El mensaje 2

1051 Words
Después de mandar ese mensaje mis manos seguían temblando y mi corazón estaba errático, podía sentirlo queriendo escapar de mi pecho y como me iba quedando sin aliento. Me negaba a mirar mi celular por temor a lo que pudiera encontrar, de pronto vibró, solo lo hizo una vez, no podía ser una llamada tenía que ser un mensaje, lo había silenciado por lo que no emitía ruido pero para mí parecía que me alarma estuviese soñando a toda potencia en mis oídos, a tal punto que no me dejaba oír mis propios pensamientos. Solo vibró una vez, pero esa única vez hizo que los vellos de mi piel se erizarán, y un sudor frío recorriera mi cuerpo, con las manos aún temblando me acerqué al celular, y mi mirada se clavo en la brillante pantalla. "Niño, nosotros sabemos por lo que están pasando, ¿Qué te hace pensar que pueden negociar con nosotros?" Mi sangre se congeló en mi interior, el nudo en mi estómago empezó a apretarse, y a fallar mi respiración. Entonces, mi teléfono vibró una vez más, las lágrimas de terror querían salir de mis ojos, no sabía que hacer, no podía llamar a mis padres, ellos se enojarían si se enteraban de lo que había hecho. "En todo caso, les voy a ayudar, llámame cuando tengas algo, pero si me entero que intentas engañarme tú y tu familia lo pagarán muy caro. Entendido" Mi alma regresó a mi cuerpo, y sin pensarlo 2 veces le contesté enseguida. "No lo haremos, gracias, en cuanto tengamos algo te llamaremos enseguida" Eso hizo que mi corazón latiera como loco, pero al mismo tiempo una pequeña chispa de esperanza empezó a surgir, tenía algunos ahorros, podía darle algo como una muestra de buena fé, tenía que contárselo a mis padres, levanté mi vista y el reloj marcaba la 1 am, no podia creerlo, yo había sentido que ya habían pasado al menos una 3 horas, pero en realidad no había pasado ni una, parece ser que el tiempo si es relativo. Tomé a mi pequeño contra mi pecho, no podía dejar que nada le pasara, y así entre lágrimas de alivio perdí la consciencia, cuando desperté mi pequeño estaba aún profundamente dormido, quería abrazarlo, y no podía moverme, con lentitud me levanté de la cama al oír las voces que provenían de afuera. Mi mano aún temblaba un poco al tomar el pomo de la puerta, al no fijarme por donde iba me di de lleno contra el pecho de Esteban, perdiendo el equilibrio, estaba listo para estamparme contra el suelo, pero antes de caer los fuertes brazos de Esteban rodearon mi cintura ayudándome a recobraron el equilibrio. —¿Estás bien? —ahí parado frente a mi estaba Esteban, no parecía estar nervioso por la posición en la que nos encontrábamos. —Sí, no te preocupes, no veía por donde iba —Esteban no contestó, solo asintió lentamente con su cabeza, aún sin soltarme. Las risas habían parado hace un rato, junto con las otras voces que se escuchaban de fondo, al principio temía por quién pudiste estar ahí, pero luego me di cuenta que probablemente solo eran mis padres. Oliver seguía recostado en la cama, su respiración era tranquila y parecía que no se había dado cuenta de lo que había pasado. Todo estaba bien. —Ven, tu mamá ya preparó el desayuno —no pude ni siquiera contestar antes de que Esteban empezara a jalarme suavemente de la manga de mi piyama. Mis papás estaban en el comedor, ambos se veían mejor que la noche anterior, estaban claramente más tranquilos y relajados, las tenues sonrisas crecieron al verme llegar, ninguno de los dos estaban preocupados o asustados, y eso me aterraba, había estado ciego a tantas cosas que al ver como podían mostrar rostros tan sonrientes y felices, cuando la noche anterior se veían como que el mundo se les estaba viniendo encima me hacía preguntarme, ¿Cuántas cosas había estado pasando por alto? —Buenos días cariño —mamá se veía tan calmada que estremecía mi corazón, solo pude contestarle con un murmullo, papá solo me hacía señas para que me sentara junto a él. El desayuno pasó entre conversaciones tranquilas y mundanas, si no supiera lo que estaba pasando podría creer que ninguno de ellos tenía un problemas más grande que alguna multa de tránsito, quería decir algo, y al mismo tiempo quería aferrarme a esa sensación de calidez. Una hora después mamá y papá se fueron a trabajar, quedándonos solo Esteban, Oliver y yo en casa, tenía que ir al banco, no tenía mucho en mis ahorros, pero podía ser un inicio, podía mostrarles que tenemos la voluntad de pagarles y tal vez nos den un respiro. —¿A donde quieres ir? —¿Qué? —que, ¿A dónde quieres ir? es obvio que quieres ir a algún lado, y no sabes que hacer. —Yo... —Qué te parece si damos una vuelta por el parque, recuerdo que dijiste que había unos muy popular en la zona. —El parque de la laguna del paraíso es realmente hermoso, y esta cerca de un centro comercial. —Entonces vamos, sirve que te despejes un poco, necesitas salir de tu cabeza. El paseo por el parque fue igual a como lo recordaba, Esteban llevó a Oliver a todos los juegos mientras yo los veía a la distancia, en algún punto de la tarde me uní a ellos, las risas de mi bebé sonaban claras en mis oídos, y eso ayudó a cimentar mi resolución, esta noche hablaría con mis padres y les ofrecería mis ahorros, sé que ellos probablemente traten de negarse, pero quería poder ayudarles de algún modo, y no podíamos quedarle mal al cobrador, no sabíamos de que podía ser capaz ahora que nos había dado una oportunidad. El parque estaba relativamente cerca de la casa, así que habíamos ido a pie, después de jugar durante tantas horas, Oliver había caído rendido y actualmente estaba siendo cargado por Esteban, Esteban y yo fuimos compartiendo una charla amena, sin percatarnos de nuestro entorno, así que ninguno de nosotros notó el carro rojo que se había estacionado a unos metros de nosotros, y cuyo conductor parecía no poder quitarnos los ojos de encima.
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