Al fin estuvieron listas las armas, bellos instrumentos mortales, cual pinceles que servirían de tijeras para cortar los hilos de muchas vidas. Eso les dio tiempo para que la doctora Yací llevara a Estiben a dar un paseo a la casa de sus padres, los cuales vivían en la misma casa azul, en el mismo barrio donde creció el científico, aclarando las dudas de que los dos colegas eran pares dimensionales.
Al llegar a su casa le abrió la madre de Yací, la señora Helen, igualita a la mamá de Estiben. Estiben se dejó llevar del momento al abrazarla, manifestándole:
—Hola, mamita, ¿cómo estás?
Todos se sonrojaron, aunque lo tomaron como una forma de saludo de su dimensión. Otra situación muy diferente fue cuando vio a su difunto padre saludando, aunque con más arrugas, pero con la misma sonrisa iluminada; no aguantó lanzándose a abrazarlo, llorando lo cogió a besos y le recitó:
—Papito, te amo, me has hecho muchísima falta.
Ante la mirada interrogante de los presentes, no logró sobreponerse, la emoción lo abrumo; siempre creyó que nunca iba a ser posible ver otra vez a su padre; ya comprendió por qué su contraparte era más exitosa.
Al fin medio se calmó. Yací lo llevó a su cuarto, hermoso, amplio y sobre todo muy pulcro, nada parecido con alguno de sus cuartos, donde en una ocasión como esta le hubiera tocado adelantarse a meter todo el desorden debajo de la cama. Ella trata de consolarlo con estas palabras:
—Tranquilo, no pensé que te afectaría tanto, solo que quería comprobar si de verdad tú eras mi par dimensional. Ahora no tengo dudas; tú y yo somos lo mismo, pero vibrando en diferentes frecuencias. Aunque hemos tenido diferentes sucesos, muy diferenciados, que nos sesgaron la vida muy diferente, es física, cuántica. Una persona puede tener muy diferente la vida con solo elegir si va a la derecha o a la izquierda, si sube al metro o no, si es capaz de proponer algo o se deja ganar de la timidez. Otras veces son consecuencias de eventos ajenos como el efecto mariposa; sin duda la muerte de tu padre te afectó muchísimo. Tampoco sé qué más nos diferenció; debe ser algo que te hizo tan complaciente y tan, pero tan perdedor. Yo incluso he vencido el asma. Tú dejaste que te dijeran que era lo que podías hacer, te autolimitaste, te compadeciste; eso es lo que creo porque a mí también me pasó, pero me negué a aceptar mis limitaciones, descubrí que soy la protagonista y escritora de mi historia, soy el centro de mi universo, yo soy el Dios de mi religión monoteísta.
Está asombrado; supuso que Yací no sabía que era su doble. La verdad era que él no sabía que la doctora fue la que postuló la teoría de los pares dimensionales. Su asombro no paraba. Sentía gran ansiedad por salir a ver de nuevo a sus padres. También quién sabe qué más le sorprendería, y en efecto así pasó. Llegaron los dos hermanos de la doctora, tal vez llamados por sus padres, los cuales llegaron con sus respectivas familias. Él siempre quiso un hermano hombre, ya que nunca se la pudo llevar bien con sus hermanas mayores, las cuales eran sobreprotectoras o crueles verrugas. Pero la doctora lo indujo a que se quedara en el cuarto a meditar, mientras ella trataría de explicar la situación a su familia.
Él se quedó en su cuarto; era igual al suyo; de por sí tenía un gusto femenino por la decoración, tampoco todo de rosado, pero sí los afiches de cantantes de chicas pop y sus mismos muebles. Tampoco tenía diplomas igual que él; los debería tener guardados en el armario; se vio tentado a buscarlos. Al examinar los cajones se dio cuenta de que tenía todo organizado casi de la misma forma. Con poca ropa, debido a lo complicado que era por escoger qué comprar, así que le fue fácil encontrar sus certificados de estudio, cosa que fue frustrante de alguna forma, puesto que no tenía nada sorprendente, solo unos cursillos junto a su diploma de bachiller. Entonces, ¿cómo era que le decían doctora?, volvió a guardarlos, pero hizo un torpe movimiento que tumbó un tarro de una colonia que se rompió en mil pedazos contra el suelo. Para rematar, al agacharse se le enredó el saco a un cajón y, por el afán de zafarse, lo jaló muy duro, sacando el cajón vaciando el contenido por los aires. Era el de la ropa interior que voló por los aires. En ese momento todos subieron debido al sonido del vidrio roto, entrando todos en manada, para quedarse anonadados. Hasta uno de sus hermanos mencionó:
—Bueno, por lo menos es igual de depravado que nuestra hermanita Yací.
Después de risas de lado a lado, los hermanos se presentaron. El mayor, llamado Orión, un hombre masivo con un esculpido cuerpo producto de años de duro entrenamiento, le recordó a su hermana Yésica, quien llevaba 20 años asistiendo al gimnasio, aunque hacía las abdominales al revés, puesto que mientras sus nalgas se aplanaban, su abdomen se abultaba. El segundo hermano, David, quien estaba cubierto de joyas, ropa cara, bien arreglado, se le asemejó a su hermana, la segunda Bella, a quien la obsesión por los lujos la había llevado a haberse ido del país con un narco traficante para terminar presa en el extranjero durante 8 años. Algunas pequeñas diferencias, como la gatita de la casa que aquí era dócil, nada que ver con su vieja gata cascarrabias, quizás porque le regaló todas las crías, puesto que se quería quedar con todos los mininos.
Estiben no podía dejar de ver al padre, el cual, dándose de cuenta, se le acercó confesándole.
—Hola, hijo, sabes cuándo te vi, sentí una conexión, debe ser porque te pareces mucho a mi madre, entiendo que eres. Yací en otra dimensión, donde tu padre, que era un yo, que murió tempranamente o algo así por ese estilo, quiero que sepas que puedes contar conmigo el tiempo que te quedes aquí.
Llorando, Estiben lo abrazó, exponiéndole:
—Mi viejo hermoso, me has hecho mucha falta, ¿por qué nos tenías que dejar solos?Te amo mucho, no hay día que no te recuerde. He llorado extrañándote, ¿por qué te quisiste morir?Si hubieras conocido a tus nietos, habríamos compartido más tiempo.
El padre, don Gratináis, me parece que así se llama, le contestó muy tiernamente:
—Tranquilo, ignoro la causa de su deceso, lo que sí sé es que él los amaba mucho como yo a mis hijos y quizás tú sí me hubieras visitado más seguido, ja-ja-ja.
Aquella frase cayó como pedrada, debido a que él pasaba meses sin ni siquiera llamar a su mamacita. Probablemente hubiera hecho lo mismo con su padre; simplemente le hacía falta, porque ya no lo tenía, pero de tenerlo vivo, talvez ni siquiera lo habría saludado abrazándolo. Esto le dio una revelación; quizás eso fue lo que causó su debacle: el haberse concentrado en la pérdida de su padre, que, aunque muy dolorosa, no tenía por qué haberla revivido en su cabeza unas mil veces para llenarse de tristeza y autocompasión. Al igual que cuando se separaba de sus fallidos matrimonios, que duraba mucho tiempo sumido en la depresión, tratando de autodestruirse. Esto por fin lo hizo calmarse, sacudió sus manos, luego restregarse el rostro para limpiarse las lágrimas y al final pedir mil perdones por la escena dramática. Por eso Yací había triunfado más que él. En ella se veía que era menos sentimental, más centrada; sin duda alguna le pasaron también muchas tragedias, solo que las superó. No se quedó dándoles vuelta, no se puede resucitar con llantos, el difunto no volverá de su tumba si tú te sientes miserable, la vida sigue y no se debe soltar la tienda. Tal vez a Estiben le gustaba que lo comparecieran. Como a mucha gente siempre es bueno algo de atención, obviamente lo que se debe hacer es buscar atención de la buena que sea por admiración y no pobrecitos.
Resulta que estaban reunidos para cenar, porque se rumoraba que se acercaba un poderoso ejército a la capital. Entonces decidieron reunirse toda la familia; todos eran muy chévere, excepto las cuñadas. Igual que en su mundo, sus cuñados eran unos seres misóginos detestables y cuando pensaba que no se iba a poner más loco, sonaron unos mariachis en la calle. Al asomarse era un grupo traído por un gordo mofletudo con bigote camorrero, quien era el primer esposo de Yací. Un tipo ruin, borracho que le dio muy mala vida, ahora estaba ahí rogándole debido a su oportunismo, pues se veía muy tentador ser esposo de la doctora más famosa del país. El tonto se consideraba muy hermoso; suponía que siempre la tendría a sus pies, aunque no sabía era que hacía mucho, ella no sentía nada por él; es verdad, estuvo obsesionada a causa de su inexperiencia; él fue uno de sus primeros novios. Era un enjambre de malos modales combinado con pésima higiene. Tal vez, como dijo Estiben, ella estuvo con él porque quedó embarazada y no quería dejar a su hijo a la deriva o sin padre debido al ejemplo de sus progenitores. La doctora, cogiéndose la boca para no tratar de reír, dijo:
—Ese imbécil apuesta que viniendo aquí, yo voy a volver con él. Supone que llevo mucho tiempo separada; estoy frágil, también asequible. Él fue un patán y hasta muy malo para el lecho. Fue mi peor error de juventud; menos mal tuve la fuerza de dejarlo si no sería una mujer fracasada casada con un maldito borracho maleducado. ¡Familia, como científica les propongo que investiguemos que pasa si le arrojamos baldados de agua! ¿A ver qué pasa?
Tuvieron un momento familiar muy ameno lanzándole agua y otras cosas a ese pelele. El cual gritó que la amaba, hasta que salió a correr debido a que no resistía más las risas burlonas de los curiosos. Detrás de él marcharon los músicos para intentar cobrar sus servicios.