Mi bebé

1037 Words
—Felicidades joven, esta embarazado. Esas palabras habían sido el origen de muchas dudas y decisiones en mi vida, faltaba solo un par de días más y por fin tendría a mi pequeño ángel conmigo, me pregunto a quien se parecerá más, a mí o a su otro papá. El cuarto del bebé estaba listo, y ya tenía todo lo necesario para él. Todas las mañanas me levantaba, acariciaba mi vientre y hablaba con mi bebé. Esa mañana no había empezado diferente, mi bebé parecía estar entusiasmado, podía sentirlo moverse en mi vientre, después de terminar mi rutina de la mañana, fui a desayunar con mi abuela, el día anterior había dado mi último examen, y oficialmente estaba en vacaciones por navidad y año nuevo, faltaban 5 días para navidad, y para la llegada de mi bebé. Mientras desayunaba sentí un inmenso dolor así como un líquido recorriendo mis piernas, el tamaño de mi vientre empezó a disminuir con velocidad, y el dolor no cesaba, tenía miedo, algo no estaba bien. Eso era obvio por la expresión de absoluto pánico de mi abuela, quien llamó a mi abuelo inmediatamente, vivíamos a las afueras de la ciudad, y mi abuelo tenía una camioneta, él quería llevarme al hospital, pero las restricciones habían sido muy estrictas desde el inicio del confinamiento. Mientras mi abuelo se aseguraba que yo estuviese bien, mi abuela estaba en el teléfono pidiendo una ambulancia, el dolor era cada vez peor, aún así di lo mejor de mí para no gritar en agonía, la situación era mala y no quería empeorarla y asustar aún más a mis abuelos. Los minutos que demoró la ambulancia en llegar me parecieron eternos, cuando llegaron el líquido de mi vientre se había prácticamente drenado, y mi bebé era claramente visible a través de mi piel. Me pusieron en una camilla y me subieron a la ambulancia, mi abuela iba conmigo agarrando mi mano, a mi abuelo le habían dado algo para que no lo metieran preso por salir a esa hora. Mi abuela apretaba mi mano con una de las suyas, mientras con la otra cepillaba mi cabello. «Tengo miedo» El miedo que sentía era cada vez mayor, ya casi no tenía fuerzas, no podía mantener mis ojos abiertos, y ahí en medio de la ambulancia caí desmayado por el dolor. «Por favor mi amor, debes resistir» Recuerdo que eso fue lo último que lleno mi mente antes de desmayarme, hace lo que parecieron ser solo unos segundos. Cuando mis ojos se volvieron a abrir me encontraba en una habitación de hospital, con un suero conectado a mi vena, la cortina de separación estaba corrida, y el lugar se encontraba sumido en un silencio sepulcral. *Cof cof* Sentía mi boca seca, y como si fuese incapaz de hablar, moví mi mano suavemente, esa pequeña acción parecía una lucha titánica, y entonces lo sentí o mejor dicho no lo sentía. Traté de enderezarme, traté de hablar pero nada de lo que hacía parecía funcionar, las máquinas que seguían conectadas a mí empezaron a sonar y sonar, era realmente ruidosas pero yo era incapaz de escucharlas, las lágrimas salían de mis ojos, y el miedo se estaba apoderando de mí. —Tranquilo, tranquilo cariño —la voz de mi abuela fue lo único que pude escuchar en medio de lo que tiempo después supe fue un ataque de pánico. —Mi bebé, mi bebé —no podía pensar en nada más, quería saberlo, no, necesitaba saberlo, ¿dónde estaba mi bebé? —Tranquilo, Oliver está bien, nació sano, pero lo tienen en observación para asegurarse que este bien. —¿Mi bebé? —Le pondremos un tranquilizante, si sigue tan alterado pondrá en riesgo su salud —podía oír que el doctor decía algo. Sin embargo, no podía escuchar o entender que estaba diciendo. Volvía a caer dormido una vez más, en medio de los susurros de mi abuela, que me aseguraban que mi pequeño Oliver estaba a salvo. Volví a despertar tiempo después, y mi abuela estaba sentada a mi lado cargando un bebé, no necesite preguntar quien era, instintivamente lo sabía, ese era mi bebé, mi hijo. —Que bueno que ya despertaste, nos tenías muy preocupados —por estar tan concentrado en mi abuela y mi hijo, no había notado que mi abuelo estaba parado al otro lado, su rostro parecía haber envejecido de golpe. —Nos diste un buen susto. —¿Qué paso? —Tuviste algunas complicaciones, y tu vida estuvo en riesgo. —¿Mi bebé? —no me importaba mi propia vida, solo quería asegurarme que él estuviese bien. —Milagrosamente, Oliver estaba bien, si la ambulancia se hubiese demorado solo unos minutos más ambos... —no era necesario que él lo dijera, sabía lo que estaba tratando de decirme, yo o el bebé o incluso ambos pudimos haber abandonado este mundo. —¿Quieres verlo? —mi abuelita pregunto en voz baja, ella se acercó cargando a mi pequeño, lo puso en mis manos con suavidad, a la par que mi abuelo me ayudaba a acomodar unas almohadas y activar el plegado de la cama. —Sí, por favor, quiero ver a mi bebé —el tenerlo entre mis brazos hacía que todo fuese más real, la cesárea había sido un éxito, y yo ahora tenía 15 días antes de empezaran de nuevo las clases, mi pequeño Oliver había nacido el 20 de diciembre. Se veía tan pequeño, su manita era diminuta, y su nariz tan pequeñita que parecía imposible que pudiese respirar por ella, mientras lo miraba con atención Oliver despertó, sus ojos azules de recién nacido mi miraron y mis propios ojos fueron testigos de la sonrisa más hermosa que había visto en mi vida. —Hola mi amor, soy Adán y soy tu papi —acerqué mi mano para tocar su mejilla, y su pequeña manita tomo mi dedo, el sentirlo apretar mi dedo me hacía sentir que todo estaría bien, que lo peor ya había pasado, y sin poder seguir aguantando más las lágrimas empezaron a rodas por mis mejillas, lágrimas de alegría y alivio que se sentían calientes contra mi piel, y servían para demostrar que estaba vivo.
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