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Eleonor.   Levantarme en otra cama, junto a un hombre por primera vez en mi vida, me hizo despertar muchas sensaciones dentro de mí. Rodeaba mi cintura con su pesado brazo mientras dormía profundamente, yo me he acostumbrado a dormir de lado, por lo cual no fue una noche cliché rendida en su pecho. Ambos pudimos descansar fenomenal a pesar de no tener tantas razones como para sentirnos completos, más que nosotros mismos. Después de que pensé en odiarlo, terminó convirtiéndose en mi chico favorito.   Las cosas realmente solo estaban bien con Ever, pero aunque todo estuviera de cabezas con mi familia, me sentía feliz. Anoche me había levantado el ánimo, y más que eso me hizo sentirme la chica más querida y más mimada por un badboy. Que conste que mi boxeador es un tipazo, que en el ring sea una bestia no me hace creer que sea mal hombre, conmigo trata de ser el tipo de pareja que merezco.   Sin embargo, tuve que llegar a mi casa, no tenia de otra claro está, luego de ir a la farmacia por una pastilla, me di un baño y me vestí para ir a la universidad.   —¿Michael? — escuchar a mi mamá desde abajo pronunciar aquel nombre agilicé mi paso al bajar las escaleras y corriendo más rápido que un caballo cuando llegué al primer piso me enfoqué en la entrada. Sonreí ampliamente al verlo de pie con su chaqueta en mano.   Mamá estaba pasmada viéndolo de pie junto a la columna que dividía la sala del comedor. Yo me lancé sobre sus brazos para rodearlo. Me recibió con la misma fuerza y besó mi mejilla.   —Ya estás aquí, estas libre— le hablé al oído sintiéndome más feliz de lo que ya estaba. Uno de mis problemas finalmente se había solucionado.   —Ya estoy para ti, mi niña— respiré profundo al escucharlo decirme aquellas palabras.   Nos quedamos dándonos calor uno con el otro unos largos segundos, ya tenía una buena razón para comenzar mi día con el pie derecho y no con el izquierdo, o más bien tenía dos razones, Ever era la otra que no se podía quedar.   —No sabía que te dejarían libre hoy— fue lo que le dijo mamá aún paralizada.   —Ni siquiera me darás un abrazo, ¿no te alegras de verme mamá? ¿Qué cosas digo? Si no fuiste un solo día a verme, tan solo fuiste por mí el día que me metieron preso, luego no volviste, ni papá tampoco. Estuve nueve días en la cárcel y no te importó — Michael si algo era, es sentimental.   —No podía ver a mi hijo tras las rejas sin poder hacer nada, no he podido dormir estos nueve días, tú y tu hermana me tienen mal! Y no sé qué hice tan incorrectamente con ustedes para que ahora se comporten así. Tú caíste preso porque fue la consecuencia de meterte a pelear en un lugar ilegal! — se repetiría la misma situación de siempre.   —Y este escándalo? — papá bajó las escaleras arreglando su corbata.   —Hola papá — con ironía le saludó Michael.   —Oh, ya te dieron tu libertad — su expresión no fue más que gestos sarcásticos.   —Así es, y no necesité de mi papá el abogado. Me gustó bastante no recibir apoyo de ninguno de los dos, lo necesitaba— En los ojos de Michael vi dolor.   —Claro que lo necesitabas, ahora cuando tu madre y yo te hablemos tal vez así harás caso. —Papá no tardó en contestarle.   —No, no es así. Aunque como hijos nos equivoquemos ustedes como padres deberían estar presentes, y ayudarnos a levantar. No desaparecerse. La única que fue a verme fue Eleonor! Pensé que eran mi familia, los padres aman por encima de todas las cosas. — subió su tono de voz.   —Claro, como Eleonor te apoya en tu vagabundería, ella es tu única familia ahora. — ironizó papá.   —Ahora nuestra disciplinada Eleonor se ha dejado influenciar de cierta forma por ti y ha sacado los dientes— mamá habló.   —Michael es mi hermano y mientras él no estaba era mi deber defenderlo por sobre todas las cosas. Más cuando no lo entienden, cuando no lo apoyan, cuando no lo escuchan. Él no está obligado a ser lo que ustedes quieran. Es libre de elegir y eso no lo hace mala persona, no estas vendiendo drogas, ni traficando armas, es solo un boxeador. Y si eso te hace creer mamá que me ha influenciado, te equivocas. Solo es lógica, es empatía, es ponerme en su lugar. —   —No vale la pena que continúes, Eleonor. Papá y mamá nunca van a entender que ser un boxeador no me hace menos persona y mucho menos mala. Me llevaré un poco de ropa, he alquilado un piso donde nadie va a juzgarme. Si me permiten, descansaré unos minutos y luego me voy. Con su permiso, Señor Benjamín y señora Carmelia— llamó por su nombre a nuestros padres.   Yo me quedé estática, se iba a mudar.   Mamá y papá se quedaron inmóvil y lo vimos subir a las habitaciones. Sus miradas se posaron sobre mí.   —¿Donde amaneciste tú Eleonor? — papá me preguntó.   —Donde Madeline— le contesté de inmediato.   Tomé las llaves de mi auto para salir de la casa.   —¿Estás segura? ¿No estas mintiendo, Eleonor? — papá volvió a preguntarme.   —Si, estoy segura. Hoy tengo clases hasta la tarde, por lo que voy a cerrar la librería. Para que no estén preocupados, o más bien, esperando por mí. — les avisé.   —Llegaste en un BM el día que metieron preso a tu hermano y dijiste que fue un Uber el que te trajo. Has llegado un poco pasada de tu hora normal a casa durante toda la semana. No sueltas ese celular — mamá me señaló mi móvil en mis manos — y claro, anoche me dijiste que ibas a donde Madeline o tal vez a donde un sin futuro igual que tu hermano. ¿No estarás tu vinculada con un maleante también? — Terminó de hablar.   Papá me miró muy atento y entreabrió la boca. Ladeé mi cabeza y sonreí irónicamente negando con mi dedo índice.   —Mamá, yo estudio, trabajo, tengo muchos compañeros con quienes salir y compartir porque soy muy joven. Anoche no amanecí con ningún maleante, tampoco con un sin futuro, para nada... boxeador tal vez sí, pero no con un sin futuro. Pero no te preocupes, amanecí con Madeline. Pasen lindo día, los quiero— mamá me miró arrugando su frente y su nariz, mientras que mi padre tan solo analizaba cada palabra que salió de mi boca.   Salí por la puerta de esa casa que ahora se había convertido en el lugar donde menos quería estar.   Al subirme a mi auto me llegó un mensaje del boxeador. No me quiero imaginar nada de lo que se viene, pero me emociona. Sé que pienso alocado ahora pero, yo de los brazos de Ever, no me arrepiento de estar... y no me iré tampoco.   > Ever.   Me reí, me mordí los labios, sonreí como tonta.   > le texteé.   Arranqué del parqueo y tomé la carretera para emprender mi camino a la universidad. Su mensaje me tentaba a conducir pero a chatear a la vez, cosa que no se puede y atenta contra mi propia vida. Pero como el amor nos hace tontos y muchas veces no pensamos, tuve que leer el mensaje de texto.   > Ever.
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