Miles de pensamientos le pasaban por la mente. No había nada en este mundo que quisiera más que hacerla suya, pero sabía que cuando acabara, los iba a odiar a los dos: a ella por hacerle sentir débil y a si mismo por permitir que la lujuria anulara su sentido común. Pero también sabía que no podía parar. Su vida perfectamente organizada se estaba rompiendo en pedazos y todo lo que le importaba era sentirla. Deslizo la mano por sus costados y dejo que sus dedos rozaran el borde de sus bragas. Ella se estremeció y él cerré los ojos con fuerza mientras agarraba la tela fuertemente con las manos, deseando poder parar. —Vamos, rómpelas... Sabes que lo estás deseando —murmuró junto a su oído y después lo mordió con fuerza. Medio segundo después sus bragas no eran más que un montón de encaje ti