Ver a mi hermana me sorprendió mucho, Valery Catalán, era la hija legítima del Conde Enrique Catalán y mi media hermana mayor.
Y al igual que los demás miembros de su familia me odiaba, siempre dejaron en claro que era su familia no la mía. Oí unas risillas que venían detrás de mí, no necesitaba darme la vuelta para ver qué eran las sirvientas, podía sentir sus sucias miradas sobre mi piel…
Lo que sentí sobre mi piel no fueron sus miradas, fue el balde de agua sucia que tiraron sobre mí. Las risillas pasaron a ser risotadas sin tapujos, en este punto ya no tenía ni el deseo de llorar, sabía que eso solo lo empeoraría.
Al no ver ninguna reacción en mi rostro, Valery se enojó aún más, estaba fúrica y eso era obvio por la bofetada que me dio. Mi mejilla derecha estaba caliente, y las uñas de Valery tenían rastros de sangre fresca en ellas.
—Cosa sucia, ¿Cómo te atreves? —grito mi hermana mientras tiraba de mi cabello para obligarme a mirarla.
—Lo… lo lamento… —susurre sin atreverme a moverme, para evitar que su enojo aumentara. No funcionó, su odio hacia mí siempre había sido fuerte, y nunca había sido discreta al respecto, me odiaba y me quería muerta.
Valery solo me dio otra cachetada antes de marcharse, todos los eventos se fueron dejándome mojada, sucia y hambrienta. Cuando me prepararon para regresar a mi habitación me resbalé con el agua que habían tirado y volví a caer sobre mi trasero de un solo golpe.
Traté de levantarme cuando sentí un punzón en mi tobillo izquierdo, al asentar el pie una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo y pude sentir como caía una vez más.
No llegué a tocar el suelo, una sirvienta detuvo mi caída, su mano áspera se envolvió en mi cintura. La mujer que me sostuvo era más alta que yo.
—¿Se encuentra bien, princesa?
—¿Princesa?
—Como la esposa del Duque, usted es una princesa.
—Puedes ayudarme a llegar al cuarto.
La chica obedeció, y a paso lento y cauteloso me llevó de vuelta a la alcoba, mi tobillo se había hinchado y tenía un brillante color rojo.
—¿Está bien?
—S... sí, ¿cómo te llamas?
—Soy Ana.
Ana parecía tener mi edad, su cabello castaño era bastante bonito, como desearía que ese fuese mi cabello.
—¿Tiene hambre, princesa?
*Grrr*
Mi estómago respondió a su pregunta, mi cara ardía y solo pude esconderme detrás de mi cabello.
—Ve y prepara el desayuno de Valery antes que se enoje.
—Primero le traeré algo de comer, no puede quedarse con el estómago vacío.
—Gracias —Ana se marchó, probablemente se fue a la cocina.
Ana era tan amable, que no pude evitar sonreír al pensar en ella.
Mi pobre estómago dolía, pensé que para este punto ya estaría acostumbrada a pasar hambre, pero siempre dolía como la primera vez. Los minutos pasaban y Ana no regresaba, estaba empezando a preocuparme por ella.
*Toc toc*
—Adelante —era obvio quien tocaba mi puerta, hasta ahora solo había una persona que era tan respetuosa y educada conmigo.
Tal y como había imaginado Ana acababa de llegar y traía consigo un pequeño carrito con comida.
—Princesa, ¿quizá debería cambiarse antes de comer?
Con esas palabras recordé que aún estaba bañada en agua sucia, apestaba, quería llorar. En ningún lugar me querían, siempre era igual, solo soy una niña ilegítima de apariencia tétrica.
—Princesa, no lloré por favor.
«¿Llorar? ¿Estoy llorando?»
Llevé mi mano a rostro, al principio creí que la humedad en la punta de mis dedos se debía al agua sucia que me habían tirado, pero ahora sé que era por mis lágrimas.
«Son tan cálidas»
Tenía tanto frío, las ásperas manos de Ana se sintieron reconfortantes, me siento tan cómoda y segura, que no quiero abandonar sus brazos jamás, fue un toque más delicado que la seda.
—Todo estará bien princesa, yo estoy aquí y la ayudaré en lo que necesite. Yo soy su amiga.
«Una amiga, nunca antes había tenido una de esas»
—Princesa vamos a que se cambie y coma algo.
No lo había notado, pero a un lado estaba una bonita puerta plateada, caminé tambaleándome hasta tocarla, un escalofrío recorrió mi cuerpo. La puerta a pesar de verse tan fuerte y pesada, se abrió suavemente a mi tacto.
La luz que se colaba por los ventanales hacía que hasta el último rincón del baño brillará. El mármol de la bañera era suave, algo que se me hacía tan raro al pensar en una piedra.
—Lo lamento mucho Princesa, no pude traer agua caliente.
—E… está bi… bien, sé que no es tu culpa —le dedique mi mejor sonrisa, para asegurarle que no estaba molesta.
—Gracias por su comprensión.
—N… no hagas eso por favor, levanta la cabeza.
Ana se había inclinado tanto que por un momento creí que su nariz tocaría el suelo, ella levantó la cabeza lentamente mientras jugueteaba con las manos.
La bañera fue rápidamente llenada, el agua era cristalina y despedía un delicioso olor a rosas.
—Su baño está listo Princesa.
A pesar de estar fría el baño fue maravilloso, mi cuerpo estaba completamente limpio y olía a rosas.
—Por aquí Princesa.
Ana era muy hábil, antes de darme cuenta ya estaba completamente vestida y lista para comer, la comida estaba un poco fría, lo cual no era un problema para mí.
—Muchas gracias, el té y la fruta estuvieron deliciosos.
Aún si el té estaba tibio, la fruta fresca fue lo mejor, nunca antes había comido fruta que no estuviera magullada o podrida. Por primera vez en mi vida tenía el estómago lleno.
La vista a través de la ventana era preciosa, solo me quedé ahí mirando a través de la ventana y sintiendo los cálidos rayos del sol contra mi piel.
*Toc toc*
El golpe en la puerta me sacó de mi mente, no sé cuánto tiempo había pasado desde que me levanté esa mañana.
*Toc toc*
La puerta volvió a sonar estabas un poco más fuerte, no sabía quién estaba tocando y eso me produjo dejavu.
Quería correr y esconderme del mundo, olvidar que alguna vez había existido.
—Adelante —dije con voz trémula.