenía la sensación de que esta nueva etapa de nuestras vidas sería todo menos aburrida. Mientras Lucas nos mostraba la casa, le hice una solicitud. —Quiero comenzar a entrenar —le dije con determinación. —Quiero aprender más sobre nuestra naturaleza y cómo ser una loba. Sam asintió con entusiasmo, respaldando mi decisión. Lucas sonrió y asintió. —Por supuesto, Octavia. En unos días comenzaremos tu entrenamiento. Y recuerden, aquí en la manada, Orión es el Alfa, y yo soy el Beta. Los títulos son importantes para mantener la estructura y el respeto. No quería estar en este lugar, en este camino que me llevaba a un destino desconocido. Pero las palabras de Sam habían sido lógicas y convincentes, y no podía luchar contra eso. Aunque, al menos, logré establecer algunas condiciones con Alfa Orión. —Nos quedaremos juntas —dije con firmeza, mis ojos fijos en el horizonte. —Pagaremos por nuestros gastos y volveremos a casa a buscar nuestras cosas. No quiero que nadie sepa sobre... lo que somos. Ni siquiera entiendo lo que significa. El Alfa Orión asintió, su mirada cargada de dolor que noté incluso sin mirarlo directamente. Había algo en su expresión que me hacía cuestionar lo que creía saber sobre los lazos de compañeros, y necesitaba entenderlo mejor. —Está bien, mi amor —dijo con un tono suave, y sentí un ligero reproche en sus palabras. —Estarán juntas en una habitación de la casa de la manada y podrán ir a su casa acompañadas por algunos lobos. No hablaré públicamente de nuestra situación, aunque debes saber que algunos ya lo saben... Mi sorpresa se reflejó en mi rostro y en mis palabras. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Quiénes? —Lucas y mi hermano Samuel estaban allí el día que te encontré. Mi madre lo descubrió poco después, y le tuve que informar a mi padre para que comprendiera la situación con... No importa. Los lobos que acompañaron a Lucas ayer a buscarlas también lo saben. Pero no te preocupes, les pediré que mantengan el secreto. Mis preocupaciones sobre quiénes conocían nuestra situación se hicieron más evidentes. —¿Y puedes confiar en todos ellos? —Sí, confío ciegamente en ellos, Octavia. Aunque si prefieres, puedo emitir una orden Alfa para que mantengan el secreto. —Bien, ¿así que ahora debo llamarte Alfa Orión? —pregunté con un toque de sarcasmo. Su respuesta fue una mezcla de cansancio y resignación. —No tienes que hacerlo... —Pero si no lo hago, podrían pensar que te falto al respeto, y si los libros de fantasía que he leído tienen algo de verdad, entonces no podré integrarme como se supone que debo. También podrían pensar que la falta del uso de tu título es porque somos... algo más. Él pareció harto de la conversación y suspiró, y su respuesta final reveló su deseo de poner fin al tema. —Basta ya, Octavia. Llámame como quieras, ¿sí? Decidí dejarlo en paz por ahora, pero sabía que tenía más preguntas que necesitaban respuestas. Un golpe en la puerta me arrancó de mis pensamientos y me hizo volver al presente. Me encontraba tendida en la cama, abrazando la almohada, con el cuerpo recién duchado y envuelta en una toalla. Sam aún estaba en la ducha, y el sonido del agua que caía al suelo llenaba el baño de vapor. Me levanté y caminé descalza hasta la puerta, sabiendo instintivamente que era Orión quien estaba al otro lado. Alfa Orión. Antes de abrir, me di un momento para tomar aliento y tratar de enfocar mis pensamientos. —Hola —comenzó, deteniéndose cuando su mirada se deslizó por mi cuerpo, lenta y deliberadamente. Cada centímetro de mi piel se erizó en respuesta, y sentí un ligero rubor en mis mejillas. Intenté reprimir las sensaciones y emociones que surgieron en ese instante. No necesitaba esto, no ahora. Orión levantó una mano y apartó un mechón de cabello de mi rostro, deslizándolo detrás de mi oreja. La cercanía de su contacto hizo que mi pulso se acelerara, y deseé poder controlar mi reacción. Esto no era lo que necesitaba en este momento. —¿Sí, Alfa? —pregunté, aclarándome la garganta y dando un paso atrás para poner distancia entre nosotros. Vi una expresión de tristeza cruzar su rostro, y me pregunté si era por mi actitud distante. —Solo vine a avisarles que vamos a cenar —dijo, su voz contenía un matiz de incertidumbre. —Queríamos que estuvieran presentes para organizar su estadía... Solo si quieren. Solo sí... Asentí, tratando de parecer más amigable. —Está bien. Estaremos listas en unos minutos. Orión aceptó mi respuesta y se dio la vuelta para irse. Cerré la puerta y dejé escapar un suspiro. Darcy volvió a hablar en mi mente, esta vez cargada de emoción. "¿Por qué le haces esto?" Lloró. "¿Por qué nos haces esto? ¿Acaso no comprendes que él lo es todo para nosotras? Él puede calmar este dolor, Octavia, él puede ayudarnos. No puedes rechazarlo, le duele... Nos duele..." "No lo comprendes, Darcy. No quiero no sentir este dolor. Me lo merezco. Dejé morir a mi padre, deje que mi madre se sacrificara, soy una cobarde, soy débil. No quiero ser la carga de nadie más. No lo seré." "No eres la carga de nadie. No eres débil y no eres cobarde. No, borra eso último. Eres una cobarde por no querer aceptar este vínculo que nos regaló la Diosa Luna. Eres una cobarde que tiene miedo a esta clase de amor, tienes miedo a que te amen, tienes miedo a amar..." Me gruñó furiosa Darcy. "Yo..." Ella se bloqueó en mi mente antes de que pudiera responder, y me sentí aliviada. No quería continuar esa discusión. Mientras me vestía, Sam habló detrás de mí. —¿Quién era? —preguntó. —Orión, Alfa Orión —respondí mientras seleccionaba una camiseta negra para vestirme. —Nos esperan para cenar. "¿Desde cuándo le dices Alfa?" Sam arqueó una ceja. "Desde que pusimos un pie en el territorio de su manada. Tú deberías hacer lo mismo." Rodé los ojos. "Él es el Alfa, obviamente tengo que llamarlo así, pero como tú eres su compañera pensé..." Ella pareció dudar por un momento. "No, no por compartir este tonto vínculo voy a llamarlo por su nombre." Nuestra conversación continuó en silencio en nuestra mente mientras nos vestíamos. Ambas habíamos empacado ropa de abrigo en nuestras maletas, pero aquí el clima era agradable. Nos pusimos vaqueros y zapatillas, y opté por una camiseta negra mientras Sam eligió una blusa escotada. Abrimos la puerta de la habitación y nos encontramos a Atma en un pasillo amplio y bien iluminado. La casa de la manada era mucho más grande de lo que había imaginado, y todo parecía estar en perfecto orden. El pasillo estaba decorado con cuadros que mostraban paisajes naturales y lobos majestuosos. Un suave aroma a madera y pino llenaba el aire, dándole a la casa un ambiente acogedor. Caminamos por los pasillos de la casa de la manada siguiendo a Atma. A medida que avanzábamos, pude notar detalles en la decoración que me hicieron sentir más en casa. Había alfombras mullidas en el suelo, lámparas con tonos de colores cálidos y cortinas que dejaban entrar la luz del sol de manera suave. Finalmente, llegamos a un gran comedor. La mesa estaba dispuesta con cuidado, y la luz de las velas creaba una atmósfera cálida y acogedora. La decoración estaba llena de elementos que recordaban a la naturaleza y a los lobos. Platos con motivos de lobos y manteles tejidos a mano le daban al comedor un toque personal y único. Lucas y Orión nos esperaban cerca de la mesa, y cuando entramos, Atma salió de la habitación y cerró la puerta detrás de nosotras. Sam corrió hacia Lucas y se fundió en un abrazo, enterrando su rostro en su cuello. La imagen era surrealista, considerando que no hacía mucho tiempo, Sam no quería estar cerca de él. Ahora, no podían separarse.
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