POV. JAZMÍN
La mañana del domingo estaba soleada y calurosa, algo que comenzaba a ser escaso por la época del año. Sentí muchas ganas de bañarme en la piscina y disfrutar del sol. No resistí la tentación y busqué un bikini rojo, me lo coloqué debajo de la ropa así no perdería el tiempo después de desayunar.
Y vestida de jeans y una camiseta de tirantes bajé a desayunar, como nunca Ivantie ya estaba allí y me miró casi suplicante. Vivir con sus hermanos ya era un calvario en estos días y lo aceptaba, era mi culpa.
Estos últimos dos días me había mantenido entretenida enseñándole a Ivantie como defenderse, y tratando de que mis primos no me ahorcaran por comprarle ese pijama “diabólico” a su pequeña hermanita, hasta mi tío se había mostrado perturbado por eso diciendo que había pervertido a su bebita. Solo porque una noche Sebastián había entrado en la habitación de su hermana y la encontró vestida con su adorado pijama, el muy metiche corrió a contarle a su padre y a Víctor y así empezó todo.
Por supuesto, exageraban.
—Vamos a desayunar juntas.
Ivantie me tendió la mano de mala gana. —Si intentan de nuevo eso de quemar mi ropa, ¿Qué vas a hacer?
La miré muy segura. —Procurar que no la quemen contigo dentro.
Ivantie se enfurruñó. —Eso no me gusta, pueden hacer lo que quieran con la ropa, pero el pijama me encanta, es muy lindo y cómodo.
La estudié; llevaba una camisa ajustada a cuadros verdes, de los cuales llevaba varios botones abiertos dejando ver una pequeña camiseta blanca, y unos shorts negros también ajustados, con calzas verdes. Se veía como un duendecillo bastante hermoso y hasta tierna, aún con esas convers. Raro.
—Solo vamos a desayunar, te prometo que si intentan quemar tu ropa rescataré tu adorado pijama.
—Lo prometiste, recuérdalo.
Al entrar de nuevo veía que estaban todos sentados desayunando, se me había hecho costumbre, les hice a todos una seña y me fui a sentar al lado del abuelo.
El abuelo estaba como todos los domingos, vestido de una forma más relajada con una camisa y unos pantalones de chándal. Y por alguna razón que desconocía estaba nervioso al mirarme.
—¿Qué sucede?
—Hablaremos después del desayuno. —Miró a Ivantie. —Te ves hermosa, querida.
—Gracias abue, ¿le puedes decir a mis hermanos que dejen de intentar quemar mi ropa? Comienzan a comportarse como los mocosos malcriados que son. —Mientras hablaba no dejaba de mirar a sus hermanos.
—¿Por qué dejaste de vestirte como lo hacías? —Sebastián no ocultaba su mueca de disgusto.
—¿Por qué te molesta? —Le preguntó claramente confundida. —Ustedes querían
que cambiara…
Víctor interfirió. —La verdad, me sorprende que te olvidaras de tu guardarropa tan rápido.
—Y, ¿por qué nadie me dijo que mi hermanita bebé tenía pechos? —Grito Sebastián.
Todos nos quedamos callados. Me concentré en el abuelo que intentaba no reírse, y en tío Víctor que estaba bastante confundido. Al final, el abuelo rompió a reír.
—¿Qué pensabas? Es una chica y muy bella, no veo nada de malo en eso.
Sebastián estaba sonrojado. —No entiendes, nadie me dijo que mi hermanita tenía las curvas de una mujer fatal. —Dijo. —Así me hubiera esforzado más en cuidarla.
—¿Qué piensas Víctor? —Le pregunté con inocencia.
—Si veo a un tipo cerca de ti, Ivantie. Voy a golpearlo y nadie me va a parar hasta que lo mate. —Uy, estaba enojado. Su cara lucía un ceño fruncido.
—Y yo te voy a ayudar. —Dijo Sebastián bastante satisfecho. —Oye Víctor, se me acaba de ocurrir una idea, ¿quieres ir conmigo a buscar todas las tardes a nuestra hermanita al colegio? Digo, si quieres acompañarme, no te estoy obligando a que dejes de lado a Nadia.
—Por supuesto que te acompaño hermano, Nadia entenderá.
Los miré a ambos tan celosos y sobreprotectores con su hermana. Que tiernos.
Ivantie, por otro lado, estaba muy molesta. —Son unos tontos.
—Tienes que ver el lado positivo de esto, tus hermanitos mayores son muy tiernos. —Le sonreí.
Sebastián y Víctor me miraron, hablaron al mismo tiempo. —Pijama.
—Que rico hay pastel de chocolate.
Con tensiones y al final con chistes sobre Sebastián y su incapacidad de mantener una novia, terminó el desayuno.
—Ven conmigo a mi oficina. —El abuelo me tendió la mano. —Vamos, es algo importante.
Me levanté con su ayuda y salimos del comedor.
—Abuelo, me estas preocupando.
—Es un tema delicado, ayer no revisé mi correo y antes de desayunar tuve tiempo de darle un vistazo.
—¿Le pasó algo a Irina? —Mis nervios se dispararon, si le pasaba algo a mi hermanita…
Negó con la cabeza. —No te preocupes, quiero que lo veas con tus propios ojos.
Entré en la oficina, más conocido como su estudio, y me dirigí a su computador, después de mover varias veces el mouse vi la bandeja de entrada.
—¿Has pensado en comprar un netbook o notebook? —El abuelo me indicó un correo y lo abrí. —Oh mi Dios.
—Si, lo mismo pienso.
Escuché unos pasos acercárseme, pero no me preocupé, esos pasos silenciosos los conocía desde hace bastante. Cuando se sentó a mi lado seguí callada, pasaron varios minutos o eso me pareció a mí antes de que él rompiera el silencio.
—¿Cómo estás? —Dijo por fin.
Lo miré sin saber que decirle, no tenía palabras para describir lo que sentía y no me sentía muy proclive a contarle algo tampoco. Pero ganó la confianza que le tenía.
Miré a Velkan, pese hace un buen rato que se había sentado a mi lado en la piscina había esperado pacientemente, no dejando de mirarme, debía de haberle costado demasiado hacer su pregunta y si bien habíamos sido novios y hace tan poco que habíamos terminado no podía dejarlo aparte de esto, aunque doliera.
—Embarazada, así me siento.
Me había embarazado de otro hombre, por las fechas había sido esa primera noche en que Patrice y yo nos vimos en el spa. Un par de días después de cortar con Velkan.
No me hacía sentir nada bien estar hablando de esto con Velkan, no era justo. Me dije. Seguía pensando, mientras él seguía aquí a mi lado.
—Y eso significa…
—Que estoy voluble, no me siento segura de nada y aún no sé cómo decírselo a mi padre sin que nos quiera destripar al abuelo y a mí. —Y si ya estamos, a ti tampoco. Lo miré a los ojos. —Y eso no me hace sentirme demasiado segura y mucho menos feliz.
—¿Embarazada?
Me decidí a explicarle de la mejor forma...
Tiré de una de sus manos y la puse sobre mi pancita. —Si, embarazada. Bebé, ¿conoces el concepto?
Velkan asintió de mala gana y se recostó a la orilla de la piscina. —¿Lo vas a tener?
Lo miré indignada por su pregunta. —Por supuesto, es mi bebé.
Me hizo una señal positiva con el dedo. —Eso está bien, ¿le vas a decir al padre del bebé sobre él?
—Claro. —No lo dude, Patrice quería tener niños, aunque no ahora, pero él entendería la situación, de eso estaba segura. —Él debe saber sobre su hijo.
—Está bien. —Nos quedamos callados un momento. —¿Aún no le llamas?
—No.
—¿Qué esperas?
—¿Qué esperaba?, nada, quise decir, pero eso no era verdad. Esperaba que un día de estos Patrice me llamara y me dijera que me amaba y que no quería dejarme ir de nuevo, que había sido un tonto al decirme adiós de esa forma.
Miré el cielo y traté de no pensar en él. El cielo se veía claro y ahora que lo pensaba mi bebé nacería en invierno, no lo vería este cielo despejado nacer. Me recosté en la orilla de la piscina como Velkan y seguí mirando el cielo.
—¿Cuándo comienzan las lluvias?
—En unos dos meses y luego vendrán los nevazones en unos cinco meses más. —Ni siquiera me preguntó el porqué de mi pregunta. —Podremos salir a esquiar, bueno por lo menos yo podré ir.
Me reí. —Te estas burlando de mí, ¿eh? —Me toqué la pancita. —¿Oíste eso bebé? Tío Velkan se burla de mamá.
Velkan se levantó y me miró de forma seria. —Te sale natural el papel de madre.
Me sonrojé. —Bueno, lo seré dentro de unos meses, es mejor que comience a mentalizarme, mejor temprano que tarde.
—¿A quién más le has dicho que estás embarazada?
—Eres el primero. —Ivantie aún no lo sabía, pero ella estaba enterada de la prueba. Velkan iba a preguntarme algo, pero me adelante. —Me enteré hace un par de horas, ni el abuelo supo que decirme para amortiguar el golpe, así que, no te molestes en tratar de consolarme o decirme cosas lindas. —Disfruté del sol. —No me siento mal, sino algo como... confusa, tengo sentimientos encontrados.
—¿Qué dijo tú abuelo? —Su mano se posó en mi mejilla, pero cerré los ojos y los mantuve así. —¿Está enojado?
Disfruté de sus caricias, y por eso me sentí egoísta. —No, solo se veía algo sorprendido, pero lo dejé solo, creo que necesitaba tiempo al igual que yo para digerir la noticia.
La sombra me cubrió y cuando sentí el roce de los labios de Velkan en la frente me di cuenta de que era su sombra la que sentía. —¿Aún la digieres?
Me sonrojé por su cercanía. —Más o menos, creo que ya estoy aceptando la idea que ahora seré madre. Es algo extraño, porque me sentía confusa sobre cómo cuidar de un niño, pero nunca me cuestioné de mi maternidad, en el fondo sé que quiero tenerlo conmigo. —Velakn no me decía nada y eso me estaba poniendo nerviosa y parlanchina. —Tampoco me importa perder mi hermosa figura en el proceso. Un beso cayó en la esquina de mi boca. —Que bien, te verás hermosísima, de eso estoy seguro.
—Gracias. —Traté de apartarme, pero Velkan me mantuvo en mi sitio con uno de sus brazos, aun así, no abrí los ojos. —¿Velkan…?
—Quédate quieta, te ves hermosa.
—Apártate muchacho. —Abrí los ojos adormilada ya por el sol. —No deberías estar asoleándote Jazmín.
Bostecé. —Si, eso creo.
—Qué bueno. —Me dijo un abuelo no muy feliz.
Los miré a ambos y decidí irme por las buenas. —Iré a dormir, ¿te veré después? —Le pregunte a Velkan.
Hasta ahora no me había dado cuenta de que le había contado mis problemas a Velkan y no le había preguntado por qué estaba aquí. Aunque aún me sentía algo sorprendida por contarle esas cosas a mi ex.
Me levanté con su ayuda y volví a preguntarle.
—Depende de cuanto duermas, estaré aquí un rato hablando con Víctor.
—No importa. —Le di un breve abrazo. —Adiós, por cierto, ¿por qué estás aquí?
Me sonrió. —Vine a amenazar a mi cuñado.
—Ah genial. —Miré al abuelo. —¿Y tú?
Imitó a Velkan. —Vine a amenazarlo a él, pero ya que vas a entrar vamos, no quiero que asolees más a nuestro pequeño.
—¿Desde cuándo es “nuestro”?
—Desde que ese niño va a nacer aquí.
—Por si te olvidas, ya no estoy en la empresa; tú me sacaste. He perdido muchas clases, y sabes bien que habíamos quedado en que iba a volver a casa. —Enumeré con mis dedos.
Él me golpeó la mano. —Soy viejo y tengo derecho a cambiar de opinión.
—Y yo soy la inconstante. —Dije más despierta y algo molesta por sus cambios.
—Ya dije, yo soy viejo, tú no. —Me dijo ya empezando a caminar. —Además, Víctor se sentía mal por quitarte el puesto, no me tomes a mal, él también va a entrenarse de igual forma que tú, pero con su padre decidimos que van a turnarse. Con tu embarazo, eso es lo ideal.
—Que considerado. —Mi molestia crecía.
El abuelo me abrazó por los hombros. —Eres mi nietecita y debo cuidarte, no creo que a David le moleste si te quedas aquí durante el embarazo. —Me apretó. —Por ahora vas a estudiar y a seguir tu rutina normal, ¿te parece?
—¿Si hablamos con papá primero? Él suele ser la voz de la razón.
El abuelo me frunció el ceño. —Yo soy más viejo que él…
—Y él suele tener más razón que tú. —Lo interrumpí. Ya me sabía de memoria eso de “yo soy más sabio que él”, lo había escuchado miles de veces en sus peleas.
—Golpe bajo. —Dijo Velkan que se mantenía caminando por detrás de nosotros.
El abuelo le dio un golpe en la cabeza. —Piérdete mocoso o has de una vez lo que has venido a hacer.
—Ya voy, ya voy, no se enoje.
Me reí, pero dentro de unos minutos no me iba a reír para nada, era mejor comenzar a hacer llamadas, a Irina le iba a molestar si no era una de las tres primeras personas en saber que estaba embarazada. Papá iba a estar furioso, pero se le pasaría y no sabía que pensar de mamá, ella era la más sensata.
Mi problema era el padre del bebé, ¿me respondería la llamada? Y si lo hacía, ¿cómo le contaba la noticia?
Llamé a Irina para contarle sobre mi embarazo. Ella exclamó. —¡¿Embarazada?!
Aparté el teléfono de mi oído. —Deja de gritar.
— ¿Qué deje de gritar? ¡Pierre!!!
Escuché pasos del otro lado de la línea. —¿Qué pasa Irina? No te alteres, no le hace bien a Catalin.
Miré mi pancita, esperaba que Patrice fuera así también cuando le llamara.
— Jazmín está embarazada de Patrice. — Lo siguiente que dijo fue con una voz que nunca le había escuchado, fría. —Tú amigo el idiota.
Por lo que eso no me sonó muy bien, nada bien.
Ella solía ser más compasiva con Patrice, era su amiga, ¿qué le pasaba hoy?
Había escuchado que las hormonas hacían estragos con una en el embarazo, pero no pensaba que tanto, esperaba controlarlas mejor que ella.
— “Oh, Dios mío. No puede ser “. —Escuché los susurros y luego el teléfono cambio de manos. —Jazmín, ¿estás segura?
Me sorprendió que ni siquiera me dijera “hola”, pero le seguí el hilo. —Me hice unos test de embarazo y una prueba en el hospital, estoy muy segura. —Le dije sin sentirme muy bien, su tono de voz no me agradaba y comenzaba a asustarme.
—Jazmín, lo siento.
Su tono se estaba volviendo cada vez más penoso. —¿Qué está pasando? No me agrada tu tono de voz, ¿por qué me dices que lo sientes? —Dije algo insegura. —Me están asustando.
—Jazmín… Patrice se casó hace una semana.
El teléfono se cayó de mis manos.
POV. IVANTIE
Entré en el cuarto de Jazmín sin llamar al entrar, últimamente se demoraba mucho en su cuarto y papá estaba preocupándose, sin más decir que, el abuelo estaba a punto de sufrir una pataleta si ella volvía a saltarse el desayuno.
—¡Em!! —No se la veía por ninguna parte. —¿Estás en el baño?
Abrí la puerta y me encontré una escena desagradable, así que, cerré de inmediato la puerta.
—¡Lo siento! —Le grité. —Creo que perdí las ganas de desayunar.
—Terminé para mí misma.
Jazmín tiró de la cadena del baño y luego escuché el agua del lavado correr.
—Discúlpame a mí, las náuseas aún no me dejan, probablemente no me abandonen hasta el final del embarazo.
La miré con atención cuando salió del baño; se veía débil y bastante pálida sin maquillaje. Mi mirada se quedó prendida de su pancita, por inercia alargué mi mano y se la froté.
—Pancita. —Le sonreí.
Ella me dio una pobre excusa de sonrisa, comenzaba a ser natural de ella y a mí comenzaba a molestarme.
—Vale. —Me senté en su cama. —Ponte ese vestido azul que te regalo el abuelo, te ves muy linda con él, ¿sí? Por fis.
Jazmín miró el vestido dudando, pero al final se lo colocó. Se veía hermosa, su piel parecía brillar en contraste con el azul del vestido, con cuidado se puso los zapatos bajos que iban a la par. Luego, vino la parte que siempre me sorprendía; con una mano tomo el lápiz de ojos y se los delineo, con la otra acercó las sombras y comenzó a maquillarse enserio usando los polvos y cremas. Para cuando terminó, la Jazmín pálida y débil se veía casi como la antigua Jaz, solo faltaba el brillo en su mirada.
Bajamos a desayunar cuando ya solo faltaba que bajara Sebastián, pero de eso sería pronto. Víctor le había comprado varios despertadores y los colocaba en distintas partes todas las noches, hace una semana se había aburrido de la rutina de ir a despertar a Sebastián diciendo que no iba a seguir malcriando al “idiota” de su hermano.
— “Buenos días. —Les dije a papá y a mamá, los abuelos apenas y me prestaron atención, traté de no sentirme desplazada, pero al fin y al cabo yo no tenía ni la mitad de líos que Jazmín.
Todavía recordaba la visita del tío David y de los gritos que había escuchado después entre él y el abuelo. Jazmín dejó de comer después de eso, pero al final su papá se había calmado y aceptaba que iba a tener otro nieto y eso es lo que era, aunque este no tuviera papá.
Aunque Jazmín seguía sin comer demasiado, más bien lo justo y lo necesario. Un niño que aún no tenía nombre. Y eso comenzaba a preocuparme, se lo mencionaría a Jazmín pronto en una de sus cuantas lecciones para volverme señorita.
La abuela ya estaba a un lado de Jazmín, ella había estado en casa de sus padres cuando recibieron la noticia sobre que Jazmín estaba embarazada, de eso ya tres meses, al principio estaba consternada pero ahora se sentía sobreprotectora.
—¿Cómo amaneciste?
Jazmín se veía algo incomoda. —Estoy bien, ahora me siento algo hambrienta.
—Siéntate cariño y tómate el jugo, tiene ácido fólico.
La vi sentarse con desgana a un lado de la abuela que ocupaba su asiento a un lado del abuelo, ambos estaban cooperando pasándose la comida y luego dándosela a Jazmín.
Tomé asiento a su lado tratando de ignorar a mis hermanos que estaban en frente de mí, mirándome como si quisieran ahorcarme.
Los entendía un poquito.
Comí en silencio hasta que fue hora de ir al instituto y de buscar mi mochila. Fui hasta mi cuarto corriendo y la tomé sin colocármela, solo cuando estuve abajo me la colgué con algo de esfuerzo en el hombro.
—De nuevo llevas muchas cosas.
Me di la vuelta de inmediato, frente a mí estaba la razón del enojo de mis hermanos, nuestro primo Mario. Aunque era más bien un primo lejano, nieto del hermano menor del abuelo y aquí con motivos extraños que nadie sabía. Bueno, yo y mis hermanos no sabíamos nada.
—Solo llevo mis libros.
Me sonrió de forma dulce. —Dame tu mochila yo la llevaré, se ve que esta pesada.
Me sonrojé. —No, no gracias, en serio no está pesada…
—Déjame ayudarte de todas formas. —Sin darme opción me quitó la mochila y se la colgó en su hombro.
Lo miré apenada. —¿Por qué no desayunaste con nosotros?
Me volvió a sonreír, pero esta vez la sonrisa no llegó a sus ojos. —Desayuné en la cocina.
Le fruncí el ceño confundida. —No entiendo por qué querrías comer allí.
Me tomó del mentón. —¿Sabías que haces un puchero cada vez que frunces el ceño? Es muy lindo me dan ganas de besarte.
Mis piernas no me querían sostener. —Ahh…
Se separó de mí como si nada. —Claro, eso haría si fueras mi hermanita menor, que por cierto hace eso mismo.
Lo miré molesta. —¿Qué edad tiene?
—Tres años.
Iba a darle un golpe en el estómago, pero aparecieron mis hermanos, ¡¿cómo me comparaba con una niña de tres años?! ¡Me sacaba de quicio!
—No soy tu hermana baboso. — “Le gruñí.
Él me miró como si no entendiera, lo que probablemente hacía.
—¿Qué diablos hacen ustedes solos? —Víctor le quitó la mochila a Mario antes de que pudiera responderle la pregunta.
Mario se encogió de hombros. —Nos encontramos de casualidad.
Sebastián se le acercó. —Escuché algo de un beso.
Mario les sonrió. —Ella estaba haciendo pucheros y le dije que mi hermanita hacía lo mismo y que solía besarla por lo adorable que se veía.
—Tú hermanita de tres años. —Agregué con resentimiento.
Víctor me sonrió. —No tenía idea de eso.
Sebastián me miró un buen rato. —Yo sí.
Cuando Sebastián sonrió supe que debía correr, pero me abrazo antes y me dio un beso en la boca, me aparté de golpe.
—¡Maldito! —¿Qué te pasa? Le grité haciendo pausa para limpiarme la boca. —Era mi primer beso.
Víctor y Sebastián se estaban riendo. —Es tan dulce. —Dijeron a la vez.
Me sonrojé y tomé de la mano a Mario y mi mochila del hombro de Víctor.
—Sonrojada te ves muy bonita.
—Calla.
—Está bien, ¿sabías que antes las mujeres se piñizcaban las mejillas para hacer ese sonrojo?
Le apreté la mano. —No me interesa, solo camina.
Escuché su risa. —Me parece que solo me soportas por mi auto. —No haciendo caso de mi apretón. —Dime algo, por favor.
Le miré el rostro. —En verdad era bastante atractivo.