Capítulo 15

3652 Words
POV. IVANTIE Me sorprendí, me consideraba moderadamente más señorita que antes. —Con él no luce nada, no es mi culpa. Clavé la mirada en Mario, quien de pronto tenía la cara de un iluminado. —Por eso me guiñaste el ojo en el almuerzo, ¡me probaste! —No te hagas el ofendido, te lo mereces después de insinuar que nos acostamos. —Aún me sentía avergonzada por eso. —¡Pero si nos acostamos! —Me gritó. Lo agarré de los hombros y lo zarandeé. —¡No de esa forma! —¡¿Qué forma?! —¡No tuvimos sexo! —¡Claro que no tuvimos sexo! Le agarré las mejillas y se las tiré, aún no me entendía. —¡¿Por qué no entiendes?! —¡¿Qué debo entender?! —Me gritó, soltándose de mi agarre. —¡Que le dijiste a uno de los chicos más populares de la escuela que tú y yo nos acostábamos! —Tomé aire. —¡¿Te explico?! —¡Si! —¡Le diste a entender que teníamos relaciones sexuales! La comprensión pareció llegarle lentamente, pero lo importante es que había llegado. Me aclaré la garganta. —Eso pasó. —¿Por qué no me lo explicaste de esa forma? te hubiera entendido sin lastimarme la garganta en el proceso. No entiendo porque te gusta gritar. Este tipo me sacaba de quicio, iba a golpearlo, pero al ver a Jazmín reír sin contenerse, me contuve. —Ustedes van a terminar casados. —Miró la hora en su reloj de pulsera y nos apuntó. —Debemos ir a dormir, mañana tengo una ecografía y cita con la nutricionista, y ustedes tienen clases. —Bien, me voy. —Me levanté y antes de tenderle una mano a Jaz, Mario ya la había levantado. —Buenas noches, duerme bien y mañana haré un listado de nombres para el bebé. Mario me abrazó colocando sus manos en mi estómago. —¿Por qué no le pones Renato? Jazmín hizo una mueca. —Muy… romano. —Peter. —Mueca de nosotras. —Derian. —Me suena a hombre lobo de película para adolescentes. —Dijo Jazmín. Mario siguió moviendo sus manos en mi estómago. —Alex. —No. —Dijimos ambas. —Edouard Alexandre. —Ambas nos quedamos calladas. —Me gusta ese nombre porque fusionado suena bien, ¿y a ustedes? Sabía por Nadia que el padre del bebé era francés, pero no sabía cómo había seguido el resto de la historia, ni de por qué Jazmín no quería hablar de él. —Es un bonito nombre; Edouard Alexandre Dan. —Me sorprendí al igual que ella, el nombre sonaba… adecuado. —Me gusta. ¿Tú que piensas bebé? —Jazmín le habló a su pancita. Ese acto me enterneció. Le di un toquecito a Mario. —Tienes un don parece con los nombres. —Mi hermano me hizo ayudarle a ponerle nombre a sus trillizos, fue una pesadilla. En especial porque todos los nombres que decía no le gustaban a él o a su esposa, fue un infierno de mes. —¿Por qué no ayudaron tus hermanas? No me perdí su mueca de horror. —Ann no sirve para una decisión, fue un milagro que se decidiera por abrir un café con el dinero de nuestra abuelita…y Cris nunca llegaría a una decisión, nunca le gusta nada de lo que hace. —Perfeccionista. Por cierto, ¿cómo se llama tu hermana gemela? Me sonrió con sarcasmo. —María. Ahora entendía la mueca sarcástica. Sus padres no tuvieron imaginación. —¿Mario y María? —No. —Dijo en tono pensativo. —Creo que los nombres les agradaban mucho a mis padres y por eso decidieron llamarnos así. —Tienes un nombre épico. —Le dijo Jaz. —Bueno, basta de charlas váyanse a dormir de una vez niñitos. —Está bien. —Le respondimos. —¡Buenas noches Jaz! Me separé de Mario y subí corriendo a mi cuarto; tenía que cambiarme de ropa, ponerme mi pijama favorito y después podría al fin meterme en la cama y olvidarme del resto del mundo. Claro esa era la teoría. —Espérame. No sé porque corres, no es como si tu cama te tuviera horario. Seguí con el mismo ritmo. —No es mi culpa que seas flojo. —Oye, no soy flojo. Me limito a hacer el ejercicio necesario, no más. —Mario estaba sonando más cansado con cada peldaño. —Flojo. —No soy flojo. Me paré a mitad de camino. —¿Por qué me estas siguiendo? Mario se aferró de las rodillas. —Déjame recuperar el aliento. —Estas mal, ¿por qué no vamos a correr mañana en la tarde? Podemos correr en los jardines, en una semana te tendré en forma. Mario se puso serio. —Estoy en forma, pero acepto una vuelta en el jardín, no doy para nada más. —Vives en un centro de esquí, no puedo creer que… Mario siguió subiendo las escaleras. —No corro allí, si necesitas a alguien que baje una montaña en Snowboard o en esquís, soy tu chico. Si necesitas a alguien que conduzca una moto de nieve, soy tu chico. Pero si necesitas que corra, chica estás loca. Me quedé un momento procesando. Me partí de risa. —Eres tan… tontito. —Subí riéndome. —Si, segurito. Llegamos hasta el ala de los cuartos y entre en el mío. —Te veo mañana al desayuno. —Mañana tenemos tarea. Me quedé esperando el resto, pero no llegó. —¿De qué? Puso su mano en su barbilla. —No lo sé. Cerré la puerta de mi cuarto y procedí a cambiarme. Cuando estuve lista me metí en la cama y esperé a que el sueño me invadiera. No pasó y no pasó por la imagen que me invadía la mente; Mario besándome en el auto. —Es un idiota. La puerta se abrió al mismo tiempo que hablaba. —¿Quién es idiota? —¿Qué haces en mi cuarto? —Lo miré de pies a cabeza. —Y en pijama. Cuando comenzó a rascarse la cabeza, comencé a temerme la respuesta que iba a darme. —La verdad, desde que ese chico me hizo recordar que eras blandita y calentita para dormir, me dieron ganas de dormir contigo. ¿Me haces lugar? Me sonrojó. —Claro que no. Mario se metió rápido en la cama. —Bien, buenas noches. Me levanté de la cama. —Sal, tienes tu propio cuarto y cama. —Me rehusó. —Extendió una mano hasta la parte baja de mi pijama. —No llevas la parte de abajo del pijama. Me metí rápido a la cama. —Claro que no, es un Victoria Secret, es así. Se rascó la cabeza. —¿Por qué querrías ponerte algo así? No te abriga nada, ¿no te da frío en la noche? —Cómo podía hablar así. —Duerme. Me acomodé en mi rincón, menos mal que mi cama era de plaza y media o eso pensaba hasta que un brazo me rodeó y ese rostro volvía a colocarse en mi cuello. —Buenas noches. El beso que me dio en el cuello fue peor que cualquier otro. Me obsesionó más que ese beso en el auto, tal vez, porque estábamos solos en mi cama y que me besara el cuello para mí, era más íntimo. —Buenas noches. —Volvió a decir. El brazo se apretó más a mí y también el resto de su cuerpo. —Estas demasiado lejos y me da frío Ivantie. Traté de alejarme un poco, pero al no poder me quedé en el mismo sitio. —¿Cómo sobrevives en tu casa? —Tengo una piel de oso. —Su aliento me golpeó en el cuello y casi me retuerzo por las cosquillas —¡¿Qué?! —Dije tratando de disimular. —Era broma. —Percibí su sonrisa. —Protectora de los animales. Maldito. —Tu siempre… La boca de Mario se movió sobre mi cuello y de pronto… —¿Qué estás haciendo? —Mario me estaba chupando el cuello. ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? Me pregunté frenética. —Mario, por favor. —Mario se separó de mí para mirarme. —¿Por qué hiciste eso? Mario me sonrió. —Buenas noches. Me toqué el cuello algo avergonzada. —Eres un idiota. —¿Estás haciendo un puchero? Apenas te veo. —No estoy haciendo nada. —La verdad si estaba haciendo un puchero por lo que me acosté contra mi almohada. —Me estas mintiendo. —Cantó antes de acostarse a mi lado y tomar mi cara. —Beso de las buenas noches. —Buenas noches. —Dije antes de que sus labios tocaran los míos. Al siguiente día me desperté sola y eso me asustó un poco, sino es porque así debía ser, aunque no le costaba mucho despertarme para levantarnos juntos. Tonto Mario. Salí de la cama y me dirigí hacia la ducha con toda mi ropa y cosas. Me vestí en una niebla, todavía sentía mis labios un tanto irritados y un poco inflamados por los besos de Mario. Algo había ocurrido anoche cuando comenzó a besarme tiernamente para luego acabar… Me sonrojé al pensar en que el día antes me había dado asco el beso con lengua de George, pero Mario… él había sido tierno y luego algo más. ¿Cómo podíamos habernos besado de esa forma? Dejé de pensar en eso, hoy tenía un día por delante. Mi mochila iba vacía hoy, bueno solo llevaba libros y mi cuaderno multiuso; era de todas las materias. Bajé con ella en la mano y salí rumbo al comedor. Esperaba que hoy no tuviera molestias, mamá y papá se molestaban por mi falta de tino al momento de vestirme. Caminé hacia el cuarto de Jazmín, pero ella ya estaba saliendo con algo de prisa de allí. Hola Ivantie, ¿cómo estás hoy? Yo, apurada y bastante de mal genio, el abuelo me despertó hace un par de horas para que estuviera lista y alimentada para nuestra cita, ¿puedes creer eso? Es inhumano que me trate de esa forma, como si fuera una niña pequeña y no la mujer que soy. Levanté las manos. —No me digas, vamos a comer de pronto me dio hambre y necesito algo de café. Jazmín se colgó el bolso y comenzó a caminar hacia las escaleras. —Me alegra que puedas tomar café, a mí la abuela me lo prohibió, aunque francamente no me apetece me dan náuseas y ya sabes. Pero desearía que no me lo prohibieran, volvemos a lo de tratarme como bebé, ni siquiera puedo pedir ayuda a mamá o a papá porque opinan que estoy mejor aquí. Miré de por el rabillo del ojo a Jaz, hoy se veía animada, después de las compras de ayer se mostraba de mejor humor y más estable por así decirlo, ya no se veía tan deprimida. Me alegré por ella y por el bebito. Aunque lo de su familia me parecía raro. —Tal vez es así. Jazmín parecía confundida. —No me agrada eso. —Ya no pienses en eso, ¿Nadia te ha llamado? —No, solo Irina me llama todas las noches junto con David; papá y mamá solo me llaman los fines de semana. —Le tomé la mano y seguimos el camino. Como nunca, llegamos temprano y Sebastián ya estaba ahí. Eso daba miedo. Mario también estaba allí mirando para todos lados, tenía que descubrir que pasaba con él y el comedor. Tomé asiento al lado de él y esperé a que me hablara, pero solo se quedó mirando la nada. —¿Te pasa algo? —Le pregunté. Mario negó. —No, nada. Solo que, hoy no te puedo llevar a clases así que debes pedirles a tus hermanos que te lleven. —Lo quedé mirando hasta que siguió. —Tengo que encontrarme con alguien. —¿Quién? —Demandé, sintiéndome violenta de solo pensar que podía ser una chica. ¿De dónde venía eso? Mario me piñizcó la mejilla con suavidad. —Mi hermano viene a la ciudad, nunca sale de su encierro, pero dice que me extraña y que quiere saber cómo estoy, probablemente Ann lo obligó a venir. —Oh. —Me tranquilicé y a la vez me sentí algo triste por ello, quería que fuéramos juntos al instituto. —¿Vas a ir después? Negó. —Voy a pasar todo el día con él. —Bueno, espero que pases un lindo día con tu hermano. Mario me sonrió tiernamente. —Recordé cual era la tarea. Me quedé en blanco un momento. —¿De qué…? Ah, ahora lo recuerdo. ¿Cuál era la tarea? —En historia hay que llevar un árbol genealógico. —Dijo moviendo las manos, dibujando un árbol. Siempre tan gráfico, pero me gustaba eso de él. Hice una mueca al pensar en la clase. —Tú sabes… —Que nunca entras en la clase, pero puedo ayudarte a pasar el año, sé que puedo. —Me dijo abrazándome. Lo abracé de vuelta. —Bueno, tomaré uno de Víctor, él siempre tiene de esas cosas raras. —Ustedes están muy acaramelados. —Gruñó Sebastián. —¿Papá no te molesta? Papá me sonrió. —Claro que no, Mario es ideal para mi pequeñita. Me quedé con la boca abierta, hasta que hice un puchero. —Me estas regalando a un desconocido. —Que va, no es un desconocido. Estudié con su padre durante años, compartimos cuarto en la universidad y también era un despistado con todo, apenas y se daba cuenta de lo que decía. —Se nos quedó mirando un momento. —Y apuesto a que Mario es así, Sergio me dijo que era el único de sus hijos que se parecía a él en todo. Miré a Mario. —Lo que se hereda no se hurta. Su mirada me decía que no tenía ni idea de lo que decía. —Creo. —Ven niños, no hay de que preocuparse, aunque su padre dejó embarazada a su novia a los dieciséis. Mario se sonrojó. —Más o menos así ocurrió. —Hijo, yo estuve ahí cuando nació tu hermano. —Apuntó a Mario con su cucharita de café. —Soy su padrino. —Bien, eso sonó muy Star Wars. —Dijo Víctor que se sentaba al lado de Sebastián. El abuelo nos miraba interesado, la abuela no tanto porque tenía esa cara de preocupación que solo pueden poner las abuelas cuando les dices que no has comido nada aún. Jazmín solo se preocupaba de comer y mirar a mamá, ya que mamá tenía cara de felicidad probablemente porque ya me imaginaba como una solterona en el futuro y esto quería decir que ese futuro horrible se esfumaba. —Ya sé, Mario ¿por qué no dejas que Ivantie te acompañe? Estuve atenta a la reacción de Mario, pero él pareció contento con la idea, me giró de golpe para quedar de frente a él. —¿Te gustaría ir conmigo? —Si, claro que me gustaría. —Sería interesante me dije, ver como era Mario con su hermano. —Papá. —Dijeron mis hermanos, pero papá no los estaba escuchando para nada, solo asentía satisfecho. —Pero que te quede claro que no somos novios. —Le dije a papá. Parecía sorprendido. —A mí me parecen una pareja, cada vez que los veo están abrazados o él te está besando. Miré a Mario con mi mejor cara de “Ahora explícale”, él se encogió de hombros y me miró ceñudo. —Es como lo de ayer, ¿cierto? Eso de habernos acostado juntos. —¡¿Qué?! —Gritó todo el mundo a excepción de papá y Jazmín que se veían tranquilos. Enrojecí. —Si, eso mismo. —¿Entonces que puedo hacer? —Le golpeé la mano que subía ya a su cabeza, iba a terminar calvo. —Explícanos que es eso de que te acostaste con mi hermana. —Lo amenazó Víctor antes de que pudiera decir algo. —Si, explica mocoso. —La voz del abuelo era igual de amenazante. Mario estaba algo contrariado, pero él ya sabía por qué estaban enojados. —Verán yo he estado durmiendo en la cama de Ivantie, solo dormir… Papá estaba sonriendo. —Tu padre me advirtió que tenías esa costumbre, tu hermana suele dormir contigo ¿no? Mario asintió, por fin tenía un aliado. —Si, pero prometo que solo he hecho eso, nunca me aprovecharía de Ivantie y sobre los besos, eso también lo hacía con mi hermanita pequeña cuando hacía pucheros. Le di un golpecito en la cabeza. —No les des más excusas, no haces nada malo y si lo haces ya me encargo de golpearte. —Siempre me golpea. —Me acusó con papá. —¿Y las clases de señorita? Se supone que deberías ponerlas en práctica. —Me dijo mamá por sobre el hombro de papá. —Con él no se puede ser una señorita. El abuelo golpeó su taza con la cuchara. —Niños, niños ya coman que el café se enfría y necesitan comer algo más antes de comenzar el día. Miré a Mario. —¿A qué hora debes salir? Mario se quedó pensando. —No, él vendrá y luego salimos juntos. Comí mis cereales lentamente. —Apuesto a que tu hermano es como tú, todo despistado y diciendo cosas raras. Mario hizo una mueca. —Entonces, te vas a llevar una sorpresa. Salimos al jardín después del desayuno a esperar a su hermano. Claro que no pudimos salir antes de los comentarios de papá como los de “que linda pareja” y “vuelvan tarde”. Pero ya todos habían salido; el abuelo junto a Jazmín se había ido sin más. La abuela y mamá estaban preparando algo de lo que no hablaban con nadie así que no pregunté. Papá había salido hacía su trabajo. Mis hermanos. Ellos se habían demorado todo lo que habían podido para hacernos compañía, pero también tuvieron que irse. Menos mal. —Tiene unos hermanos muy sobreprotectores. —Mario parecía feliz al hablar. Estábamos sentados bajo un árbol nuevamente, me parecía que a él le encantaba estar bajo la sombra de los árboles y esa era otra cosa que llamaba mi atención. —¿También eres de esos hermanos? Mario se recostó en mi regazo. —No, mi hermana Ann ya está lo suficientemente fastidiada con la sobreprotección de Cristian que es de temer, creo que me golpearía si me atreviera a celarla. —Me gustaría ser así. —Le acaricié el cabello mientras hablaba. —Mis hermanos comenzaron a celarme cuando a Jazmín se le ocurrió que cambiara mi armario, creo que antes no tenían ni idea que figura tenía y se conformaban con su hermana la patito feo. Mario abrió los ojos. —Quieres decir que no se habían fijado en que tenías curvas y todo eso ¿eh? Me sonrojé. —Para mí era normal, siempre he sido desgarbada y sin mucho pecho. —Tienes bastante de eso. —Me sonrió sin mala intención. —Mi hermana es plana como una tabla, pero ella tiene “eso” que llama la atención de todos, es popular y todo. Creo que la envidio por eso, yo nunca he llamado la atención en nada de lo que hago, soy tan normal. —Yo también, mis hermanos se llevan toda la atención. Mis abuelos nunca me han dicho algo bueno de mí. Verás, siempre me decían que me vestía mal, que nunca iba a tener novio y ahora no me dicen nada. Mis padres igual. —Miré con pesar a Mario. —Creo que tenemos problemas. Mario me sonrió abiertamente. —Somos los acomplejados. Le revolví el cabello con los dedos. —Los locos. Mario se levantó quedando a mi altura. —Un par de tontos que no sabemos lo que queremos. —O no nos atrevemos. Mario acercó su cabeza a la mía y junto su frente con la mía, mi corazón latía con fuerza esperando que algo pasara. —¿Cuándo van a besarse? Nos separamos de inmediato y me encontré cara a cara a un hombre de cabello castaño oscuro y barba más oscura aún, sus ojos eran azules y familiares, pero no ese cuerpo musculado, de seguro medía más de dos metros. Él no tendría nunca problemas con los matones en la escuela. —No seas molesto idiota. —Mario se levantó del suelo con un salto y me tendió la mano para levantarme. Cuando le di la mano el hombre nos sonrió y me guiñó el ojo. —¿Quién es la bella dama? Miré a Mario con desconfianza, pero él solo me sonrió. —No te asustes, se ve malvado con toda esa barba, pero es mi hermano mayor Cristian alias Robinson Crusoe. Cristian, ella es nuestra prima Ivantie y estábamos conversando. —Está bien, después me cuentas. Mario hizo ese familiar gesto de rascarse la cabeza. —Pues verás… —Invitaste a tu novia a venir con nosotros. —Cristina conocía a su hermano al parecer. —Pues verás… no puede venir, quiero hablar contigo sobre algo personal y lo siento pequeña, pero quiero privacidad para estar con mi hermano. Traté de no sentirme herida ni demostrarlo en frente de Mario, quien ya se veía molesto por ese comentario. No era el momento para hacerlos pelear por una tontería, era justo que estuvieran juntos después de que no se veían desde hace algunas semanas, sin las interrupciones que yo podía darles. Le di un abrazo a Mario. —Nos vemos en la tarde para correr en el jardín.  
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