Pasaron hermosos momentos familiares, donde Estiben parecía como si siempre hubiera estado con ellos. Hablaron de sus vidas, de las pequeñas diferencias. La cena fue rematada con baile, donde las bebidas alcohólicas le pusieron el toque desinhibido para que ellos se divirtieran al máximo. Aunque al científico no le gustaba danzar, pues se le hacía estúpido seguir movimientos preconcebidos en torno a las melodías y, aún más que la gente se juzgará por esa habilidad, debido a que era un pésimo bailarín, se movía mejor un caracol agonizante. Pero en esta dimensión la gente bailaba libre, cada quien lo hacía como quería solo o en pareja; algo aún mejor, nadie te criticaba, al menos eso parecía. Al final todos exhaustos se fueron a dormir. Estiben y Yací resultaron ambos en su cuarto, porque a él se le olvidó que no era su dimensión. Luego se acostaron en la pequeña cama, haciéndose bromas de borrachos. Por ejemplo, esto le formuló Yací:
—Cómo es que te metiste en mi cama, no te bastó con querer quitarme a mi familia.
Estiben, quien hablaba mejor borracho, le contestó:
—Pensé que era la mía, no es mi culpa que esté varado en este lado, y que esta cama sea igual a la mía, donde estuve con tantas mujeres.
—Querrás decir tantas masturbaciones. —Se le burló Yací.
—También, no puedo negar que sí era un poco pañuelo, pero igual me era más rentable que embarazar chicas. —le respondió Estíben.
Yací que seguía burlándose; le expuso:
—Pero es que tienes que tener sexo seguro. Todo lo tienes que hacer estando protegido. Bueno, claro que yo puedo decir, también tuve hijos no planeados debido a que no siempre se planea tener sexo, solo pasa y a veces también fallan los métodos anticonceptivos.
Estíbaben hizo este comentario:
—A veces no compré preservativos buenos porque no me alcanzaba el dinero, para saber que después me tocó trabajar duro para comprar pañales, que valían 10 veces más.
Yacía riéndose mucho; le recitó:
—Está bien, la paja tiene sus ventajas, pero a veces también necesitamos acariciar a alguien; necesitamos calor de piel, sentir que damos placer. Hay una pregunta que me está dando vueltas en la cabeza, que ya me la tiene redonda, ¿si tú y yo copulamos, eso sería como una masturbación?
Está muy nervioso, le respondió:
—bueno, quién sabe cuántas veces mientras tú te masturbabas, yo también lo hacía; tal vez sería una especie de pajazo extremo, aunque la verdad, desde la primera vez que te vi, me agradaste muchísimo, eres la mujer más hermosa del mundo; no puedo considerar que una mujer tan hermosa e inteligente sea el par de un idiota feo como yo.
Yací lo abrazó suavecito, dándole una suave caricia, diciéndole:
—Me sucedió igual. No sé si es narcisismo o alguna enfermedad rara; desde que te vi por primera vez me fascinaste, me sentí muy celosa de tu esposa y deseé no saber que eras yo de otra dimensión, para no sentirme rara. Pero aprovechemos esta noche, no importa lo que sea, no importa lo que pase, no me importa que se caiga el cielo en mil pedazos, solo me importamos nosotros.
Estiben pensó en decirle muchas cosas; menos mal, optó por el silencio, porque lo más seguro era que lo hubiera arruinado. Así que se dejó hundir en el mágico momento donde la ropa sobró. Un individuo de dos dimensiones se fusionó en una. Las caricias se transformaron en energía estática que produjeron juegos artificiales. Haciendo bellas melodías sin instrumentos, se dejaron llevar fácilmente por sus raros sentimientos; lo realmente difícil sería al otro día explicarle a su familia porque la cama sonaba como concierto de locos.
…
Estiben despertó con Yací entre sus brazos. No podía dejar de contemplarla recordando lo ocurrido, cuando abruptamente abrieron la puerta, entrando toda la familia al cuarto. Estiben la soltó rápido tratando de disimular algo muy obvio, mientras ella, llena de vergüenza, se tapó la cara con las sábanas.
Estiben trato de excusarse explicándoles:
—No es lo que ustedes suponen, lo que pasa es que…
No sabía qué decir; por suerte, fue interrumpido por la madre que mencionó:
—No es por eso, la verdad he visto hacer a mis hijos cosas peores; lo que pasa es que llega la noticia de que los ejércitos de Altares están entrando en la ciudad. El emperador convocó a todos los hombres a reclutarse, desde luego que lo que tenemos que hacer es todos ocultarnos en el búnker para estar más seguros, para sobrevivir.
Esta vez uno, su hermano el fuerte, interrumpió:
—No mamá, nosotros somos hombres muy valientes; tenemos que cumplir con nuestro deber patriota.
Yací aún apenada debajo de las sábanas; les formuló una mejor solución:
—Esperen, calmémonos. Están con la doctora más importante del país; yo seguro hablo con Pólux para que no se los lleve o los coloque en una posición fuera del peligro.
El hermano fachoso, exaltado, contestó:
—Eso es corrupción; el gran líder supremo no se prestará para ello.
Yací destapó su cara, mirándolo de arriba abajo con una mueca de desprecio; le formuló:
—Qué gracia tiene tener poder si no se puede usar para ayudar a la familia; es como si tú guardaras tus ostentosas joyas, “el poder para que”
Estiben se levantó envuelto en una sábana para vestirse por debajo de esta; mientras tanto les manifestaba:
—Pues lo mejor es que se metan al búnker, que los hermanos se vayan con nosotros. Será un viaje complicado: la gente debe de estar saqueando y las calles congestionadas por la gente que se va para donde sus familias.
En ese momento llegó una fuerte escolta militar, que demostraba su prisa, agarrando a golpes muy duros y repetidos las puertas de la casa. Iban solo por ellos, por los científicos; tenían la misión de conducirlos al palacio imperial. Estiben un abrazo fuerte a los padres; parecía que nunca los fuera a soltar; entre llantos y sollozos se despidió de ellos, prometiéndoles volver y también proteger a sus hijos de todo mal. Esa sería otra promesa que no podría cumplir.