—¡Oh, también me compró abrigos para ocultar mis alas! —susurra Irene sintiendo como si la navidad se le hubiese adelantado. Casi sin poderlo evitar, la joven ahora que estaba sola comenzó a ver los precios que marcaban las etiquetas y casi le da un infarto. Los zapatos que le quedaban como guantes valían mil quinientos dólares, el vestido que tenía en sus manos costaba cuatro mil, y ni siquiera quería ver el resto de las bolsas. Le daba terror, era como si ella misma tuviera que pagar después todo eso… —Aquí debe estar mi salario de todo un año, ¿Los ángeles son tan acaudalados? Wow… —murmura Irene sintiendo que no merecía esa ropa tan costosa —buscaré lo más económico y lo usaré —se dice ella porque no estaba acostumbrada a regalos tan exclusivos y caros. «¿Será que le p**o acostándom