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1439 Words
Ever.   Tras cerrar la puerta y colocar el "Close" finalmente la biblioteca estaba a solas. Tan solo ella y yo. El local era muy amplio, repleto de estantes con libros, mesas con bonitas lámparas, paredes pintadas con obras artísticas muy llamativas, un cielo en cristal que me parecía realmente divino el apreciar las estrellas, una vista deleitable y una escalera en espiral de madera con acceso al segundo nivel.   —¿Bonito no? — me miraba muy atenta Eleonor.   —Más que tu no. Vamos a sentarnos a cenar — le agarré de la mano y tomé la bolsa.   —No puedo creer estas cosas— la escuché decir cuando nos sentamos en la mesa.   —¿Qué cosas? — le pregunté pasándole su empaque. Había comprado dos cruasanes y dos malteadas de fresas.   —Esto me parece muy romántico, cenar en una biblioteca, con un boxeador — reí al mirarla sonrojada.   —El que no puede creer esto soy yo, pero es real. Vine a una biblioteca después de pararme a comprar la cena para pasar una noche agradable solo por ver a la piba que me trae loco. Si, este boxeador, el tipo que ni siquiera creía en las relaciones — ahora la que rio fue ella.   —¡Ya te dije que no soy una piba! Soy...— la interrumpí   —Mi nena, eres mi dulce nena— completé la frase.   Tras su mirada encantadora, me asintió regalándome una sonrisa de esas que me daba cuando la consentía. Empezamos a comer animadamente en aquel espacio literario que en realidad le daba un toque a nuestro momento romántico.   Maldición Ever... ¿te estás escuchando?   —Michael salió de la cárcel — habló   —Estuve con el toda la tarde— le conté.   Me miró fijamente.   —¿Le hablaste sobre nosotros? — me preguntó algo entusiasmada.   —No, no sin antes hablar contigo. — le dejé saber.   —No lo sé... ¿podemos esperarnos a que las cosas se calmen un poco? Se va a mudar, vienen grandes cambios para él, sobre todo sentimentales. No quiero que piense que tú me estas arrebatando de su lado en su momento más difícil y que vayan a pelear—   —Tú no eres de él, Eleonor. No me gustan las mentiras, ni ocultar mucho las cosas porque luego se complican a la hora de decir la verdad o muchas veces terminan descubriéndose. Mira que no es de hombres, no sería de alguien como yo ocultarte. — no me gustaba la idea en lo absoluto.   —Ever mi amor, al menos dame tiempo para decirle. Yo sé que no quieres ocultarme, eso sería horrible, pero... no es el momento para Michael. Entiéndeme o ponte tú en su lugar que pasas muchas horas a su lado y sabes su ánimo y sus lamentaciones. — no me cabía duda de que ellos dos se adoraban y su fortaleza era apoyarse mutuamente.   —Así como tú lo apoyas a él, debería de hacer lo mismo contigo. Pero si quieres no contarle sobre lo nuestro por el momento, está bien. Me costará muchísimo contenerme alguna vez que estemos los tres juntos. Ya es normal verte y tocarte, besarte y tratarte de manera diferente. — No me molestaba del todo, es solo que no es de hombres esas cosas.   La vi pararse de su asiento, rodear la mesa y sentarse sobre mis piernas.   Coloqué mis manos sobre su cintura y recé para no tener reacciones al sentir sus nalgas hacerle presión a mi amigo. No es que soy un enfermo s****l, es que todo de ella me excita, me causa satisfacción, me incita a tocar y por supuesto, a probar.   Me reí al ver que sus pies le colgaban. Era una completa mujer pequeña.   Me ofreció a tomar de su malteada colocando el sorbete en mis labios pero me negué.   —¿No quieres pasar saliva? ¿Estas enojado conmigo? — me preguntó levantando sus cejas.   —¿Por qué tendría que querer de tu jugo si tengo el mío? — pregunté queriendo encontrarle lógica.   —No no no, te voy a explicar cómo funciona. Lo tuyo es mío, podemos tener la misma comida, la misma camiseta o cualquier objeto igual pero lo tuyo es mío— fue muy detallista.   —¿Y lo tuyo también es mío entonces? —   Levantó su dedo índice.   —Muy buena pregunta, pero no. Lo mío es solo mío, boxeador— me tuve que reír a carcajadas.   ¿Qué pacto era ese?   —Ustedes las mujeres son terribles, pero no me opongo — un beso de sus labios recibí cálidamente.   Colocó sus manos en mi cuello y acarició la zona provocativamente. Gruñí por la reacción que podía causar en mí.   —Linda... — apenas pude pronunciar esa palabra porque me impidió continuar. Ella no me quería dejar de besar. Apreté el agarre en su cintura porque me estaba matando lentamente.   Me comió los labios y se bajó de mi regazo.   —Tengo que dejar en orden unos libros allí — como niña buena pronunció esas palabras.   —j***r Eleonor, ¿por qué diablos me enciendes si no vas a apagarme? — maldición, tragué.   Escuché su risilla traviesa mientras caminaba por un largo pasillo y comenzaba a ordenar una pila de libros de un carrito.   —Eres demasiado traviesa— me crucé de brazos y bufé.   —¿Pero así te gusto, no? Y eso... que no has visto nada aún — la vi morder sus labios mientras yo me recostaba de un estante para admirarla.   —¿Sabes? Hoy aprendí una palabra nueva. Resulta que me puse a leer un diccionario, tal vez buscando enriquecer mi vocabulario para hablar contigo. Tu eres toda una estudiante de literatura, amante de los libros y pronto sé que una gran escritora, así que no puedo yo quedarme atrás...— me interrumpió.   —Tu un negociante, uno muy bueno que estoy segura de que eres fenomenal en tu área. Si hablas me vas a avergonzar con tu intelecto, pero vamos señor humilde, dígame qué palabra nueva aprendió — sonreí negando con la cabeza.   —Kreptafibia— pronuncié lentamente.   —¿Y eso que es? — me preguntó extrañada.   —Significa fascinación por la personalidad o forma de ser de alguien, en mi caso tú— sus hermosos ojos se mostraron todos míos, ella sonrió ampliamente robándome el aliento.   —Pues que coincidencia que los dos tengamos kreptofibia — avanzó hacia mí, rodeó mi cuello con sus brazos y me besó.   ¿Pueden creer que incluso una persona puede despertar en ti la pasión y el interés por cosas que anteriormente no tenías? Esta mañana al llegar a casa me he puesto a leer, a investigar, todo por querer asemejarme a ella, por querer entenderla cuando me hable, para estar a su nivel, para aportarle cosas buenas y gratificantes. El amor te hace hacer tantas cosas que ahora entiendo por qué el que nunca se ha enamorado llama idiota al que tiene una relación. Es que no ha sido tocado, no ha tenido la dicha de conocer lo que es aprender y también perder, porque lo que sí es de tontos es pensar que siempre ganaremos. Es cruel pero es la verdad, sin embargo yo admito ser un tonto porque tengo la ilusión de que lo mío con Eleonor será para siempre, y aunque no sea lo mío, no me acostumbre a ello y nunca había pensado de esta manera, es lo que hace el amor, ciega.   Llevé mi mano por debajo de su suera y la sentí estremecerse. Lo más probable es que estuvieran muy frías mis manos. Me fui a su espalda y la llené de caricias en medio del beso escuchándola gruñir entre sus labios.   —¿Que sucede Eleonor? ¿No estabas bellaca esta mañana? Léete ese libro conmigo aquí justo ahora — le susurré contra los labios.   —Era sobre fantasías sexuales — su boca no me pedía que la hiciera mía pero sus ojos sí.   —Yo tengo una, ¿sabías? — le pregunté.   —¿Ah sí? ¿Cuál? — me preguntó incitándome.   —Hacerlo en una biblioteca. ¿Acaso conoces tu una? — la escuché reír.   —¡No lo puedo creer! ¿Sobre qué? ¿Un estante? — lo vio como una burla.   Oh no, yo no estaba jugando.   —Sobre la mesa, y créelo, mi querida nena— la cargué en mis brazos cargándola como niña de cinco años. —Déjame mojarme de ti, comparte. Te saldrá caro mortificarme cuando estoy lejos, me la cobraré, ahora te tengo al frente, solo para mi—  
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