Capítulo 16

3350 Words
POV. IVANTIE Mario asintió de mala gana. —Bueno, en la tarde nos vemos ¿quieres que te compre algo? —No sé, creo que no. —Dije indecisa, no sabía que podía comprarme porque no sabía a donde iban como para pedir chocolates y gracias a papá no conocía demasiado la ciudad; no salgas de casa te pueden raptar. Cristian capto nuestra atención. —Vamos Mario, fue un gusto conocerte Ivantie, probablemente en la tarde nos volvamos a ver; tengo que saludar a mi padrino o se puede enojar. Mario me miró y bajó su cabeza a la mía y me dio un beso en los labios pillándome desprevenida totalmente. —Si me acuerdo de lo de anoche. —Me susurró al oído. —A mí también me gusto abrazarte y besarte hasta perder la cabeza. Mi corazón latía con fuerza, me toqué el pecho y Mario puso su mano sobre la mía, por un motivo desconocido puse mi mano en su pecho y sentí a su corazón tan loco como el mío, casi latían al mismo tiempo. –Yo también lo siento, anoche me di cuenta ¿y tú? —Me preguntó Mario. Asentí, ahora ya sabía lo que se suponía debía sentir. —Qué tonta… Mario me sonrió con dulzura. —Yo también. Enredé mis brazos en su cuello. —Nos vemos después. —Te traeré chocolates. —Me dio otro beso antes de separarse de mí, esta vez su beso fue más largo– Nos vemos después princesa. —Si. —¿Podemos irnos? Chicos ustedes son unos tórtolos, sé que la chica es bonita, pero... Mario le frunció el ceño. —No te atrevas a decir nada de mi novia. POV. JAZMÍN Me acerqué a ella por la espalda, no porque quisiera asustarla, francamente no creía que pudiera asustar a alguien caminando tan ruidosamente con tacones altos, pero ella parecía no darse cuenta al estar pendiente de algo en la ventana. —No parpadeas. Ivantie pegó un salto. —¡Jazmín! Me reí de su cara de miedo. —¿Estás esperando a Mario? Creí que ibas a salir con él. Ivantie se hundió en la silla al lado de la ventana, seguramente ella la había colocado así. —Su hermano quería hablar a solas con él, no quería compañía extraña. Uy, no sabía mucho de Mario, pero no creía que tuviera un hermano muy diferente de él, debía de haber algo entre esos dos. Moví mi mano sobre mi estómago al sentir algo extraño, había algo que me decía que mi bebé estaba aquí moviéndose, pero eso era irrelevante ahora. Respiré profundamente y le sonreí a Ivantie con confianza. —No te desanimes, es comprensible que quiera estar a solas con su hermano sin que nadie le robe la atención, ponte en su lugar. —Traté de transmitirle toda la confianza que no tenía. Ivantie se animó un poco, se le veía en la cara. —Gracias Jaz, ¿cómo te fue en el doctor? Me acerqué a la ventana. —Bien, Edouard Alexandre se está portando de maravilla, tengo una foto de él, es tan pequeñito, según la doctora está bien. —Recordé la expresión del abuelo al decirle el nombre de mi hijo. —Va a ser un niño modelo. Ivantie me miró a los ojos y luego sonrió. Ella no se daba cuenta de lo que me había costado aceptar que tenía que ponerle un nombre, me sentía tan asustada y herida con el embarazo, pero… es mi hijo, mi bebé y aunque su padre fuera un idiota no lo podía culpa por eso, tres meses me había tomado aceptarlo a él; mi hijo. —Te ves débil. —Me di la vuelta y me encontré con otra alma en pena. —¿Qué haces Víctor? ¿No deberías estar en clases? —Le pregunté al ver que no despegaba la mirada de Ivantie. Él me miró y me sonrió. —Nadia aún no vuelve de esa misión y tengo que esperarla, tengo los nervios destrozados. Ivantie volvió a mirar por la ventana. —Se está haciendo de noche y aún no llegan. Víctor la ignoró y me abrazó. —¿Llegaste hace mucho? Dude antes de asentir. —Si, tenía que ver mi departamento y ver cómo puedo acomodar mis cosas. —Terminé de decir no sintiéndome muy segura si debía o no compartir esa información. El brazo de Víctor se ajustó. —No creo que debas hacer eso. —Ya he pensado en que debo irme. —Bajé la intensidad de mi voz, esa confesión era demasiado. —El abuelo no lo permitirá. —Me esperaba esa respuesta. Levanté la cabeza. —Donde iré es mi problema y mi responsabilidad. No les concierne. —No peleen, me hacen sentir triste. —Ivantie se levantó. —Es como ver a papá y a mamá pelear, no lo hagan. Suspiré. —Lo siento, creo que es mejor que me vaya a mi cuarto, compré muchas cosas hoy y tengo que ordenarlas. Víctor me aferró con fuerza. —No te vas a ir, te lo aseguro. Me aleje de él. No soportaba la sobreprotección, con el abuelo me bastaba. Pero una parte de mi anhelaba la protección de alguien, además de papá, que parecía desentenderse de mí. Comencé a alejarme de ellos, comenzaba de nuevo a deprimirme y no quería que ellos me vieran llorar como lo hacía todas las noches antes de dormir. Solo así conciliaba el sueño, pero la psicóloga que me habían obligado a ver, me había dicho que podía ser independiente, que podía seguir adelante y que ahora mis metas habían cambiado, Le iba a hacer caso. Me sequé las lágrimas que apenas habían caído. —Somos tú y yo pequeño, esa es nuestra familia. Entré en mi cuarto y cerré la puerta con llave, ya había comprado un montón de cosas que me harían falta y necesitaba en mi departamento; un cochecito, una cunita y mucha ropita. Saqué todo de las bolsas y las metí ordenadamente en mi ropero, desarmé el cochecito y lo dejé también en el fondo de éste y la cunita… era tan linda, tenía tallados de ositos. Víctor y Sebastián junto a Ivantie me habían ayudado a armarla, la deje en su lugar junto a mi cama. Todas estas cosas hacían tan real todo, me asustaba. Miré el reloj que estaba en mi mesilla de noche, el mismo reloj que pertenecía a Patrice. Lo tomé en mis manos y lo volví a dejar donde estaba como recuerdo de algo que no pasó, del último sueño de la adolescencia; no más príncipes azules para mí. —De ahora en adelante soy solo tú mamá, pequeño, mi pequeñito. Ahora, ¿qué vamos a hacer antes de dormir Edouard Alexandre? —Pensé un momento. —¿Si llamamos al abuelito? ¡Si!! De pronto sentí un movimiento en mi panza, no podía ser. Negué con la cabeza, me estaba volviendo loca. —Que tonta, solo deben ser gases o algo así. Me senté en la cama y comencé a cambiarme la ropa por el pijama que tenía en la cama, no me sentía con ganas de bajar a cenar. Tomé el teléfono y comencé a marcar. El teléfono solo sonaba, así que colgué y llamé a Irina. —Me parece que el abuelito no está en casa, ya le llamaremos. —Hasta yo escuché mi timbre de amargura en la voz, comenzaba a sentirme hundida. El teléfono dejo de timbrar. —¿Aló? —Hola, soy Jaz. —Tuve que fingir entusiasmo para que Irina no notara mi estado de ánimo. —¡Jaz!!! ¿Por qué llamas?, ¿estás bien?, ¿está bien el bebé? —Para que me esfuerzo si igual se asusta, me dije algo mezquina. Suspiré, los gritos de Irina me estaban dejado sorda. —Estamos bien, EA esta fantástico, ya es un niño muy bueno y eso que solo tiene unos cuantos meses. —¿EA?, ¿ya le pusiste nombre? Y pensar que ni siquiera me llamaste para opinar, yo quería ser parte Jaz. —Casi podía ver como mi hermana hacía un puchero desde aquí. Sonreí contra todo pronóstico. —Nuestro primo Mario lo hizo, tiene un don con los nombres que no te lo imaginas, fue el que mejor sonaba. —¿Primo Mario? No lo habías mencionado antes, ¿quién es? o espera un momento, entonces, ¿cuál es su nombre? Me preparé para lo que venía, iba a ser lo mismo que con el abuelo. Edouard Alexandre Dan, y no, no lo voy a cambiar. El silencio al otro lado de la línea me dijo más de lo que deseaba, no le agradaba el nombre de mi pequeño. —Sé lo que debes de estar pensando, pero no le puse este nombre porque espero que su padre un día vuelva con nosotros, sino porque mi hijo conocerá su ascendencia y espero que la respete. Su nombre es símbolo de eso y además es un buen nombre, quieras o no suena genial con su apellido. —Jazmín, ¿hablas en serio, no esperas que Patrice vuelva un día? —Su voz sonaba algo opaca con esa pregunta. Me acosté en la cama. —No, él se casó y si quiere puede seguir estándolo porque no correré por él, creí que podía hacerlo volver conmigo, pero volvió a dejarme y esta vez se aseguró de matar lo bueno que habíamos tenido. —Dije con más resentimiento del que creía tener. —Pero el único que perdió es él, quien va a tener que vivir con alguien sin amor, yo gané a alguien que me va a amar siempre. Por eso les pedí a ustedes que no dijeran nada sobre mi embarazo, porque mi hijo es solo mío y de nadie más. Contuve la respiración, ella también era madre y estaba pronta a dar a luz así que ella debía entenderme. —Nadie le ha dicho nada a Patrice sobre ustedes, es más, Pierre no se habla con él desde el día en que nos separamos todos en la casa de campo, bueno creo que lo hicieron una vez más después, pero eso no cambió las cosas. La culpabilidad brotó de inmediato, ellos eran amigos desde hace muchos años como para separarse de esa forma. Cubrí mis ojos con una mano. —No tenía que haber hecho eso, esto es un problema entre nosotros, no de él o tuyo. —No lo hizo por ti, sino por él, se sintió mal de haberte usado para rescatar a su amigo y que éste le pagara tan mal. —Se hizo un silencio. —Si te hace sentir mejor, creo que ellos pueden solucionar sus problemas cualquier día, claro un día en que ambos estén de buen humor. Me sentí mejor. —Si, me hace sentir mejor. Pero yo no te llamaba por eso, solo quería saber de papá y mamá, últimamente me siento abandonada por ellos. Me siento sola Irina. —¡¿Qué?! ¿Cómo puedes decir eso? Ellos nos aman y siempre están pendientes de nosotras, ni te imaginas las cosas lindas que le han comprado a Catalin… Tragué. —Creo que es hora de que cuelgue, debo ir a comer algo antes de que el abuelo se vuelva loco y todo. Un suspiro sonó del otro lado. —Ve, necesitas comer por dos ahora. —Si, tienes mucha razón, aunque nunca tengo mucho apetito con estas náuseas. —Todo me sabía a tierra desde la primera náusea. —¿Todavía tienes? Deberían de haber desaparecido ya. —Me preguntó deprisa como si le fuera a cortar de inmediato. Me acomodé de nuevo en la cama. —La matrona me dijo que era de las afortunadas, no me van a desaparecer hasta el parto, genial ¿eh? —Iuk, que lástima Jaz, pero aun así debes comer. —Lo sé, por eso sigo comiendo. —Dije contra la almohada. —Aunque a la fuerza. —¡Come más! —Me gritó desde el otro lado. —Se te está olvidando mocosa quien es la mayor aquí, respeta. —Le dije entre divertida y ofendida. —¿Me oyes? Hubo un ruido del otro lado. —¿Quién es?, ¿es Jaz? Pásamela. —Me emocioné, era David pero…—¡Jaz! —¿Qué haces ahí? Sé que hay una diferencia de horario, pero igual es tarde allí. —Comencé a unir cabos. —Hay Jaz, no me dices ni siquiera hola, pero yo si soy educado. —Él sí que estaba ofendido. —Buenas noches Jaz, ¿cómo están tú y el pequeño David? Me reí. —Se llama Edouard Alexandre para tu información y estamos bien, gracias. —Genial, ya le pusiste nombre, sabes, suena muy niñita, debes de ponerle David; tiene carácter y es un nombre de lujo que varios honramos. —Haz estado tomando clases para hablar mejor, ¿cierto? Suspiró. —Alina me obliga a hablar bien, cuando no lo hago me castiga. Irina gritó desde algún lado. —Adivina como lo castiga. —Sal de aquí Irina, quiero hablar con Jazmín a solas. —Nuestro hermano es un pervertido en potencia. —Siguió gritando Irina. —Sal de aquí y vete a esperar a tu marido como buena esposa. Irina volvió a gritar. —Lo encontré manoseando a Alina la otra noche y créeme que apenas se dio cuenta de que estaba allí. —No le hagas caso en nada, enloqueció con el embarazo. —Se apresuró a callar a Irina. —Le estaba quitando la ropa a Alina. —Te pasaste Irina, aún puedo tirarte de las orejas. —Te acusaré con Pierre. Me reí de esos tontos, los extrañaba a todos tanto. —Quiero estar con ustedes. David volvió al teléfono. —Entonces vuelve a nosotros, no tienes que seguir con eso, sabes que no necesitamos más de lo que ya tenemos. Papá nos mantiene bien, Irina está casada y Pierre no es ningún pobre diablo. Vuelve, ¿sí? Casi me pongo a llorar. —No puedo, lo prometí. —Jazmín… —Adiós y cuídense mucho. —Dije fuerte y alto. —Tú igual. —Dijeron ambos al mismo tiempo. Corté y casi me ahogué en lágrimas, papá apenas y me llamaba y nunca había mencionado nada sobre juguetes o algo para mi hijo. Bueno, si yo misma no lo quería reconocer probablemente él también siente lo mismo. Ninguno de los dos había reaccionado bien a la noticia, este no fue motivo de fiesta como Catalin, solo de desilusión. Me abracé y esta noche me dormí llorando, pero no por Patrice y su “nunca volveré” sino, porque mis padres no me apoyaban. Lo sentía así. —Toc, toc, parece que esta dormida. —Dijo un hombre. —No la despiertes. —Le susurró la mujer. Un suspiró fuerte se escuchó. —No puedo, despierta bebé. Me arropé más con las cobijas, no me gustaba que me despertaran porque siempre lo hacía de mal humor. Bufé. —Déjame en paz, queremos dormir. —Le dije a quién intentaba despertarme. —Cielo, no te puedes dormir sin comer algo. Moví mis manos alejando a ese alguien. —Si puedo. Mi estómago gruñó, pero lo ignoré, no me quería levantar, estaba agotada de pronto, mi cuerpo se sentía agotado. —Estoy muy cansada… —Dije volviendo a dormirme. —¡Despierta de una vez! Me levanté de golpe asustada por el grito que pegó alguien a mi oído. —¿Qué pasa? —Mi corazón saltaba de mi pecho y comencé a respirar fuerte al pensar en mi bebé. —¡David! ¿Cómo pudiste gritarle a tu hija embarazada? —Mis dos hijas están embarazadas, así que ya da igual. —Seguí respirando fuerte, con el susto me había levantado de golpe y casi me sentía desmayar. —Jazmín mírame, Jazmín no me digas que te vas a desmayar. ¿Cómo iba a ver a alguien? Solo veía puntos negros. —Si, creo que me voy a desmayar. Unas manos se pusieron en mi rostro. —Mírame cielo, lo siento, no quise asustarte. Me quejé. —Ay, siento que me voy a desmayar, solo veo puntos negros. —Cielito mírame soy yo, mamá. De pronto me desperté y las manchas se fueron despejando. Me di cuenta de que eran papá y mamá. —¿Qué hacen aquí ustedes dos? POV. IVANTIE Ya era tarde, me acomodé en mi cama después de cenar. Ni Jazmín, ni Mario con su hermano habían cenado; Jazmín porque estaba en su cuarto encerrada y los otros dos porque aún no llegaban. No podía conciliar el sueño, estaba preocupada por Mario. ¿Les habría pasado algo? Me di vueltas y vueltas en la cama. La puerta se abrió de golpe y me senté de inmediato en la cama esperando que fuera Mario. —¡Mario! —Grité feliz. No era Mario. —¿Por qué creías que era él? —Me preguntó Sebastián entrando con Víctor detrás de él. —En verdad duermen juntos, ¿eh? Me acomodé en la cama. —No tengo porque decirles nada a ustedes dos. Víctor se sentó a mi lado tirando de mi pijama. —Aún no me gusta esta cosa, deja demasiado a la vista. —¡Hay Dios! Miramos a Sebastián que parecía consternado. —¿Qué? —Le preguntó Víctor. Sebastián se sentó a mi otro lado. —Duermes con él, ¿y con esa cosita puesta? Víctor también lucía horrorizado. —¿Aún eres virgen? Le di un golpe en el brazo. —Eso no se pregunta. Sebastián me zarandeó. —¿Eso es un no? —Son unos tarados. —Les dije a ambos. Víctor me zarandeó también. —¿Es un no? Estaba enrojeciendo de a poco, no quería decir eso a mis hermanos que eran unos maniáticos del control. La puerta volvió a abrirse. —Hola. —¿Qué haces tú aquí? Mario había entrado y de momento se veía confundido. —Yo debería preguntar eso también. Víctor se estaba molestando. —Somos sus hermanos. –Son unos idiotas molestos que no me dejan dormir. —Dije irritada, porque ellos no se iban a ir. Mario les frunció el ceño. —Deberían dejar dormir a Ivantie y para que lo sepan, solo vine a darle las buenas noches. Me hundí en la cama, se iba a ir y no iba a dormir conmigo esta noche. —Bien, pues dáselas y vete. Mario se sonrojó y luego me hizo una seña con la mano. —Ivantie ven. Me levanté de la cama de un salto apartándome de mis tontos hermanos. —¿Estuvo todo bien con tu hermano? —Le pregunté de inmediato. Mario me sonrió y me abrazó de inmediato. —Todo bien, buenas noches mi princesa, descansa. Levanté la cabeza de inmediato cuando él puso sus manos en mis mejillas, no sé en qué pensaba, pero no en que me iba a dar un beso en frente de mis hermanos. —Te veré mañana, ¿sí? —Me dijo Mario acariciando mi nariz con la suya. —Vendré a despertarte con un beso. —Vale. —Sentía desde allí la rabia de mis hermanos. —Pero… Me dio otro beso en la boca. —Aquí tienes otro, sueña conmigo. —¿Qué está pasando aquí? Creí que no eran novios. —Dijo Víctor. Mario me abrazó. —No lo éramos cuando ustedes preguntaron, pero desde esta mañana somos novios. Bueno, aún no se lo pido formalmente, pero lo haré pronto. Sebastián se levantó de inmediato. —Si no lo has hecho, hazlo ahora. Mario me soltó y se puso en frente de mí. —No lo haré ahora porque ustedes me amenacen, me importa un rábano si quieren golpearme, lo haré cuando crea que es un momento memorable para eso. —Este mocoso. —Víctor agarró a Sebastián. —Vámonos ahora, buenas noches y tú mocoso, vete luego. Mario asintió. —Ya.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD