Beta u Omega, eres mío

Huida

La noticia fue impactante, y no sabía como se lo iba a decir a Mateo, después de ese día había estado evitándolo por la vergüenza que sentía, además él y Cristina habían regresado. Y ella había hecho hasta lo imposible para que ellos no estuvieran en la misma habitación sin ella.

Era frustrante, pero no tenía otra opción, tenía que decirle la verdad a Mateo antes de que fuese tarde. Le mande un breve mensaje de texto, no confiaba en mi voz para llamarlo.

—Necesitamos hablar —no habían pasado ni 5 minutos cuando recibí una respuesta.

—Nos vemos en mi casa a las 3 pm.

El resto del día seguí pensando en él, no podía concentrarme en las clases, estaba nervioso y ansioso, quería decirle, y a la vez no quería, temía su respuesta. Las clases finalmente terminaron, y yo me levante para dirigirme a mi casa, necesitaba cambiarme el uniforme antes de ir a la casa de Mateo.

El trayecto fue corto, llegue me cambie y comí, en mi estado no podía saltarme una comida, no sabía como eso podía afectar a mi bebé, me obligue a comer y a las 2:30 pm salí de mi casa, a medida que caminaba repasaba mentalmente las palabras que le iba a decir a Mateo, imaginando las posibles reacciones que este pudiese tener.

*Toc toc*

Desde dentro se escuchó los pasos apresurados de alguien que se acercaba a la puerta, la puerta fue abierta de golpe haciéndome saltar de la impresión, no había esperado ese recibimiento. Y al parecer no era a mí a quien estaba esperando.

—Ha, hola Adán.

—¿Qué clase de recibimiento es ese?

—Lo lamento estaba esperando a Cristina, dijo que tenía algo importante que decirme.

—Que curioso, yo también tengo que hablar de algo muy impor...

—¡Llegue mi Amor! —la voz chillona de Cristina nunca me había gustado, siempre me había parecido hipócrita y molesta.

Y como siempre el idiota de Mateo no se daba cuenta, Mateo la recibió con un fuerte abrazo mientras besaba sus mejillas. Cristina solo reía encantada. El verlos me revolvía el estómago.

—¿De qué querías hablar conmigo cariño?

—¡Estoy embarazada! —Mateo se congeló durante unos segundos hasta que la sonrisa más grande que alguna vez le haya visto tener se apoderó de su rostro.

—¡Eso es maravilloso! ¡Oíste eso Adán voy a ser padre! —al verlo tan entusiasmado por el hijo que iba a tener con esa mujer las palabras se atoraron en mi garganta. —¿Qué querías decirme?

—Después de acabar este año de colegio me voy a mudar de ciudad.

—¿Qué?

—Me dieron una beca en otra ciudad, es un colegio ligado a una universidad, por lo que voy a terminar mi último año allí y pasaré directo a la universidad.

—Eso... me alegro por ti—no estaba mintiendo, en verdad me habían ofrecido una beca, aunque originalmente tenía planeado terminar el colegio en mi ciudad natal y mudarme para ir a la universidad, pero ahora las cosas habían cambiado.

—¡Felicitaciones! Pero seguramente vas a venir a conocer a nuestro hijo, ¿verdad?

—Depende, si la situación cambia o si el niño nace en un momento en el que no pueda viajar no podré conocerlo inmediatamente, pero traté de venir lo más pronto posible.

Y así sin más me fui, dejé ese par en su propio mundo de fantasías por la llegada de su primer hijo. Las lágrimas querían escapar de mis ojos, tenía que salir de ese lugar, faltaba poco más de medio mes para terminar este ciclo escolar, para cuando terminara clases tendría casi 4 meses, para cuando cumpliera los 5 meses ya tendría 17 años.

Los últimos días de clases pasaron como un borrón, a penas si logro recordar algo de lo que había pasado en ese tiempo, me iba a mudar hasta el otro extremo del país, a la casa de mis abuelos maternos, siempre me había llevado bien con mi abuela, y mi abuelo aunque estricto era alguien muy cariñoso. Pero por otro lado...

Las noticias que se escuchaban eran preocupantes, una extraña gripe estaba poniendo en alerta al mundo, se había ordenado el confinamiento, y las clases se realizarían de manera virtual, lo cual fue un gran alivio para mí, la casa de la abuela Rosa y el abuelo José, era grande, ellos solo habían tenido a mi mamá Claudia, y cuando ella y mi papá Rafael se casarón ellos se habían ido de la ciudad.

Desde entonces mis abuelos vivían solos de su jubilación, en su tiempo libre habían creado su propia huerta, y se habían involucrado tanto en la onda verde, que su casa era bastante autosustentable, era el paraíso para cualquier ambientalista.

Ellos me recibieron en su casa, y aunque al principio estaban muy molestos por ser padre tan joven, cuando les explique la situación se enojaron con Mateo, tener su apoyo aliviaba mi corazón, aunque los veía muy poco, los quería mucho y no sabría que haría si los llegase a perder.

Estaba a casi 15 horas de viaje en auto lejos de mi ciudad natal, las clases virtuales fueron un caos al principio, era una modalidad a la que no estábamos acostumbrados, la abuela Rosa se aseguraba de que comiera bien, y todas las mañanas cuidaba de su jardín, me hacía hacer algunos ejercicios para embarazados, y después se enfrascaba en tejer algo bonito para su futuro nieto, las ecografías decían que era un varoncito muy sano.

Las posibilidades de tener una princesita eran escasas al ser sus dos progenitores varones, pero eso no importaba, yo amaría a mí bebé sin importar que fuese. El abuelo José había empezado a preparar la habitación continua a la mía para Oliver, mi hijo, aún no nacía pero ya sentía que lo amaba.

Durante los primeros días, había estado pendiente de las r************* de Mateo y Cristina, estaban entusiasmados por le llegada de su princesa, en todas las fotos se veía tan feliz que hacían que terminara llorando cada vez que las veía, por supuesto que esto no le gusto al abuelo José, el cual me regaño y me prohibió seguir haciendo eso.

Los siguientes meses de mi embarazo los pase rodeado del amor de mi familia, durante ese tiempo había aprendido a tejer para pasar el rato y por que quería hacerle muchas cosas lindas a mi bebé, mi pequeño Oliver sería muy amado y aunque su padre no supiera de su existencia, todos los que lo hacíamos esperábamos ansiosos su llegada.