El maldit0 teléfono no paraba de sonar. Jasha podía sentir como vibraba en su pantalón, pero él estaba enceguecido, era como si cada camino lo llevará a la nada, estaba refugiado tras un muro y Hades y Poseidón disparaban por sobre su cabeza para despejar el lugar y darle paso a la oficina principal de un socio pequeño. Lo había descubierto vendiendo su mercancía a los Italianos a un precio más económico. —¡JASHA, AHORA! —Le gritó Poseidón y aquello se vio como en cámara lenta. El rubio con toda la experiencia y experticia que tenía lanzó dos granad@s al frente y el estallido le dio paso a la oficina a la que quería entrar. Los tres trabajaban como un reloj perfectamente sincronizado. Eran máquinas de guerra y ni las esquirlas ni las balas clavadas en sus chalecos los detenían. Ca