CAPÍTULO DIECISIETE
Los dos alguaciles estaban sentados a horcajadas sobre sus caballos, ambos hombres envueltos en gruesos abrigos de búfalo, las partes de la cara que no estaban cubiertas por pañuelos estaban azules por el frío. Habían dormido irregularmente, girando y estirándose a cada momento, haciendo todo lo posible por encontrar algún tipo de consuelo que los ayudara a descansar. El frío se les clavaba profundamente en los huesos, el suelo era duro como el hierro y el sueño los evitaba. Finalmente lograron unas horas y se despertaron con el olor a café recién colado hecho por Cole, que parecía descansado y fresco.
Se fueron poco después, pero pronto Cole les indicó que se detuvieran. Saltando, colocándose a gatas, Cole buscó en el suelo, se sopló las mejillas y se puso de pie. “E
