POV. JAZMÍN
Por alguna razón salí feliz de mi cuarto a reunirme con el abuelo en su estudio. Me quedé observando desde la puerta lo que el abuelo hacía…
—¿Sabes que me recuerdas a papá con todos estos estantes horribles de libros?
—Él me copio a mí. —Estaba sobre una escalera buscando algo entre los libreros. —Estoy contigo en un minuto.
Me acerqué a él. —¿Qué haces ahí? ¿Te ayudo?
—No, déjalo así puedo solo, además te puedes caer. —Sacó un libro gigantesco del último rincón del librero. —Lo encontré.
Miré con interés lo que tenía en sus manos, se veía antiguo. —¿Qué es eso?
El libro estaba forrado en cuero. —Son los primeros registros de mi primer negocio; era una constructora.
Me senté en un sofá. —Te sientes nostálgico.
—Si. —Se puso a hojear el libro. —Quería recordar cómo empecé, a veces es bueno recordar de donde empiezan las cosas, los primeros pasos que diste siempre son los más importantes.
Miré el reloj de su escritorio. —Ya casi es hora.
—Cierto, vamos. —Dejó el libro sobre su mesa.
En la consulta me encontré con una nutricionista y tuve que pasar por varias pruebas de peso y otras cosas, me sacaron hasta sangre. Iuk.
El abuelo estuvo siempre a mi lado sin quitarme la vista de encima, comenzaba a asustarme la atención que me estaba colocando.
—Estás sana, pero te voy a dejar una dieta. —La miré, la nutricionista parecía una modelo y comenzaba a sentirme demasiado huesuda a su lado, ¿tendría el estado contrario a la anorexia?
—Tenemos unos cinco minutos antes de la próxima consulta.
Lo miré sorprendida. —¿Qué consulta?
Me sonrió. —Lo siento, pero te puedes enojar si te lo digo y ya estamos bien, ¿no?
Lo miré feo. —Sabes, no tenía idea que te había molestado anoche mi respuesta.
—Aquí está tu dieta, dale prioridad a la fruta, verduras y mucha fibra. Evita las grasas dañinas.
El abuelo se rio. —Eso está bien, hoy se comió una hamburguesa para desayunar.
Ante la cara de horror de la doctora tomé al abuelo y salí de allí.
—¡Gracias por todo! —Le grité. —¿Algo que decir abuelito?
Me sonrió encantado. —Tienes una cita con la ginecóloga.
—¿Por qué?
Pasó su brazo por mis hombros atrayéndome a él. —¿Te hiciste las pruebas de embarazo?
Me sonrojé, pero negué. —Tú las dejaste en la mesita.
—Si, Víctor te llevó hasta tú cuarto y yo llevé la bolsa, sentí algo de curiosidad, pero nunca pensé… —Me apretó más a él. —No pensé que me tuvieras tan poca confianza.
Suspiré. —No es eso, solo que no me siento cómoda con esas cosas, ni siquiera se lo he dicho a Nadia ni a Irina.
—¿Crees estar embarazada? —Me quedé callada. —Dime la verdad.
—Puede ser, pero no creo que sea así. Enserio, solo creo que me está por llegar el período y que tal vez me intoxiqué con algo. —Le dije con bochorno.
El abuelo asintió. —La ginecóloga lo dirá.
—No puedes saber eso, y ella no lo sabrá con seguridad. —Le supliqué con la mirada. —Vámonos, ¿sí?
—No, ya llegamos. —Tocó a una puerta, una joven me miró. —¿Usted es la doctora Watson?
Asintió. —Jazmín Dan, supongo.
Asentí. —Soy yo.
—Pasa, por favor. —Se movió para hacerme paso. El abuelo iba a pasar, pero la doctora lo paró. —Lo siento, después lo haré pasar cuando hayamos terminado.
—Genial, creo que necesito hacer otro trámite. Vendré luego.
Corrí hasta él. —¿A dónde vas?
Me dio un piñizco en la mejilla. —No te preocupes.
Seguí a la doctora adentro aun desconfiando del abuelo.
Por inercia me senté en la camilla, la doctora se sentó a mi lado mirándome interesada.
—Es muy especial tú papá.
Le sonreí. —Es mi abuelo, pero sí, es muy especial.
—Me dijo que no te sentías bien y que temías estar embarazada. —Asentí apesadumbrada, iba a tener una charla con ese viejito. —¿Cómo te has sentido?
—Confusa, rechazada, triste… —La miré sonriendo. —He tenido náuseas, entre otras cosas.
—Genial, te voy a revisar, te preguntaré unas cosas y me vas a responder con la mayor sinceridad posible.
—Bien. —Dije, de todas formas, qué podía preguntarme que fuera tan terrible.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste relaciones? ¿Tienes una sola pareja? Y, ¿te ha llegado tu período dentro de ese lapso de tiempo?
El abuelo llegó veinte minutos después, entró como si fuera el dueño del lugar y sin importarle que me estuviera colocando la camiseta cuando abrió la puerta de par en par.
—Nunca te perdonaré esto.
—Sé que me vas a odiar, ¿Doctora cómo está mi pequeña?
La doctora me sonrió. —Creo que podría estar embarazada, pero recomiendo una prueba de embarazo, puede pedirla en los laboratorios, la respuesta va de uno a dos días.
—Vendremos otro día.
—Genial. —Dijo la doctora ya abriendo la puerta.
El abuelo me dio la mano para bajarme de la camilla. —La verdad, ya tenemos una hora pedida, tenemos que ir ya.
Le di una sonrisa tensa. —¿Qué?
—Que ya vamos tarde, apresúrate.
Me despedí de la doctora. —Gracias por todo.
—De nada, si estás embarazada vuelve y así comenzarás tus cuidados de pre mamá.
Asentí y fulminé con la mirada al abuelo.
—Ya verás.
—Me lo agradecerás, te lo aseguro.
—No lo creo.
—Comienza a creerlo, porque aquí. —Tocó mi pancita con su mano. —Podría estar mi primer bisnieto y quiero cuidarlo desde sus primeros meses de vida dentro de ti.
Le golpeé la mano. —O, puedo estar intoxicada.
Dos días más tarde llegaron los esperados resultados.
Miré el papel, pero si hace un par de días estaba tan animada, bueno eso se lo debía a la salida con Ivantie. Lo había necesitado después de todas esas citas con los doctores que me había pedido el abuelo.
Eso había sido memorable, tirada en la piscina comencé a recordar ese día…todo comenzó así:
—¿Cómo estás ahora? —Me preguntó el abuelo, ya en el auto.
Estaba de muchas formas enojada, nerviosa y algo antipática, decidí resumir. —Molesta.
—Eso es bueno. —Lucía feliz, muy feliz.
—No lo es. —Canté. —Tengo una cita, y voy tarde gracias a ti y tus múltiples citas al médico.
—Llámale a tu cita y dile que ya vamos.
Me quedé horrorizada. —Supongo que no nos vas a acompañar, porque es una cita de chicas.
Me dio un rápido vistazo. —Y ¿qué van a hacer?
Le sonreí con malicia. —Voy a hacer sufrir a esa niña.
El instituto de Ivantie era un instituto para chicos ricos, se veía la opulencia desde lejos.
—Debes de estar bromeando. ¿No les dijeron que el estilo gótico murió hace tiempo?
La risa del abuelo me dijo que estaba de acuerdo. —Es el mejor instituto y además está de acuerdo con los estándares de seguridad que se le exigen por los niños que vienen a este colegio. Niños como tu prima Ivantie.
—Bien, ahora dime un pro que una chica de la edad de Iván entienda para aceptar un colegio como este.
—No es obligatorio usar uniforme.
Eso me lo decía todo. —Lo acepto.
—Que bien, deberías llamarle a Ivantie y deja de llamarla Iván, a Víctor no le agrada que la llames como si fuera un chico.
Apoyé mi brazo en la puerta del auto. —Si es mi culpa decirle así, entonces es más su culpa ponerle nombre de chico.
—Era el nombre de la madre de tú tía Ozana que falleció antes de nacer Ivantie.
—Ya entendí, historia triste. —No necesitaba más historias que me hicieran llorar, mi vida de por sí empezaba a ser una historia triste. Saqué mi móvil y marqué el número de Ivantie.
—¿Aló? —Me quedé helada.
Corté y volví a marcar el número de Ivantie. —¿Ivantie?
—Está en gimnasia. —Dijo el mismo chico que me había contestado antes.
—Ok. —Volví a cortar. Miré por el rabillo del ojo al abuelo. —¿Dónde está el gimnasio?
El abuelo se estacionó. —Ves la puerta principal del edificio, ¿cierto? Sigues el pasillo al fondo y vas a ver el gimnasio, otra maravilla del arte gótico del lugar. Te va a encantar.
Me reí de su ironía. —Gracias, de aquí nos iremos en taxi, descuida.
El abuelo se mantuvo en su lugar. —Las esperaré y luego las llevaré a donde tengan que ir, después me iré.
Rodeé los ojos. —Está bien, ya vuelvo.
Salí del auto y caminé hacia la entrada, para tener todos los elementos de seguridad necesarios, este colegio no parecía tener guardia ni nadie que tomara la identificación de las personas. Seguí el camino sin ver ni oír a nadie, caminé hasta el final del pasillo y salí a un patio que se veía muy ameno, incluso tenían una pileta con forma de ángel. Cuando levanté la mirada supe porque el abuelo era tan irónico con el gimnasio, era grotesco con sus vitrales, ¿por qué había vitrales en un gimnasio? ¿Quién rayos había hecho esa cosa?
Las puertas estaban a un costado por lo que no me fue difícil dirigirme hasta allá, al entrar me encontré con una escena que no me gustó para nada.
—Dame mi móvil, por favor. —Ivantie saltaba para alcanzar su teléfono al que lo lanzaban de un lado para otro unos chicos. —¡Por favor! Alguien me llamó y quiero saber quién, por favor.
—Primero dame un beso y luego te lo doy. —Dijo uno reteniendo el móvil en alto. —¿Un trato?
Ivantie intento agarrarlo y el chico la abrazó. —Me encantan tus curvas rubita.
—¡Suéltame! No me agradas.
El chico bajó su cabeza. —Dame un besito.
—¡Suelta a mi prima imbécil! —Grité. —¿Te gusta aterrorizar a las chicas? Inténtalo conmigo si te atreves.
El chico se me acercó después de soltar a Ivantie. —Nos estábamos divirtiendo, nada más.
Cuando estuvo a un metro de mí, lancé una patada frontal conectando con su cara, antes de hiciera algo más me acerqué y le di un rodillazo en el estómago sacándole el aire y rematando con un golpe en el cuello. Nadie se metía con mi prima, era como lanzarle piedras a un gatito.
—¿Alguien más que quiera meterse con mi prima? —Les pregunté a los otros tres chicos.
Los tres me miraron y estaban por acercárseme cuando me puse en guardia.
Algo que había aprendido de entre todas las cosas desde mi llegada a casa del abuelo era a defenderme, eso se lo debía a Velkan que ya era cinturón n***o segundo Dan, por lo que estaba calificado para enseñar, según él. Y había sido un buen maestro.
—Voy a sacarle los dientes al primero que se me acerque. —Le di otra patada al que ya estaba en el piso.
Ivantie recogió su móvil del suelo, donde había caído hace un rato, y corrió hasta mí. —Jaz, vámonos por favor.
La agarré de un brazo. —Si alguien nos sigue, me encargaré de que su vida se haga completamente miserable.
Ivantie comenzó a retroceder. —Vámonos.
Uno de los chicos que estaba sentado lejos del resto se levantó y me sonrió de forma desagradable. —Entendemos. —Miró a Ivantie de forma distinta que no pude reconocer, de ninguna parte sacó una mochila y se la mostró a Ivantie. —Nos vemos el lunes dulce Ivantie.
Ivantie se sonrojó cuando fue a tomar su mochila. —Si.
Lo miré con odio. —Atrévete a acercártele y te mato.
Esta vez cuando agarré a Ivantie la arrastré conmigo afuera de ese grotesco lugar. Una vez afuera la enfrenté.
—Como es eso de “nos vemos dulce Ivantie” y eso de “si”. ¿Qué les pasa a esos tipos? —Comencé a levantar la voz con cada palabra. —Dime.
Ivantie se sonrojó. —Él no es tan malo y siempre los para cuando cree que los chicos se exceden molestando, no soy la única a la que molestan esos chicos de último año. —Le sostuve la mirada hasta que bajó la cabeza. —Bueno, soy la única de mi salón a la que molestan, pero sé que pronto se van a aburrir.
—No lo creo, si sigues actuando de esa forma, debes dejarles las cosas claras.
—Le dije, lamentando un poco que mi voz sonara tan dura.
Me sentí mal por ella al verla tan hundida en la vergüenza.
—Vamos, tenemos una cita. —Suspiré. —Y el abuelo nos está esperando.
—¿Cómo te fue en el médico?
La abracé al verla tan preocupada. —Me dieron una dieta, después en la ginecóloga me hicieron una revisión…
—¿Por qué estuviste en la ginecóloga?
—Porque es probable que vayas a ser tía. —No pude evitar hablar con sinceridad sobre lo que en verdad pensaba de mi situación con ella, al ver genuina preocupación en esos grandes ojos azules, no creía que alguien se pudiera negar.
¿Cómo tenían esos chicos corazón para maltratarla?
Eran unos imbéciles.
—Jazmín…
—No digas nada, vamos a ir de compras tú y yo. —Le sonreí para alentarla.
—¿Te gusta la idea?
Su cara me decía todo, una mueca de disgusto y el ceño fruncido. No, no le agradaban las compras.
—Te va a encantar.
Salimos sin darnos cuenta al estacionamiento.
El abuelo estaba hablando con un joven o eso me pareció hasta que me acerqué y vi que era un caballero de mediana edad.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes profesor. —Dijo Ivantie a mi lado.
El hombre le sonrió amistosamente. —¿Escondiéndote de nuevo en el gimnasio Dan?
Ella se sonrojó. —No, no señor.
—Le decía a tú abuelo que sueles hacer eso cuando te toca la clase de historia. —Continuó el hombre sin hacer caso de Ivantie. —Aún no descubro cual es la conexión, pero ya lo sabré, descuide. —Terminó diciéndole al abuelo.
Ivantie miró al abuelo. —No, es que…
—Hablaremos en casa con tú padre. —La voz del abuelo hacía saber que esa decisión era rotunda. —Ahora tienes otras cosas que hacer.
Diez minutos después estábamos en el centro comercial, el abuelo nos había dejado por nuestra cuenta diciendo que tenía cosas que hacer, con eso había tranquilizado a Ivantie. Poco después de irse Ivantie me había mirado suplicante, pero apreté mi bolso contra mí y la agarré del brazo. No se iba a librar de eso con la mirada de perrito suplicante.
—Si me vas a comprar vestidos, te aviso desde ya que no me quedan bien, mamá piensa que ningún color me favorece…
—Calla y sígueme niña. No has visto a tú prima en acción como para juzgar.
—Oye, ¿quién te enseño a pegar de esa forma? —Su carita mostró por fin interés.
Le sonreí con suficiencia. —Me enseñó Velkan, a él le di mi primera patada frontal y ahora que lo pienso me siento muy bien de habérsela dado.
—Que mala eres. —Ivantie me sonrió. —Qué tal si, vamos a comprar y después me enseñas a golpear como tú.
Le revolví el cabello, ella tenía el mismo cabello que yo, el mismo color de ojos, pero debía aceptar algo, ella era bajita y muy bella a pesar que no se podía distinguir su figura debajo de toda esa ropa que era una talla más grande que ella misma.
—Es un trato.
—¡Genial! —No tenía previsto que se iba a poner a bailar a mi alrededor. —¡Jazmín me va a enseñar a patear idiotas!
—Para la cancioncita, me marea. Ahora vamos a comprar ropa. —Le dije parando su baile.
—¡Si!! —Gritó.
Entramos a una tienda y comencé mi tarea.
—Bien, veo que te gusta esa ropa.
—Si.
—Bien, bien, mantendré tu estilo, lo prometo.
La arrastré por toda la tienda sacando ropa de las perchas y estantes. Jeans, camisetas y diferentes camisas de cuadros, esta vez del tipo que usaría una chica de su edad.
Luego de escogida la ropa la arrastré a otra tienda. Dado a la alergia de Ivantie por las tiendas tenía que tomarla del brazo y a veces empujarla adentro de una tienda a otra en especial cuando llegamos a la última y no menos importante, una tienda exclusiva de ropa interior.
—Ya tengo ropa interior en casa. —Rezongó Ivantie.
La miré de arriba abajo. —Voy a dejarte muy linda, pero quiero que te sientas especial por dentro también. —Ivantie me miró con confusión. —Debajo de la ropa también importa y ya que estamos aquí podrías comprarte unos pijamas, yo haré lo mismo.
Después de todo, Irina me había pegado su afición por Victoria Secret.
—No voy a entrar ahí.
La miré con suspicacia. —Debería decirle a Sebastián y a Víctor que a su hermanita pequeña la molestan los mayores, ¿sí o no?
Ivantie negó. —Aunque de todas formas se lo vas a decir.
—Tienes razón, ahora entra y sin quejarte. —Le dije con mi mejor voz de mando, si había podido arrastrar a Irina conmigo varias veces, esta niña no tenía oportunidad con ella.
—Está bien, pero tendrás que enseñarme de verdad a pelear.
—Por supuesto, eso lo haría aún si no me lo pidieras. —Después de haber visto a esos tipos, estaba dispuesta a darle un arma si era necesario.
Entramos a la tienda y me aseguré de buscarle las prendas que eran adecuadas para ella y encontré un pijama que me recordaba mucho al que había tenido Irina hace años y con el que Pierre aún estaba loco. Cuando se habían casado, le compró tres del mismo modelo, pero de distinto color.
Sorprendentemente cuando Ivantie lo vio se enamoró de él, por mi bien, esperaba que nadie la viera con el pijama o iban a matarme.
Llamé al abuelo al poco tiempo de salir de la tienda de lencería y me paré en la tienda de bebés, mientras esperaba que el abuelo contestará el teléfono, me puse a mirar la ropita de bebé y los juguetes.
—¿Aló?
Casi tiro el teléfono cuando el abuelo contestó. —Hola abuelo, ya terminamos, ¿puedes venir por nosotras? Tenemos demasiadas bolsas que llevar.
—¿Lograste que comprara algo?
Quise sentirme ofendida por su incredulidad, pero me negué a estarlo.
—Claro, te estaremos esperando. Llámame cuando llegues.
—Eso me está sonando a una orden.
—¿Te gustan tus nietas no? Ahora es la hora de mimarlas. Te estaré esperando.
—Bueno, nos vemos en unos diez minutos. —Me dijo. —¡Mandona!
Miré a Ivantie que estaba tratando de ver lo que llevaba en una bolsa, le di un toquecito y le indiqué la tienda de bebés.
—Necesito algo de ahí.
Ivantie me sonrió y me quitó las bolsas que estaba cargando. —Te estaré esperando.
—Gracias.
La salida con mi prima fue genial, sirvió para que me distrajera un poco y para poder recuperarme de los malestares que había estado sintiendo todos los días.