Rumbo a palacio, estaban las calles desiertas en contraste con las abarrotadas iglesias; eso que eran unos grandes edificios muy lujosos, demostraban que en esta realidad las personas o eran muy beatas o estaban tratando de buscar desesperadamente ayuda Divina. En todo lado hay mucha gente que busca a Dios solo cuando está en problemas. Esté muy sorprendido; no se aguantaron las ganas de preguntarles:
—¿Parece que acá son muy religiosos, cierto? En cambio, en mi dimensión, la gente le fue perdiendo la fe, no a Dios, sino a los que se hacían llamar sus mensajeros. Es que hubo muchos abusos por parte de los líderes. Además de la proliferación de tantos credos que dio como resultado diferentes verdades, que ya era imposible saber cuál es la verdad, también la situación la agravó ver cómo los monarcas se daban unas vidas de excesos mientras sus adeptos vivían en la miseria…
David, el hermano fachoso, arrugó el ceño y apretó los puños moviendo verticalmente; le contestó airadamente:
—Tu mundo está muy mal, muy mal; está condenado a la destrucción; por algo nosotros los vemos como monstruos y no resisten nuestros toques puros.
Vaya, quién diría que un ser lleno de joyas de pies a cabeza fuese un fanático religioso. Estiben se vio obligado a contestar; no quería, puesto que ya sabía el desgaste de hablar con alguien que creía que su opinión era sagrada y que los que estaban en desacuerdo eran unos estúpidos, que si no los podían convencer de sus ideas merecerían la muerte purificadora. Así que muy calmadamente le expuso:
—No, pues la verdad, nuestros mundos han evolucionado de manera diferente. Lo importante es que las personas se porten bien. Conocí fieles que eran unos tramposos, como también ateos muy serviciales. Es que las personas tienen que madurar; no necesitan de alguien que les diga que es lo correcto; uno tiene que tratar al prójimo como a uno le gustará que lo trataran. También es muy malo que alguien mortal le perdone los pecados. Me imagino cuantas veces iría un asesino a donde un sacerdote a buscar la expiación, que al final le diría haz tantos rezos. Él haría hasta más, para después seguir cometiendo fechorías que según él le serían perdonadas, ya sea por el clérigo o en el momento de su muerte por medio del arrepentimiento. Incluso tal vez compartiría el paraíso con algunas de sus víctimas.
El hermano musculoso, Orión, metió la cucharada, con estas palabras:
—aunque tampoco no es tanto lo de los pecados, sino por la esperanza de una mejor vida después de la muerte. A mí, la verdad, me da miedo morirme para que mi bello cuerpo, después de todo el esfuerzo que hice para tenerlo así, finalmente se marchite, y llegué al fin o peor que en el otro mundo sea un débil flacucho.
Entonces Yací dio pequeños saltitos en su silla y sonriendo contestó:
—Eso es algo hipotético; nadie ha vuelto después de la muerte para decir lo que hay allí; al final puede ser algo completamente distinto a lo que dicen esas religiones; hasta ahora el único que ha venido de otro mundo está aquí presente.
Él sonrió queriendo hablar, pero temió enredarse teniendo que repetir varias veces. Entonces toscamente David tomó la vocería:
—Hay está pintada la oveja negra de la familia, que no está sacramentada, que vivió amancebada y que se escondía para no ir a la iglesia.
El hermano mayor alzó la voz a manera de regalo y, agitando el puño derecho, furioso, dijo:
—Tú eres muy idiota; sabes que le obligaron a hacerlas comuniones en la prisión de damas.
Está sorprendido, preguntó lo obvio:
—¿Estuviste en la cárcel?
Un silencio muy incómodo invadió la carreta que los transportaba; Yací agachó la cabeza y comenzó a llorar, tapándose la cara con las manos. Al final, sollozando, confesó:
—Está bien, tal vez me faltaron unos detalles de mi última separación; pensé que me ibas a juzgar por el hecho de que la doctora más importante viva aún en la casa de sus padres y por qué no viste a ninguno de mis hijos. La verdad es una historia muy complicada, llena de dolor y muchísimo sufrimiento.
Estiban el abrazo. Besándola en la frente, le susurró:
—tranquila, no tienes por qué contarme todo lo de tu vida; tal vez tendremos tiempo después, igual no te avergüences; Literalmente, no tenemos la total culpa de lo que nos pasa en la vida; a veces somos como un barco que tenemos el control del timón y las velas, pero no de las mareas ni del clima.
Yací, limpiándose sus lágrimas con la mano derecha y con la mano izquierda, golpeó una pared de la carreta, dando un pequeño grito:
—¡Ahora eso es lo más complicado; no tenemos mucho tiempo, uno de los dos mundos colapsará al otro y tu estadía aquí desequilibra aún más la ecuación de las realidades! ¡Como si fuera poco, hay otra cosa, que sé que tú también lo sabes, pero que finges no saberlo, tal vez para que nadie te tenga lástima o para dártelas de importante con Pólux, es que no tenemos ni un poquito de idea cómo puedes volver a tu monstruosa dimensión y mucho menos cómo evitar la catástrofe apocalíptica!
Los cascos de los corceles aplaudían en la empedrada calle; adentro, en la carreta, un amargo silencio la invadía; todos miraban como el carretero guiaba a las bestias. De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, una luz brillante le explotó la cabeza como cuando se cae una sandía al piso. Yací, junto con David, gritaron desconsolados. Esto provocó que los caballos salieran corriendo desbocados, mientras una lluvia de rayos convertía en polvo a los edificios a su alrededor. A Orión le tocó utilizar su gran fuerza bruta para reincorporarse. Se deshizo de lo que quedaba del conductor, arrojándolo a un lado del camino y trató vanamente de controlar a los animales, pues otra lluvia de rayos lo dejó solo con unas humeantes riendas y de los animales no quedaron ni las crines.
Había llegado la cruel guerra mucho antes de lo esperado. Una pregunta le llegó a la mente del científico; ¿será que Altares desarrollaría otro tipo de armas? Lo que le daría aún más ventaja a Pólux; ya una guerra se gana con mejores armas o tácticas más inteligentes. Ellos solo habrían fabricado un arma similar a la que Estiben ayudó a desarrollar cuando estuvo secuestrado. Francamente, les faltó milicia, a ellos más que a nadie, puesto que su amadísimo líder, Pólux, se dejó por esos pequeños pero mortales artefactos bélicos.