Altares siguió embistiendo como un feroz toro a pesar de haber prometido que se retiraría al conseguir a los dos científicos, pero cómo hacerlo si estaba a escasos pasos de la victoria; sin embargo, «en la puerta del horno se quema el pan». El cielo de pronto se llenó de luces extrañas que los cegaban, junto a humos de varios colores y un ruido ensordecedor. Vieron como fueron rodeados por miles de monstruos que les gritaban sin parar. El caos reinó junto al desconcierto en tal situación inesperada, la cual fue aprovechada y provocada para que un equipo élite de extracción rescatara al par de científicos. Mientras que otros soldados se abalanzaban armados con garrotes, espadas, rifles láser y hasta con los dientes para matar a los confundidos soldados. Altares se vio obligado a ordenar la dolorosa retirada.
Estiben abrazó fuertemente a Yací, la que aún no paraba de llorar por la lamentable pérdida de sus hermanos. Fueron llevados al palacio imperial, donde los recibió en persona por Pólux y en monstruo por el emperador Rodríguez. La doctora, al verlo, se le tiró, pegándole débiles puños, reclamándole: —Imbécil, usted mató a mis hermanos, vi sus estandartes en esos soldados asesinos, no lo niegue.
La sonrisa de Pólux se desdibujó de su rostro, que pasó a tener una lúgubre expresión. Le contestó: —Lo siento mucho. No lo sabía; debió de haber sido algún soldado inexperto quien por el miedo le disparaba a todo lo que se movía. Por culpa de esta traicionera invasión están muy mal entrenados. La guerra es bastante cruel; no solo mueren los combatientes, también hay bajas civiles. Aunque un soldado de esos fue el que nos avisó que los habían hecho prisioneros. Desde luego que lamento mucho esas pérdidas, lo que sí le puedo decir es que sus hijos sí se encuentran a salvo y, por favor, necesitamos que trabajen en mejores armas. De ahora en adelante, por su propia seguridad, no podrán salir de aquí. Si necesitan algo o a alguien, no duden en llamarme.
Entonces, el monstruo Rodríguez tomó la vocería por intermedio del aparato traductor: —Los salvamos fue una operación exitosa, una estrategia combinada que se basaba en confundir al enemigo, pero es cuestión de tiempo para que nos vuelvan a atacar… Aquí en nuestra tierra capturamos a unos científicos nucleares que estaban trabajando para la resistencia del exdictador Pontón; nos confesaron que estaban ayudándole a desarrollar tecnología de fusión para Altares. Por favor, necesitamos desarrollarla primero. También tenemos que buscar la solución para que ningún mundo perezca y una forma para poder cambiar de dimensión. Las posibilidades para conseguir una paz más duradera serían ilimitadas. Aquí nosotros les brindaremos la mejor ayuda posible para desarrollar su tecnología y ustedes nos pueden brindar recursos naturales que aquí están escaseando.
De nuevo fueron conducidos por esos pasillos, que daban a ese ascensor, que al cerrarse los internaba en las entrañas de la tierra, a ese laboratorio donde ya tenían muchos recuerdos y Estiben esperaba tener más. Solo tendría que consolar a Yací mientras trabajaban; luego dejaría que todo fluyera. Sería casi perfecto de no ser por el hecho que la mujer y los hijos de Estiben estaban allí esperándolo. Aunque transformados en monstruos por la alteración de las ondas debido al diferente flujo dimensional. Los hijos lo saludaron con abrazos y besos; en cambio, la esposa mediante el aparato traductor lo saludó así: —hola amor, nos hiciste mucha falta, me alegro de que estás bien, rece muchísimo por ti, ahora mira, tenemos un problema muy serio, mi hermano nos robó todo, el asqueroso nos dejó sin casa, sin nada y más encima yo como una boba le saqué un grueso préstamo bancario. ¿Qué vamos a hacer? Necesito que le pida ayuda al presidente.
A Estiben se le subió la sangre al rostro, iracundo apretó los puños, pegándole a una mesa. Le contestó muy tierno: —Usted es mucha estúpida, su hermano siempre se la hace y usted como boba sigue cayendo, usted verá qué hace. Ese fulano estaba mejor en la cárcel, ¿Para qué se puso de estúpida a medias para que lo liberaran?
Ella, sacudiéndose como si estuviera en un trance, llorando desconsolada, le gritó: —Pero es que es mi familia, la gente con la que crecí; él me prometió, me juro, que me iba a pagar.
Estiben, seguía apretando con rabia los puños. También le gritó: —Siempre es lo mismo, si a uno lo roban una vez es por confiado, pero si lo roban muchas veces es porque eres un estúpido, como tú; lárgate, no te quiero ver, usted verá que hace socarrona.
Por primera vez, Estiben fue capaz de echarla. Tal vez por todas las cosas que ha tenido que pasar se le está formando un mejor carácter; la esposa se marchó lentamente, llorando muy duro, esperando a que, como en anteriores ocasiones, él la agarraba para no dejarla ir, lo que esta vez no sucedió. Así que antes de subir al ascensor dio la vuelta hacia su marido, alzó la mano empuñando todos los dedos excepto el del medio y furiosa exclamó: —@#%$&* ¡maldito! Pues quédate con esa perra, al fin al cabo que usted no me ha servido para nada, ojalá te mueras, nos vamos y nunca más vas a volver a ver a tus hijos, vagabundo de @#$%*&… Y entró al ascensor donde se le ocurrió que ella misma debería dirigirse a llorarle al Emperador Rodríguez.
Los guardias la dejaron pasar debido a que se la pasaba metida en el palacio y, al verla llena de lágrimas, entró a la oficina presidencial sin anunciarse, donde vio que en una esquina estaba arrodillado, suplicante, el asesor consorte del emperador y este apuntándole con una pequeña pistola diciéndole furiosamente: —¡maldito traidor!, me traicionaste, le estuviste dando información a mis enemigos, no entiendo, ¿por qué? Si yo te amaba, yo te di de todo, te di mi corazón y me entregué a ti en cuerpo y alma.
El asesor se agachó aún más, le abrazó por las rodillas y llorando le suplicó: —Señor, no, le juro que yo no fui, señor, yo lo amo, lo amo con todo mi corazón; no haría nada que le hiciera daño.
Rodríguez lo lanzó contra la pared mediante un puntapié, diciéndole: —Mientras encontramos en su casa pistas de que usted fue el que planeó y pagó el fallido atentado contra mi esposa.
El asesor se limpió las lágrimas y su barba mojada para decirle: —Eso sí, señor, lo acepto, yo lo hice porque lo quería solo para mí, además que sospecho que su esposa es la verdadera espía porque está celosa de mí; ella hace mucho que descubrió lo nuestro.
El emperador inhaló profundo, a la vez que apretaba el gatillo, vaciando rápido el arma en el cuerpo del asesor, que se sacudía al ritmo del sonido de las explosiones. Cuando no le quedaron más balas con las que pudiera perforar la humanidad de su amante, por donde se le salía la vida, Rodríguez se agachó besándolo por última vez para comprobar que ya estaba muerto, sentándose a llorar al lado del c*****r del que muchas veces recibió caricias. Cuando sintió la mirada atónita de la esposa de Estiben, al mirarla con mucho odio, le observó: —Usted, otra vez, parece que tiene la cualidad de enterarse de cosas muy delicadas, lo cual es muy peligroso.
Se levantó volviendo a coger la pistola, pero esta vez apuntando a la estúpida mujer, la que al tratar de huir tropezó con sus mismos pies; después torpemente trató de huir de espalda como un cangrejo, hasta que se la trancó la pared. Donde el presidente de nuevo apretó el suave gatillo, lástima que se le había olvidado que el arma ya estaba vacía, lo que no era problema, pues tenía muchas más balas en los cajones de su escritorio. Así que las busco. Los guardias abrieron las puertas para ofrecer ayuda a su jefe, pero al ver el oscuro panorama decidieron mejor dar media vuelta. Los hijos de Estiben aprovecharon para colarse corriendo a ayudar a su mamá, quien estaba pálida como un papel. Otra vez el presidente, muy dispuesto, le apuntó su arma ya cargada, solo que no fue capaz de dispararle a la mujer que ahora se aferraba a sus hijos al cuerpo. Entonces decidió utilizar mejor su boca:—señora, ¿qué voy a hacer con usted? Supongo que ahora me chantajeará. Usted es muy de buenas; miré la otra vez, ese hombre que está ahí tirado, que yace ahí, me convenció de dejarla vivir, de ceder a sus exigencias. Recuerde la bonita casa que le dimos a su mamá, la que ahora está muy colgada debiendo los servicios públicos, ya que son más caros porque están ahora en un estrato más alto. Liberamos a la rata de su hermanito, quien los robó otra vez; bien, pues sépalo, yo no me dejo chantajear, no tolero los chantajes. Si le dice siquiera una pequeña palabra de esto a alguien, sepa esto: no solo la mato a usted junto con sus hijos, sino que le acabo con cada familiar suyo para que no tenga a nadie que la llore o le pague un entierro decente. Ahora lárguese, no quiero que me vuelva siquiera a mirar ni a respirar el mismo aire que yo; ya es la segunda vez que se salva y le juro que no habrá tercera.