La llegada de mi pequeño fue caótico pero aún así no lo cambiaría por nada. Mis abuelos me ayudaron a cuidar de mi hijo y a seguir asistiendo a clases, las medidas de seguridad se estaban atenuando y mi pequeño estaba creciendo sano y fuerte.
Debido a la pandemia debí cursar todo mi último año de colegio y el primero de la universidad en línea, eso me sirvió mucho para poder seguir estudiando durante mi embarazo y con el cuidado de un niño recién nacido. Oliver era un niño tranquilo, casi nunca lloraba, y su sonrisa sin dientes era adorable.
Puse un pequeño escritorio desde el cual estudiar en la habitación de Oliver, era gracioso de ver, todo tenía un aspecto adorable y delicado y ahí en medio de todo ese mar de ternura estaba mi escritorio de madera junto con su silla negra. Oír a Oliver decir "papá" por primera vez, verlo dar sus primeros pasos con sus piernitas regordetas, verlo simplemente siendo un bebé hacían que las noches en vela estudiando valieran la pena.
Tener a mi pequeño aquí era casi como un sueño, y para cuando creí despertar ya había pasado 4 años. Mi pequeño Oli aún tenía olor a leche, y fruncía su pequeña nariz de botón cuando algo no le gustaba, como en este momento que no quería que me fuese a la universidad porque quería pasar toda la tarde conmigo.
—Oli cariño, tengo que irme, te prometo que mañana pasaremos todo el día juntos.
—Ven campeón, dejemos que tu papi se vaya a la universidad, ya es el último examen del semestre, solo aguanta un poco.
En estos casi 5 años desde que me enteré que estaba embarazado, me había esforzado mucho para mantener mi beca, aún faltaban 2 años más de la carrera, eso sin contar con la residencia y todo lo demás, pero no dejaría que eso me venciera, tenía que mantenerme firme y resiliente por Oli.
—Papi ven —Oli movió su manita haciéndome señales para que me acercara, cuando estuve a unos pocos pasos de él, me arrodille para poder escuchar lo que quisiese decirme, más sin embargo, lo que recibí en lugar de palabras fue un húmedo beso en mi cachete —Buena suerte papi.
Y entonces mi pequeño se dio la vuelta entre risas y se fue corriendo, niños quien los entiende, en un minuto no quieren que te vayas y al siguiente te despiden y se olvidan que no querían que te fueras. Tomé mis cosas y salí rápidamente antes de que mi pequeño cambiara de opinión.
Mientras esperaba el bus seguía repasando el contenido de mi libro, repasaba una y otra vez, hasta que sentí un toquecito en mi hombro.
—Tierra llamando a Adán, ¿me copian?
—Cállate Esteban, ¿a qué hora llegaste?
—Hace un momento, y si no quietas tus ojos de ese libro vas a perder el bus.
«¿Que?»
Cuando hice lo que me dijo me di cuenta que efectivamente estaba por perder el bus, Esteban solo tomó mi mano y la jalo para que me despertará, le agradecí, y traté de acomodarme, el bus casi siempre estaba muy lleno a esa hora, y frecuentemente nos tocaba ir de pie, pero parecía ser nuestro día de suerte, en el centro había dos puestos disponibles, y sin pensarlo mucho nos sentamos en ellos.
No solo para seguir estudiando, también para evitar que nos aplastaran entre tanta gente. Los 20 minutos hasta la universidad parecieron ser demasiado cortos, estaba asustado.
—Tranquilo, ya verás que te va a ir muy bien.
—No lo sabes, y si...
—No pienses en eso y mejor cuéntame que nueva travesura hizo el enano —Esteban era uno de los pocos que conocían a Oliver, no me avergonzaba de mi bebé o de haberlo tenido bastante joven, mi pequeño tenía una salud delicada y con todo el asunto de la pandemia no quería ponerlo en riesgo.
—No lo llames enano.
—Es tan pequeño que podría meterlo en mi mochila, ¡y aún tendría mucho espacio!
Sabía lo que estaba tratando de hacer, y sinceramente se lo agradecí, Esteban Martínez se había convertido en mi mejor amigo desde el último año de colegio, vivía a solo un par de cuadras de mi casa, así que lo veía frecuentemente en la parada del bus, también estudiábamos juntos, así que casi siempre donde estaba el uno estaba el otro.
—Como sea —le respondí poniendo los ojos en blanco, Esteban cuidaba mucho de Oli, siempre estaba pendiente de sus chequeos médicos y de que tuviera su medicina. A Oli le gustaba Esteban, aún recuerdo ese vergonzoso momento donde Oli le preguntó a Esteban si este era su padre.
En ese momento lo único que quería era que la tierra se pariese a la mitad y me tragase, ¿Cómo le explicas a un niño pequeño que no tiene papá?
Esteban solo acaricio su cabeza y le dijo que no, pero que le gustaría.
«Le gustaría, ¿Qué quiere decir con eso?»
La situación fue incómoda por unos segundos más, Oliver se fue a seguir jugando con su pelota, mientras Esteban y yo nos quedábamos solos en ese estudio.
—No me molestaría ser el padre de Oliver.
Después de eso Esteban se fue, y yo me quede ahí solo, sin saber que hacer o decir.
—Oye, de nuevo te perdiste en tus pensamientos, ten —Esteban puso una barra de granola en mi mano, y justo en ese momento mi estómago traidor sonó. —Seguramente volviste a salir sin desayunar, vamos cómetelo, aún tenemos 5 minutos antes de tener que entrar en el aula.
El examen de anatomía fue más fácil de lo que esperaba, estaba seguro de que iba a sacar una buena calificación, entregue mi examen y salí a esperar a Esteban, pasaron unos 10 minutos más y yo ya me quería ir, pero le había prometido que iríamos a ver una nueva tienda que Esteban quería. Cuando finalmente salió solo me sonrió y levantó su pulgar.
«Que idiota»
Fuimos a esta nueva tienda y encontré el conejito tejido más bonito que he visto. No pude resistirme a querer comprarlo, y entonces me di cuenta que en los apuros de la mañana había dejado accidentalmente mi billetera, lo estaba devolviendo a su lugar cuando Esteban me lo quito de las manos y lo llevo a la caja.
—¿Hay algún sombrero que haga juego con este? —la chica de la caja saco un sombrero idéntico al que tenía el conejito, y sin pensarlo mucho Esteban lo cogió. —¿Cuánto seria por todo?
Quise detenerlo, pero el solo me miró y dijo.
—Al enano le encantaran.
*Ring ring*