Capítulo 1 I Parte
Nancy cambio el peso de su cuerpo de una pierna a otra, impaciente mientras esperaba a que el ascensor se apresurara en llevarla a su destino ese día, sin embargo parecía no ser su día de suerte pues casa dos pisos este se detenía y más personas entraban en la caja de metal antes de llegar a su piso
—Pff —Suspiró cuando al fin las personas dejaron de amontonarse contra ella y una por una fueron saliendo del ascensor hasta dejarla sola en el lugar y fijo la mirada en el reloj en su muñeca solo para abrir los ojo como platos a ver la hora
“Estoy muerta” pensó
Tan solo estaba llegando treinta minutos tardes pero ya podía escuchar el grito que pegaría su jefe al cielo cuando la viera. Si, definitivamente no era su día, lo supo en el preciso momento en que su auto se descompuso a una cuadra de su apartamento, habia tardado más tiempo de lo que habia pensado para que una grúa lo remolcara hacia el taller, y mucho más tiempo en caminar en sus altísimos tacones de aguja todo lo rápido que podía hasta la oficina. Esperaba que su jefe pudiera comprender su situación pero muy en el fondo la pequeña vocecita en su cabeza le recordaba el pedazo de imbécil que realmente podía llegar a ser y que esperar empatía de su parte era demasiado para un hombre como él
Puso los ojos en blanco mientras alisaba con sus manos la falda de su vestido color marrón recargándole nuevas baterías a su seguridad no solo porque sabia que estaba esplendida ese día sino porque llevaba un nuevo liguero debajo que la hacia sentir sensual y empoderaba. No sabia el momento exacto en que empezó su pequeño delirio por la ropa interior sexi y cara pero desde que habia reforzado aun más su autoestima era algo que no podía negar y que le encantaba, simplemente no podía resistirse al hermoso encaje bordado o a los listones que podían envolver sus caderas, era uno de los pequeño gusto que lograba darse y Dios sabia que necesitaría del valor que esas bragas —de encaje n***o con lazos a los lados de sus caderas— le daban para hacerle frente a ese día todo lo mejor que podía
Tenia más de dos años trabajando para Coleman Group, definitivamente habia considerado como una buena oportunidad ser parte de ese pequeño cinco por ciento de universitarios que habian tenido el privilegio de cumplir con las pasantías en una empresa exitosa donde ha aprendido demasiado y de la cual se siente orgullosa de formar parte, habia sido toda una sorpresa para ella que su solicitud hubiese sido respondido por Henrry Coleman a principios de su licenciatura, habia pensado que por ese hecho tal cosa no seria posible pero se habia sorprendido cuando después de los primeros meses de prueba al fin estaba contratada, decir que amaba su trabaja debia debia ser una gran eufemismo, pues lo adoraba, la experiencia de alguna manera la habia ayudado aun más en su carrera, hace tan solo unos meses ya se encontraba realizando sus pasantías, habia sido toda un privilegio poder cumplirlas en su propio trabajo, Nancy habia pensado que no seria muy diferente de lo que ya hacia… En ese entonces no sabia lo equivocada que habia estado
Su antiguo jefe, Henry Coleman habia decidió retirarse del negocio hace solo un par de meses, no pudo haber sido en el peor momento para ella pues ahora todo lo dirigía su hijo menor, Marcus Coleman: Un tipo odioso pero muy atractivo
Lástima que actuara como un imbécil la mayor parte del tiempo
El estómago se le retorcía solo con pensar en él: Era alto, guapísimo y la maldad personificada. El imbécil más creído y más pedante que haya conocido en toda su vida. Todas las demás mujeres de la oficina cotilleaban sobre sus aventuras y se preguntaban si lo único que hacía falta para conseguirle era una cara bonita. Pero Nancy sabia mejor que la belleza solo era externa, pero la fealdad llegaba hasta lo más profundo. Estaba segura de que ya habia conocido suficiente hombres que entrarían en la categoría “No ver más nunca” pero Él definitivamente se estaba llevando la corona
—Oh, que tenemos aquí…
Tan pronto como Nancy reconoció aquella voz quiso estampar su zapato de tacón en su cara, hoy no era su día, ya lo sabia.
—Buenos días señorita Marshall —El señor Coleman estaba de pie en el umbral de su despacho que estaba al frente del de ella. Su voz tenía una nota dulce como la miel, pero eso no era propio de él... más bien miel congelada que se había hecho pedazos al romperse, pedazos agudos y cortantes.
Habia tenido una mañana terrible, su auto se habia averiado, de alguna manera habia perdido uno de sus pendientes nuevos en el metro abarrotado de personas que empujaban de un lado a otro, casi se habia tres estando de pie.
¡Tres veces!
Lo último que necesitaba esa mañana era encontrarse con un señor Coleman de mal humor. Por desgracia ese era el único modo predeterminado que tenia.
Conteniendo un suspiro de fastidió lo saludo como todo los días
—Buenos días, señor Coleman.
Deseé que me ignorara como solía hacer, quizás un frio asentimiento y luego que pasara de largo, pero cuando le paso por un lado para dirigirse a su escritorio lo escucho murmurar
— ¿“Buenos días” Señorita Marshall? ¿Tiene la menor idea de que hora es en realidad?
“Este hijo de…”
Nancy se detuvo y le sostuvo la mirada con frialdad lo cual no era tarea fácil, el hombre debía media casi dos metros de alto, jamás se habia considerado “bajita” desde que habia entrado a trabajar en la empresa, pero desde la llegada de ese ser tuvo que cambiar su zapatos de tacón bajo por unos que le dieran esos centímetros extras que necesitaba para poder hacerle frente durante toda la jornada, aun asi no era suficiente, ya estaba considerando comprarse unos zancos. ¿Tenía la menor idea de cuánto deseaba envolver sus manos sobre aquel grueso cuello? En ese momento envidio la corbata azul marino que estaña utilizando ese día, se le ocurrían unas buenas ideas con ella, todas implicaban quitarse aquel tormento de la cabeza
—He sufrido una serie de desastres esta mañana, señor. No volverá a ocurrir —Dijo con los dientes apretados y una expresión de póquer en su cara que siempre practicaba antes de salir de su apartamento
Él la miro y ella pudo ver el brillo en sus ojos cuando tuvo que alzar la mirada para poder toparse con ellos, eran de un gris azulado, eran realmente hermosos, y la miraban con satisfacción, desde luego ese era un punto a su favor…
“Es una lástima que le pertenezcan a un ser como él” pensó
Nunca habia llegado tarde, ni una sola vez, pero por supuesto, él tenia que llamarle la atención y convertirlo en algo grave. Consiguió pasarle por un lado y dejar su bolso sobre el escritorio cuando escucho sus pasos seguirlo, Nancy rodó los ojos antes de volverse hacia él
—“Un desastre” Supongo que es el termino adecuado de todo lo que he tenido que hacer en su ausencia, un trabajo que estoy seguro le corresponde a usted —Empezó él — He tenido que llamar a Victor Hermes para quitarle importancia al hecho de que sus contratos no hubiesen llegado a la hora acordada, se suponía se seria hace una hora. También he tenido que llamar a Melissa Nicolson para hacerle saber que todavía seguiremos en marcha con su propuesta, básicamente he hecho su trabajo y el mio. ¿De verdad que con esa “serie de desastres” no pudo haber llegado ni a las ocho de la mañana? Algunos empezamos a trabajar mucho antes, señorita Marshall.
Mientras ella lo miraba pudo ver el fuego ardiendo en su mirada, claramente estaba enojado, tenia los brazos cruzados sobre su amplio pecho. Y todo porque habia llegado solo una hora tarde… Parpadeando aparto la mirada para evitar fijarse en lo bien que le quedaba el traje ese día, como todo los días, la forma en como se tensaba en alguna partes de su cuerpo no dejaban nada a la imaginación, y ella sabia que debajo de todo ello se escondió el cuerpo de un Dios griego, producto de dos horas que dedicaba al gimnasio ¿Cómo lo sabia? Tuvo la mala suerte de encontrárselo un día, la empresa contaba con su propio gimnasio, no habia sido casualidad habérselo encontrado, sin embargo ese día fue el último en que puso un pie en el lugar, no sin antes devorárselo con la mirada, realmente era atractivo, tenia un rostro por el que los modelos masculinos matarían, un cabello que ella incluso deseaba tener, pero todo ese encanto desapareció cuando abrió su gran bocota:
“Es bueno ver al fin que se interese por su forma física, señorita Marshall”
Imbécil
Apenas habia calentado cuando emprendió su camino de regreso ¡El hombre era insufrible!
—Lo siento señor Coleman, comprendo que he puesto una gran carga sobre sus hombros dejándole a cargo del teléfono en este tiempo —Respondió ella, con tan solo un poco de sarcasmo en su tono —Como ya le he dicho, no volverá a pasar
—Por supuesto que no —Respondió con su arrogante sonrisa en su rostro
Era un hombre “atractivo como el infierno”, asi decían las mujeres desde la primera planta, Nancy no era ciega, por supuesto que habia pensado lo mismo, incluso semanas después de haberlo visto en el gimnasio aun no podia sacar de su mente el velo accidentalmente limpiar el sudor de su pecho con una toalla. Bastaría con un rollo de cinta completo para mantener su boca cerrada, quizás de esa manera seria más tolerable
—De todas formas quiero ver los informes del progreso de los proyectos Hermes y Nicolson. Y después va a recuperar el tiempo perdido haciendo una presentación de prueba de la cuenta London para mi en la sala de reuniones a las cinco. Si se va a ocupar de esa cuenta tendrá que demostrarme que sabe lo que hace.
Y ahí esta otra vez aquella sonrisa de superioridad en su rostro, él tenia la batuta y siempre se lo hacia saber a cualquier que lo tuviera en duda, esta vez le habia tocado a ella
Nancy abrió los ojos como platos mientras él daba media vuelta, entrando en su despacho y cerraba con portazo la puerta. Él sabía perfectamente que tenía muy adelantadas las previsiones de ese proyecto, que también le iba a servir de proyecto final de su máster. Todavía tenía varios meses para terminar la presentación una vez que se firmaran los contratos... cosa que no había sucedido todavía. Ni siquiera estaban listos los borradores, y ahora con todo lo demás por hacer queria que le hiciera una dichosa presentación de prueba en… Miró el reloj en su muñeca y trago saliva
En siete horas debia presentarse en la sala de reuniones con todo listo
“Mierda”
¿Por qué le hacía esto? Si no fuera porque apenas conocía al hombre diría que tenia algo en contra de ella, siempre habia hecho muy bien su trabajo, nunca habia recibido una llamada de atención desde que entro a trabajar en la empresa pero Marcus Coleman parecía haber tomado como pasa tiempo hacer de su laboral un infierno, lamentablemente su orgulloso no le permitía decir algo para cambiar eso, muy pronto terminaría sus pasantías y dejaría de ver su ceño fruncido, lo único que podia hacer para no darle el gusto de decir que era una mala empleada era haciendo su trabajo, y era realmente buena en eso.
Abrió el archivo de la cuenta London y se puso manos a la obra
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