−Para mí no lo ha echado a perder– respondió Lucrecia−. Todo lo que deseo es decirle que no tengo intenciones de interpretar el papel que ahora me doy cuenta usted esperaba de mí. Soy su esposa milord, pero mientras me convenga, intento seguir siendo su esposa… de nombre solamente. −Es natural que tomes una decisión como ésta en semejantes circunstancias– repuso él con lentitud−, pero al mismo tiempo, no es una decisión muy práctica. Estamos casados, Lucrecia, y espero, como ya te he dicho, poder hacerte feliz. Vivir en forma antinatural no contribuiría a alcanzar esa aspiración. −Pero yo, milord– contestó Lucrecia–, encontraría muy antinatural aceptar las caricias de un hombre que está pensando en otra mujer. Se produjo un silencio. Entonces el Marqués dijo: −Desde luego, yo podría da