13

1213 Words
Ever.   Casi quedándose dormida en mi pecho la veía plácidamente. Su respiración era calmada, su rostro relajado, sus piernas enredadas con las mías... se veía demasiado tierna.   Me atreví a acariciar su nariz, sus ojos se abrieron y sonriéndome me hizo ver que le había espantado el sueño.   —¿Que sucede? — su cálida voz me relajó los oídos.   —Disfruto de verte dormir— le contesté mirándola tirar de su cabello que la mitad reposaba en su espalda.   —¿Por qué? — me preguntó llevando su mano a mi barba.   —Nunca había dormido con nadie— se acomodó entre mi pecho y dejó un beso en mi barbilla.   —¿Por qué? — me cuestionó.   —No llegabas tú — sonrió grandemente.   —Ya dime, ¿por qué nunca dormiste con nadie? Eres guapo, traías a todas las chicas detrás de ti, tuviste muchas oportunidades — la escuché decir.   —No es lo mismo pasar el rato con alguien que dormir la noche con ese alguien, ¿entiendes? Las chicas de los clubes solo les hacía quince minutos como mucho. Nada de caricias, nada de suavidad, nada de le lentitud. Básicamente era entrar y salir, me satisfacía, dejaba dinero y me iba. Suena feo pero era lo que había en mí en ese entonces. Me sumergí mucho en la sexualidad cuando caí en la rebeldía — le expliqué sin pena alguna.   Me prestaba mucha atención al hablar, creo que disfrutaba verme expresarme. Casi siempre soy muy callado y no hablo si no es necesario, solo que ahora, estaba ella para sacarme las palabras quisiera o no, e incluso ya me gustaba platicarle con tal de que su mirada y su atención fuera mía.   —Entonces soy una privilegiada de que vayas a dormir conmigo toda la noche y que a mí me tocaras con el alma — su sonrisa me volvía loco. Me enloquecía por completo tanta dulzura.   —Yo soy el privilegiado de tenerte en mis manos, Eleonor—   La había sentido, había tocado cada partecita de su piel, probado sus fluidos, conocido sus puntos débiles. Era mía. Había podido tocar más allá de las hebras de sus cabellos, también su cuero cabelludo, conocer más de cerca sus pestañas, apreciar que mi mano era el doble de la de ella, que acostada encima de mi se veía más diminuta de lo normal.   Ella colocó su cabeza en mi pecho para escuchar los latidos de mi corazón. Volví a meter mi mano por su melena.   —Vuelve otra vez la vida a dejarme una enseñanza. En los ojos más oscuros, se encuentra el amor más hermoso. – yo estaba consciente de que conmigo tenia a una obsesionada con los libros, sin duda me enamoraba con todo lo que me decía poéticamente.   —¿Que dices? — reí haciéndola mirarme.   —Tú boxeador, aparentas ser tan frio como la nieve, sin embargo, eres caliente como el sol, cálido como tomarse un té frente a una fogata, eres suave y aunque quieras aparentar que nada te hace dejar de ser grotesco, duro, egocéntrico... conmigo te has comportado como un osito de peluche. Me has llenado de tu calor y tus brazos han sido mi refugio todos estos días, sin excepción alguna. Y no me importa nada de lo que puedan decir o pensar, me gustas tú, me encantas como eres, sin hablar haces que todos te respeten y tienes ese porte de hombre intimidante, galán egocéntrico con la capacidad de hacerle creer a la otra persona que eres alguien que en verdad no, solo para protegerte. Aquí me siento muy cuidada y me importa un pepino que con esos puños mates a golpes a tu contrincante si a mí me haces sentir como la nena de tu vida— tuve que incluso voltearme para abarcarla completamente y abrazarla, envolverla debajo de mi cuerpo, aspirar su aroma al esconderme en su cuello y apretarla fuerte, muy fuerte, queriéndole expresar con gran afecto físico lo que no podía con palabras porque sabía que podría trabarme y que nada de lo que dijera en este instante se asemejaría a lo que ella me dijo.   Me acurrucó en su pecho, me besó la cabeza y me llenó de un amor parecido al que me daba mi abuela, un amor consolador, reconfortante, lleno de vida, de esperanzas, de ilusiones. Me hizo sentirme vivo, y no para malgastar mi tiempo en cosas sin importancia, porque ahora nada tiene importancia sino es ella. Ahora que está Eleonor me doy cuenta de que mi vida gira alrededor de ella.   —No quiero que te vayas, no quiero que te alejes. Llevo todos estos días desde que estas presente sin tener la necesidad de golpear como un animal un saco de boxeo o una persona para sentirme bien. Tú has logrado calmarme, tú me das calma, tú me das paz, tú me das eso que he buscado. Y en tan poquito tiempo te has convertido en esa dosis que me he cansado de buscar para no seguir muriéndome en mis traumas, creyendo que no puedo llevar una vida normal y corriente como todos los demás y sobre todo, has llegado para enamorarme, hacerme sentir otro, hacerme reír. Eres mi nena intocable y quien se quiera morir solo tiene que intentar ponerte un dedo. No hay marcha atrás, Eleonor. Seré tu tormento favorito, el mismo que te llene de besos, te cuide y también por momentos te lleve al infierno. —   Estaba ilusionado por vivirme cada etapa, se vendrían cosas que nunca en la vida yo había podido tener la oportunidad de sentir y eso solo me ponía ansioso. No habitaba miedo alguno en mí, pues ella quien en realidad estaba en su completo derecho de dudar o temer no lo hacía. Había visto en mi cualidades que incluso yo nunca en la vida me había dado cuenta de que tenía. Supo entrar en mi corazón de una manera inexplicable que incluso podría causarme temor, porque los sentimientos que se han desarrollado por ella en mi ser en estos pocos días son enloquecedores y no hablo de obsesión, ni de lujuria, sino más bien de un poder que me jala a ella como un imán. Es como que me tratan de dar una señal, para que salga del abismo en el que me encuentro y deje de estar sumergido en ese pozo n***o que quiere acabar con mi vida y no me quiere dejar conocer la felicidad.   —No me voy a ir mi Ever. Aquí voy a estar para ti siempre, dispuesta a conocer el cielo y también el infierno, pero solo si es contigo. Dispuesta a apoyarte en cada pelea, a discutirte cuando te vea hablando con otra chica o incluso cuando se me dé la gana — ambos reímos.   —Este tamaño que me cargo, pequeña, no es para que juegues conmigo. No te conviene empinarte para pelearme — me burlé de ella acariciando sus labios.   La vi rodar sus ojos.   —¿Y según tú que es lo que me conviene? —   —Empinarte para besarme, de lo contrario solo obtendrás nalgadas — mordí mis labios.   —¿Puedo comenzar a pelearte ahora? Me urgen unas cuantas nalgadas—   Ella era el colmo de los colmos, perfecta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD