Las horas pasaban en vano, pues no encontraba la forma de buscar la forma de pasar a la otra dimensión. Tampoco los restos del dictador daban frutos; estaba perdido, se encontraba sumergido en pensamientos negativos, cuando de pronto lo saludo el gran líder Pólux: —Hola, Estiben, Sé que no has tenido éxito en la búsqueda del pase; bueno, con respecto a eso, te tengo buenas y malas noticias.
Estiben se quedó viéndolo despectivo, ese Pólux tenía un aspecto juvenil, usaba siempre ropa tipo militar, aunque de otro color para resaltar, en esta oportunidad tenía un gabán tipo general, pero blanco, quien al ver que no obtuvo respuesta alguna, pues siguió hablando: —Estiben, voy a hacer un pacto con Altares. Resulta que ahora somos los que poseen la mayor capacidad armamentística en este mundo y entonces, pues, vimos que es bobo pelear entre nosotros. Analiza lo que le pasó a Pontón por dejarse llevar de la soberbia. El maldito asesinó a todos los científicos de este y del otro lado. Bueno, el caso es que el mundo es muy grande; nos lo podemos dividir. Estamos negociando después de haber tenido miles de bajas de ambos lados. Un punto del preacuerdo es que tú puedas ir a examinar sus laboratorios, con total tranquilidad de que no te pasará nada, puesto que él en garantía nos dará a su amada esposa en prenda.
Valla que gran afortunado suceso, por eso, en un abrir y cerrar de ojos. Inicio el viaje por el camino por donde antes estuve huyendo. Fue testigo del cambio de los cambios geológicos, debido a los actos bélicos. La guerra dejó ruinas, deforestación y un sinfín de c*******s. Los únicos que parecían disfrutarlo eran los buitres, quienes se daban un gran festín. También le llevó una gran desilusión cuando emocionado fue a saludar al noble anciano, aquel que lo salvó de morir en el río; se lamentó cuando solo encontró cenizas en el lugar de su cabaña. Llegando a la ciudad fueron recibidos con un monumental desfile, con carrozas, bailes y un despliegue militar.
A Estiben le tocó dar un discurso, cosa que lo hizo muy torpemente debido a su miedo a hablar en público, pero fue disculpado porque en ese país consideraban que todos los extranjeros eran retrasados.
Altares, lo llevó a los laboratorios subterráneos a que se encargara dándole el mando de todos los científicos. Llego al rincón donde sucedió la explosión, que era su última esperanza. Como le hubiera gustado que lo siguiera siendo, se sintió muy mal, no solo por perder la última opción, también al darse de cuenta de que la explosión que lo envió a este lado sucedió en el otro. Esta únicamente provocó confusión, debido al ataque de Rodríguez y su accidente. Aquí solo vieron luces con algunos ruidos. Tal vez ya estaba todo perdido. ¿O no?
Se acurrucó en el frío piso, lamentando su pena, como fue tan tonto, que pensó que en este lugar, que fue su puerta, hallaría las respuestas, si lo que necesitaba era lo que estaba en su dimensión de origen y que seguramente había explotado o estaría debajo de ruinas…
Altares, viéndolo en ese estado deplorable, se acercó acariciándole con una mano el cabello como a una mascota y con la otra le ofreció una cerveza bien fría, la cual Estiben tomó casi de un solo sorbo. Mientras lo hacía, recordó el momento de la explosión, los aparatos que hicieron corto debido a sus disparos; recordó que uno era un reactor de plasma y el otro era su aparato mejorado. El primero que hizo, por el que se ganó un tiro, aquel que revelaba a las oscuras criaturas que enfermaban a las personas, del que él hoy hacía parte, se paró de un salto, gritando eufórico: —¡Eureka!—, más se calló rápidamente al ver a Altares que en su rostro se le dibujaba una gran sonrisa macabra, que enseguida trató de calmarlo, observándole.
—Calma, muchacho, ya sabes qué tienes que hacer, y yo te daré los medios, todo lo que pidas se te dará, lo único es que no saldrás de aquí excepto a la otra dimensión; será como en el ajedrez que sacrifique mi reina para buscar la jugada del jaque mate. Ahora siempre hay tres formas de hacer las cosas; por la buena, por la mala o por la muy mala, tú escoges cómo quieres que te sirvan los frijoles dulces, salados o con mucho picante.
Estiben entendió que de nuevo había actuado impulsivo. Todo estaba en su interior. Tal vez a eso se refirió Yací con lo de “Archivo corazón". Las respuestas estaban nuevamente en él, así que debería de calmarse. Tendría que pensar en encontrar la mejor solución posible, pues a él no le importaba ni Pólux ni Altares y mucho menos el emperador Rodríguez. Lo único que quería era salvar a su doctora, entonces quizás si ayudaba abiertamente a este líder, el otro se enteraría y tal vez le haría daño a su nuevo amor.
Trabajó día y noche, hasta que consideró que lo había logrado. Llamo a Altares para mostrarle su nuevo invento, lo miro sonriendo y estrello el artefacto contra el piso provocando una explosión de luces, que transformó a Estiben en un monstruo de estructura holográfica…
Altares, enfurecido como un toro, tensó todos sus músculos hasta que temblaba abroncando: —¡Maldito! Estíben, esta no te la perdonaré; es la última vez que te burlas de mí. Si no te puedo matar, mataré a tu amada contraparte, así tenga que invadir ese país o tenga que darle el mío al pelmazo de Pólux.
Del otro lado, Estiben, sorprendido al encontrarse en las ruinas de ese búnker que en otro tiempo fue el laboratorio del dictador Pontón. Muy feliz, pensando que le había ganado a Altares y rogando que ojalá el ascensor sirviera, pero había sido dañado bajo el ataque enemigo; por eso le tocó subir por las escaleras de emergencia que parecían eternas, sin embargo, que no habían sufrido mucho daño, solo por algunos escalones rotos.
Con gran dificultad salió de entre los escombros. Donde unos soldados asustados lo rodearon para interrogarlo. Él intentó hablar, pero solo se pudo reír de alegría ante la dicha de estar otra vez en su mundo, corroborándolo al ver los símbolos del uniforme de los cadetes; era el de su nación. Sin lugar a dudas, el emperador Rodríguez conquistó ese país, así que sería sencillo volver a su ciudad. Nada más equivocado.