Martes, se me hacía que la semana iba a ser eterna. Tomé el periodo, el bolígrafo azul y la taza de té. Él había llegado mucho más temprano que yo. —Buenos días, señor Wilson. —me había acostado unas cuantas veces con mi jefe y cada vez me iba pareciendo más atractivo. Era un hombre muy hermoso, pero fuera de lo físico, lejos de las apariencias, Ángel Wilson era un hombre amable, honesto, comprensible y muy pacifico, quería decir discreto, pero ya no podía después de lo que pasó en la reunión de ayer. Tenía carácter, me lo había demostrado en varias ocasiones, su amabilidad no lo hacía tonto, no dudaba en defender lo que creía y cuando alzaba la voz, me dejaba muda y fría. Sobre todo porque no acostumbraba hacerlo nunca, tampoco lo había hecho nunca a mi, pero si delante de mí. Te