—¡DIME QUE ES MENTIRA! —El rugido gutural que salió de la garganta de Jasha se pudo escuchar por toda la casa. La rubia lo miraba con los ojos fríos, no habían lágrimas, no había dolor ni vergüenza, mucho menos arrepentimiento y eso fue lo que más le dolió a Jasha. Que no había arrepentimiento. Sintió cómo su pecho se retorcia, el dolor más grande se lo estaba dando la persona que más felicidad le había dado jamás. La persona que creyó que era su salvación, la persona por la que estaba entregando la cabeza de su padre a las autoridades internacionales, la persona que le dio esperanza y un pequeño niño que estaba entre una cuna profundamente dormido. —Me iré con él —dijo la pelirroja con voz firme y decidida. —¿Te irás? —pregunto Jasha con un visible tono de sarcasmo, una sonrisa ater