Aquella llamada seguía resonando en mis oídos, ya era de madrugada y no había podido pegar el ojo en todo la noche, Oliver estaba muy tranquilo, y se había estado portando bien, mi pequeño niño valiente siempre había sido muy inteligente, después de su nacimiento le agarre un gusto especial al tejido, hacer cositas para mi pequeño se sentía tan especial, como ahora que estaba usando un gorrito de osito que le había hecho.
*Ding dong*
No era necesario preguntarse quien era, a esa hora de la mañana el único que podía ser era Esteban, la noche tenía un efecto especial en su cabello n***o, parecía brillar y a la vez absorber la espesa negrura que nos rodeaba.
—Adán, ¿estás listo? —no confiaba en mi voz para contestar, así que solo asentí con la cabeza. —Entonces vámonos.
Esteban tomó mi mano y la apretó suavemente, antes de pedirme que le entregara a Oliver, dude por un momento, no quería separarme de mi bebé.
—Vamos Adán, estas nervioso y preocupado, en ese estado el Oliver se te puede caer. —Oliver, Esteban nunca llamaba a mi bebé por su nombre, siempre le decía el enano, sin importar las veces que le dijese que parara, él no lo hacía.
—Yo... yo... —Esteban volvió a insistir y yo ya no pude negarme, Esteban solo había traído un pequeño bolso consigo, el trayecto a la estación de buses fue corto, y antes de poder darme cuenta ya habíamos emprendido el camino a mi ciudad natal.
—Todo estará bien.
—No puedes saberlo...
—Lo sé, y voy a estar a tu lado, así que tranquilo.
No quería admitirlo, pero las palabras de Esteban me tranquilizaron, su presencia transmitía cierta calma que me llegaba al corazón. El bus estaba casi vacío, decidimos sentarnos al fondo ya que seríamos de los últimos en bajarse, reclinamos un asiento y recostamos a Oliver en el, mientras yo me sentaba a su lado y Esteban en la fila detrás de la nuestra, de este modo nos aseguramos de no molestar a nadie.
No podía dormir, aún estaba preocupado por mis padres, Oliver seguía dormido a mi lado, el verlo tan vulnerable, tan diminuto, y saber que dependía de mí.
El tiempo que había estado despierto por fin apareció atraparme, mis ojos pesaban, pero obstinadamente me negaba a cerrarlos.
—Descansa.
—No puedo dormirme, tengo que estar despierto.
—Yo estoy aquí, puedes dormir, necesitas dormir, no has pegado el ojo desde ayer, si sigues así vas a colapsar y vas a asustar al enano.
—¡Que no lo llames enano!
—No grites que lo vas a despertar, y mejor duérmete.
quise seguir protestando pero antes de darme cuenta ya me había quedado dormido por el cansancio, Esteban tenía razón si Oliver me veía en ese estado se asustaría muchísimo. Tomé la pequeña manita de mi bebé y me acomodé para dormir, la luz en mis ojos me hizo despertar de golpe, durante unos segundos no supe donde estaba, y mi estado de pánico aumento al no ver a mi bebé a mi lado, estaba a punto de empezar a gritar cuando su linda vocecita se escucho detrás de mi.
—Tío Esteban me haces cosquillas, tu barba pica.
«¿Barba? Esteban no tiene barba...»
Al girarme vi a Esteban restregando su barbilla contra la mejilla de Oliver, Oliver reía mientras intentaba alejar a Esteban con sus manos, lo que hacía que Esteban siguiera con más aínco.
—Ya despertaste.
—¡Papi! —levante a Oliver que me pedía un abrazo, al estudiar más el rostro de Esteban, noté ojeras y una insipiente barba.
—El enano se levantó y no queríamos hacerte despertar.
—Papi, el tío y yo hemos estado jugando y mirando por la ventana, ¿en verdad vamos a ir a visitar a los abuelos? —le lancé una mirada extrañada a Esteban, yo no le había dicho nada a Oliver, y quería saber que es lo que Esteban le había dicho.
—Solo le dije que iríamos a visitar a tus papás por vacaciones, después de eso nos pusimos a jugar al veo veo.
Asentí con la cabeza, mientras le decía a mi pequeño lo mucho que lo amaba y lo mucho que sus abuelos lo extrañaban, eso pareció ser suficiente para que Oliver diese por terminado el tema.
—Deberías dormir un poco, yo cuidare de Oliver ahora —Esteban trató de negar que tenía sueño, hasta que un bostezo de cansancio se le escapo, pude ver como su rostro enrojecía debido a la caída de su obvia mentira, después de protestar por un par de minutos se acomodó para poder dormir un poco.
—No tengo sueño —solté una risita antes de que finalmente se quedara dormido, su rostro dormido era muy pacífico, y el ritmo suave y constante de sus respiraciones me indicaban que estaba teniendo un buen sueño.
—Ahora campeón, ¿tienes hambre?
—Estoy bien papi, el tío Esteban me dio un sándwich.
—Necesitas ir al baño o algo.
—Fui poco antes de que te despertaras papi.
—Mi amor, ¿sabes que hora es?
—El tío dijo que eran las 10 de la mañana.
Las 10 am, eso explicaba que Oliver estuviese despierto y ya hubiese comido, Esteban lo había estado cuidando desde las 7 am, Esteban siempre a sido muy confiable.
Nos sentamos juntos al lado de la ventana, mi pequeño me indicaba con su dedito todo aquello que le llamaba la atención o que le gustaba, al medio día el bus se detuvo, íbamos a tener una pausa de una hora, para que pudiésemos comer, ir al baño o hacer lo que quisiésemos.
Estas comodidades no eran para nosotros, eran para el conductor, para que él también pudiese descansar un poco, el clima soleado me ponía de mal humor porque no reflejaba mi anterior tormentoso de ese momento. Sonaba estúpido enojarse con el clima solo por estar soleado y no lluvioso, sabía que era estúpido pero necesitaba algo en que poder descargar mi ira, frustración y miedo.
El resto del viaje fue tan tranquilo como la primera parte, salvo pequeños momentos en los cuales era evidente la joven edad de mi hijo, que se estaba impacientando por ir tanto tiempo en bus. Muchos podrían pensar que era un mocoso maleducado y mimado, pero la verdad era que solo era un niño pequeño al cual habían obligado a estar tranquilo y quieto por casi 15 horas.