La bebé estaba llorando a todo pulmón y Daniel no sabía qué hacer. Era la primera vez en su vida que se sentía tan inútil, jamás imaginó estar en una situación similar: solo, con una bebé mitad humana en sus brazos que chillaba posiblemente pidiendo alimento, y él sin poderla ayudar porque todavía se encontraba bloqueado por todo lo que estaba aconteciendo. El ángel cargó a su hija y comenzó a mecerla en sus brazos, mientras caminaba con un paso apresurado rumbo a la cocina.
—Sin Gabriela aquí para que la amamante, ¿Qué podría darle de alimento a mi hija? —murmura él abriendo el refrigerador cuando de inmediato recordó las palabras de la enfermera.
El día anterior – hospital central
Daniel se encontraba sentado en una silla después de haber hecho todo el papeleo necesario para que se llevaran el cuerpo de Gabriela a la morgue. Él sabía que ese incidente había sido causado por su culpa, por lo que si deseaban abrir un caso sobre la muerte de su amada sería demasiado engorroso para él, ya que le habían informado que debía ir a atestiguar a la estación de policía mientras que un detective vendría a tomar el caso que tenía todo el aspecto de un asesinato, y él por supuesto, era el principal sospechoso. Daniel se pudo dar cuenta que la situación se estaba tornando molesta, es por esa razón que, con sus poderes de Celestial, “cambió” la escena de muerte de Gabriela al instante que se transformó en su forma luminosa cubriendo todo el hospital y las personas que tuvieron contacto con Gabriela y él.
Daniel se encargó de borrarle la memoria a todos para ponerles recuerdos nuevos en donde la causa de muerte de Gabriela fue un ataque al corazón. Y él, en su forma de Celestial, entró a la habitación donde se encontraba el cuerpo de su amada. Al verla una vez más, no pudo controlarse comenzando a llorar nuevamente, por tan solo ver a Gabriela en esa camilla fría con una sábana encima de su cuerpo. Con lentitud, el ángel quitó la sábana que cubría el cuerpo de la mujer, la miró por varios minutos que solo rompían más su corazón que no encontraba consuelo, pero a pesar de todo comenzó a actuar cerrándole aquellas heridas de balas en su pecho para limpiar la escena. Los Celestiales acostumbraban a “limpiar” escenas en esas ocasiones cuando los humanos veían por error a una criatura mágica, o cuando por descuidos de los guardianes sucedían eventos que en el mundo humano no podían suceder, en esos momentos ellos intervenían regresando todo a su curso normal. Por lo tanto, la muerte de Gabriela que fue causada por el juicio de Daniel, podría ser considerada como un descuido que él tenía que limpiar lo antes posible.
Horas más tarde
Después que Daniel hizo todo los requerimientos necesarios con la muerte de Gabriela, le dijeron que debía llevarse el cuerpo al día siguiente para que hiciera todo lo referente a su sepelio y demás. Aparte que también le hicieron todos los exámenes correspondientes a su hija Gabriela antes de que él pudiera llevársela a casa. Cuando todo finalmente terminó, le entregaron a su hija en sus manos al mismo tiempo que también le daban el acta de defunción de Gabriela. La situación era muy dura para él, pero hacía lo posible por mantener la calma. La enfermera que se encargó de darle a la bebé, sintió pena por ese hombre, así que sintiéndose dolorida por su situación le dijo:
—Debe comprar leche de fórmula y darle a su bebé. Si quiere yo puedo comprársela, espere aquí por favor…
—¿Leche de fórmula? —pregunta Daniel a lo que la enfermera le responde:
—Si, como su madre no está… su hija deberá alimentarse con leche de fórmula de ahora en adelante hasta los dos años.
—Comprendo… —dice Daniel de forma decaída.
Él realmente no estaba en esa habitación, es decir, su cuerpo estaba frente a la enfermera, pero su mente se encontraba en otro lugar. Por un instante pensó que todo lo que había sucedido en las últimas horas fue producto de un mal sueño, y que cuando regresara a casa Gabriela estaría ahí. Sin embargo, cuando veía a esa bebita cubierta bajo una manta blanca en sus brazos, recordaba que todo lo que había sucedido formaba parte de su realidad. Y ahora, varios minutos después sin que él se diera cuenta a causa de su estado un tanto desorientado producto de su enorme tristeza, ni siquiera se percató cuando la enfermera llegó con una lata de leche diciéndole todo lo que debía hacer a continuación.
«Su voz se escucha lejana» piensa Daniel observando como la enfermera le estaba hablando, pero él apenas y la escuchaba.
Tiempo actual
Con su hija llorando a mares en la habitación, Daniel corrió hasta su auto recordando que esa lata de leche exclusiva para bebés posiblemente la dejó en algún lugar dentro de su vehículo. En el momento que llegó, encontró la lata de leche de fórmula en el puesto del copiloto ¡con el cinturón de seguridad puesto!
—¿Cuándo hice esto? Me estoy volviendo loco… —murmura Daniel quitándole el cinturón de seguridad a la lata de leche, y sin más cerró el auto corriendo a toda prisa de nuevo a su casa.
De regreso en la cocina, el ángel guardián escuchaba el lloriqueo de su hija Gabi en la otra habitación, por eso él una vez mas se convirtió en Celestial yendo hacia la bebita tocándole su frente diciéndole:
—Duerme… espera mientras papá se encarga de esto —dice él y al instante cuando la tocó, la niña dejó de llorar cayendo en un profundo sueño.
Y ahora con la paz del silencio reinando en su solitario hogar, Daniel fue a toda prisa a la cocina otra vez, buscando en los estantes todo el montón de cosas que habían comprado durante la espera de su hija. Su amada se había encargado de comprar todo lo necesario para un recién nacido en cuanto a accesorios, como pañales, ropa, biberones, y otro sinfín de cosas que él ni siquiera entendía para que servían, pero ahí estaban. Incluso Gabriela y él habían hecho la habitación de su bebé que también estaba repleta de todo lo necesario y demás. Cuando descubrieron que era una niña, entre los dos la decoraron, toda aquella casa estaba preparada para una familia de tres, pero la vida tuvo otros planes…
El ángel con una actitud aletargada comenzó a leer las instrucciones de la lata, dispuesto a prepararle el biberón justo como estaba indicado en aquellos escritos, sin embargo, una vez más, Daniel volvió a recibir otro golpe de realidad: él no sabía ni siquiera como utilizar una licuadora, o como encender una estufa. ¡Él no sabía nada! Al comprender eso, Daniel entró en frustración lanzando el biberón al suelo al mismo tiempo que gritó sintiéndose un completo inútil. El ángel estaba muy cargado emocionalmente, por eso mientras se llevaba las manos a la cabeza, se sentó en el suelo recostando su espalda sobre los gabinetes de la cocina. En ese momento por primera vez en su vida, estaba sufriendo una crisis de ansiedad, algo que él ni siquiera tenía idea que podía tener.
«No sirvo para esto… desconozco tantas cosas de la vida cotidiana humana que siento vergüenza de mí mismo. En la fortaleza Celestial me hacen todo, incluso Gabriela siempre cocinaba para mí, ¿Por qué nunca me preocupé por aprender? Tuve la oportunidad, pero yo creía que ella siempre estaría ahí para mí…» piensa Daniel que no podía evitar sentirse abrumado por toda esa situación.
La fortaleza Celestial era el lugar donde vivían todos los ángeles guardianes. Aquel lugar era un imponente castillo en el mundo mágico donde solamente los Celestiales podían entrar. El castillo quedaba en las nubes, ninguna criatura alada tenía permitido acercarse, como era el caso de las hadas y las ninfas que, también podían volar, pero eran exterminadas si se atrevían a entrar al territorio de los ángeles. Entonces, en ese instante cuando la crisis en Daniel mermó un poco, suspiró sacando su teléfono del bolsillo, y con mucha vergüenza comenzó a buscar: “como encender una estufa, y como preparar leche de fórmula.”
—Cálmate… debes conservar la calma, una vida depende de ti —se dice el rubio suspirando un poco levantándose del suelo para coger el biberón y preparar la comida de su hija.
Minutos mas tarde, él hizo todo lo que vio en un video de una mujer que explicaba al pie de la letra lo que él necesitaba saber. Cuando terminó de preparar la leche, se colocó una gota en la mano para verificar que tan caliente estaba la bebida. Así pues, en cuanto sintió una temperatura aceptable fue a toda prisa hacia su pequeña para darle de comer. Gabi ya se había despertado, era cuestión de minutos para que comenzara a llorar otra vez, pero Daniel la cargó con cuidado sentándola en sus piernas, sujetándole con suavidad la nuca de su hija, y con su mano libre sostuvo el biberón llevándolo a la boca de la chiquilla que al instante comenzó a succionar la leche mientras entreabría sus ojitos mirándolo. Al ver como Gabi ya estaba alimentándose, Daniel sonrió suspirando del alivio.
—Seré un buen padre para nuestra hija, Gabriela… —murmura el ángel guardián diciéndole aquellas palabras a su amada sabiendo que Gabriela quizás lo escucharía…
Dos días después
Estaba lloviendo a cántaros y ya todos se habían ido, fue por eso que Daniel se encontraba en el cementerio con su hija en brazos mientras se cubría con un enorme paraguas oscuro, viendo la lápida de Gabriela que decía:
“Descansa en paz, mi ángel, Gabriela Gómez 1994 -2023”
A su sepelio habían ido los amigos y familiares de Gabriela, Daniel no estuvo presente durante el funeral porque él se encargó de borrarles la memoria a todos sobre su existencia. Ahora en los recuerdos de los mas allegados a Gabriela, Daniel nunca existió, tampoco el hecho que ella estuvo embarazada, puesto que el ángel no tenía pensado formar parte de la vida de ninguno de esos humanos por temor que, al hacerlo, les acortaría sus vidas. Ahora, en las memorias de todos creían que Gabriela murió de un ataque al corazón mientras dormía a pesar que ella nunca había sufrido de ninguna enfermedad, no había demasiada lógica, pero nadie discutió nada, porque cuando un Celestial hacia su limpieza, era definitiva y sin cuestionamientos.
—Vendré a visitarte a cada tanto. Gabi y yo viviremos solos, voy a criarla como una niña humana, aunque no tengo idea como resultará esto, pero en el camino vere como me las arreglo. Estoy suspendido de mi trabajo, por lo que no puedo regresar a la fortaleza celestial y menos con una niña en mis brazos. Debo confesarte que me siento abrumado, nunca en mi vida había estado tan asustado… y asqueado, los pañales de Gabi huelen muy mal, ayer se hizo popó por primera vez y casi vomito, pero estoy aprendiendo y poco a poco iré acostumbrándome —dice Daniel viendo la lápida de Gabriela mientras sus ojos no dejaban de brotar lágrimas como la lluvia que cernía sobre él.
—Todo esto es nuevo para mí, pensé que estarías a mi lado pero no pudo ser, nuestra hija crecerá sin una madre… se que esto es mi culpa pero —se detiene porque el nudo de su garganta no le permitió seguir —… perdóname. En fin, cuando venga a visitarte, te diré todas las cosas buenas que me sucedan, también las de Gabi, nuestra hermosa hija…
1 año después
Daniel se encontraba en la cocina con Gabi en su costado mientras le estaba preparando una sopa de verduras y arroz que él recordaba que Gabriela siempre le hacía. El ángel ya se había convertido en todo un experto cocinando, principalmente para su hija, y él en su forma humana también comía lo que se preparaba. Gabi era la copia exacta de él físicamente, era como si Gabriela solo hubiese sido un vientre en alquiler para traer al mundo a una versión femenina de Daniel, ya que la niña tenía unos enormes ojos azules, cabello rubio, piel pálida, su misma nariz, labios, aunque según el ángel guardián, se pudo dar cuenta que su hija tenía la sonrisa de su amada.
—Se que te encantará esto, Gabi… espero que si —murmura Daniel deseando dormir un poco pero no podía.
Ese año no había sido nada fácil para el Celestial. Daniel había tenido que aprender a cocinar, a lavar, limpiar, atender a su hija en todos los sentidos, entre un montón de tareas que tuvo que hacer él mismo porque no quería involucrar humanos en su vida. Daniel pensaba que cuando Gabi creciera eventualmente tendría que relacionarse con otros humanos, pero quizás si él no intervenía demasiado no habría problemas, después de todo ella era mitad humana y mitad celestial, así que el ángel pensaba que quizás su hija no tendría inconvenientes cuando en un futuro tuviera amigos, o… pareja. Gabi era muy dependiente de él, siempre le gustaba estar en sus brazos, no dormía en su cuna, y cuando la dejaba en su corral la niña lloraba pidiendo que la cargaran. Es por esa razón que, mientras él cocinaba, la bebita estaba ahí con él viendo todo lo que su papá hacía.
Daniel había estado tan ocupado durante esos doce meses, que apenas le había dado tiempo para tener luto. Sin embargo, durante esos momentos que su hija conciliaba el sueño, él se sentía desolado y triste, porque prácticamente permanecía dentro de aquella casa llena de recuerdos de Gabriela por cada rincón que veía, tanto que, durante sus momentos de soledad, él veía las fotos de ella y reproducía una y otra vez aquellos videos felices donde aparecía con su amada. En el baño Daniel todavía conservaba el cepillo de dientes de Gabriela, su champú, sus perfumes. En el closet se encontraba su ropa, en la sala todavía estaban sus pantuflas; vivir en esa casa era doloroso porque donde sea que viera estaba su humana ahí presente, pero a pesar de todo él no se mudaba ya que así de cierta forma se sentía cerca de su amada a pesar que sufriera durante el proceso que solo le impedía seguir adelante.
Entonces en ese instante mientras él cocinaba aquella comida para Gabi, uno de sus amigos después de 1 año se apareció ante él en su forma de celestial, se trataba de Esaú, aquel que le había advertido lo que sucedería. Cuando el ángel llegó a la casa, Daniel ni siquiera se inmutó, continuó batiendo su sopa y sin voltearse le dijo:
—¿Qué haces aquí, Esaú? Se supone que estoy suspendido, no deberías venir a visitarme —dice él apagando la estufa, volteándose para ver a su amigo que se convirtió a su forma humana.
—¿¡Daniel!? ¡Que te ha pasado! Luces terrible —exclama Esaú viendo como el rubio tenía el cabello largo, despeinado, con barba y unas ojeras en sus ojos.
—Ahora soy papá, por supuesto que luzco terrible. ¿Qué haces aquí? —pregunta él mientras Gabi observaba a ese nuevo hombre que había aparecido de la nada.
—Vine a decirte que… el concilio requiere tus servicios, ahora mismo.
—¡¿Qué, ahora?! Pero no puedo salir, no puedo dejar a mi hija para ir a matar espectros.
—No es para matar espectros, se trata de un caso 185.
El “caso 185” en el enorme manual de las leyes de los ángeles guardianes, se trataba de criaturas mágicas entrando al mundo humano sin autorización. Ese tipo de eventos era muy común, especialmente entre, hadas, elfos, licántropos entre otras criaturas con apariencia humana que podían “mezclarse” entre los humanos fácilmente. No obstante, la única forma de cruzar la línea de forma legal era bajo una serie de papeleos que les otorgaba una tarjeta especial, la cual les ayudaba a ocultar sus rasgos mágicos, como lo eran sus alas en el caso de las hadas y ninfas, o las orejas puntiagudas en los elfos, solo por poner un ejemplo.
Ese tipo de criaturas mágicas no podían ocultar sus rasgos únicos con la facilidad de los celestiales, por lo que si entraban sin esa tarjeta especial eran un peligro para el orden del mundo humano, ya que podía ocurrir un accidente como un hada volando en la ciudad, o un hombre lobo convirtiéndose en luna llena. Sin embargo aunque no lo pareciera, los casos 185 eran muy comunes, debido a que muchas criaturas mágicas siempre deseaban ir al “otro lado” para huir de algo en el mundo mágico, o para rehacer sus vidas.
—¿Qué criatura mágica quiere entrar de forma ilegal esta vez? ¿Es que nunca aprenden? —pregunta Daniel colocando a Gabi en su silla de comer.
—Nos informaron que un camión repleto de hadas ilegales entró por la “abertura 14” en el distrito de Brooklyn. Por lo visto creen que no estamos al tanto de las fisuras que hay entre el mundo humano y mágico. En fin, hay que detener el camión, y llevarlos todos de regreso antes que arruinen el orden. Irán a prisión por supuesto, pero serán enjuiciados antes. Ya sabes, gajes del oficio.
—Significa que están aquí en mi ciudad… pero Esaú no puedo, ¿Cómo voy a ir? No puedo dejar a mi hija.
—Tráela entonces, recuerda que no puedes negarte, ¿o quieres que ejecuten a tu adorable bebé? ¡Por cierto, tu hija es idéntica a ti! —exclama Esaú viendo a la bebé.
—Se que no puedo negarme… —dice Daniel deseando decirle a su amigo que cubriera su ausencia, pero sabía que eso sería imposible.
—No pongas esa cara Daniel, este es un caso sencillo no necesitarás luchar ni nada por el estilo, ¿Qué puede salir mal? ¡No hay tiempo que perder! Y… antes de salir, acomódate, tu forma humana es un desastre… —dice Esaú agregando —Dame a la niña, tu ve a prepararte —dice el ángel sin tener idea que aquel caso no sería tan fácil como imaginaban…