Había ochenta y tres agujeros, veintinueve tornillos, cinco aspas y cuatro bombillas en el ventilador de techo, que además era lámpara, que tenía en su dormitorio encima de la cama. Nancy se giro hacia un lado y ciertos músculos de su anatomía se quejaron hasta por un simple movimiento siendo una prueba definitiva de por qué no podía dormir aunque habia decidido acostarse temprano ese día. “Quiero que lo veas. Y mañana, cuando te encuentres dolorida, quiero que te acuerdes de quién te lo hizo.” Habia dicho él hace tan solo horas atrás Aquello no habia sido ninguna broma. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo su mano había bajado hasta su pecho, haciendo rodar distraídamente uno de los montículos aun hinchados entre los dedos por debajo de la camiseta. Al cerrar los ojos, el c