Irina y Alek estaban cantando una canción en la habitación del pequeño. Todo parecía felicidad y alegría, mientras que estaban ellos dos juntos, porque además no habían momentos más felices para el pequeño que esos en los que parecía existir solamente el con su niñera, una que al fin estaba allí por él y no por su padre. —Alek, Alek —lo llamo Irina—. Vamos a jugar a... Pero un golpe en la puerta estruendoso, seguido de la misma abriéndose bruscamente y un Jasha lleno de sangre en manos y brazos fue lo primero que los ojos de Irina vieron, abrazo al pequeño Alek y le tapo los ojos, temiendo que haya visto tal horror. —¿De verdad Irina? —el ruso quería reír pero no tenía paciencia. —¿Qué... Qué sucede? —ela temía lo peor, por su cabeza pasaban y pasaban cientos de imágenes y posibles