Le pidió a su secretaria que la anunciara, casi enseguida su asistente abrió la puerta y le dijo que podía pasar, cuando ella entró, él salió y cerró la puerta. Octavio estaba detrás de su escritorio, recostado contra el respaldo de su silla, su mano derecha masajeaba su sien y la izquierda se apoyaba en su cadera, la típica posición de alguien que discute por teléfono y está estresado. Larissa se quedó parada cerca de la puerta esperando, se sobresaltó cuando él tomó su teléfono, cortó la llamada y lanzó los auriculares sobre el escritorio. Lo oyó maldecir a Bastian. —¡Es un maldito bastardo! – la miró enojado – Tu querido Bastian pretende que yo resuelva los problemas de tres desastrosas administraciones anteriores en solo tres meses. Y no comprende que Suramérica no es lo mismo que Nor