Al regresar a casa mi corazón se sintió más ligero, habíamos pasado casi todo el día en el parque, Oliver se había divertido mucho y no había dejado de sonreír en todo momento.
El parque era tal como lo recordaba, Oliver no había querido irse en todo el día, habíamos comido tengo una pequeña hueca que solía frecuentar, Y después de comer habíamos regresado una vez más al parque, tenía que hablar esa noche con mis padres, les ofrecería mis ahorros para el primer abono, en el banco tenía unos 500 dólares, no era tanto a comparación de la deuda, pero era algo por lo que empezar.
Acabo de las dos horas de nuestro regreso alguien había tocado la puerta, me acerqué abrir creyendo que eran mis padres que tal vez habían olvidado las llaves, pero no me sentía preparado para encontrarme a la persona que había llegado.
Parado frente a la puerta y sin mover un músculo se encontraba Mateo, aparte de la incipiente barba que se había dejado crecer seguir prácticamente igual a la última vez que lo había visto.
—Hola, cuánto tiempo sin vernos —la sonrisa nerviosa de Mateo seguía siendo la misma, antes de que pudiese decir algo más intenté cerrarle la puerta en la cara, la palabra clave es intentar, por que Mateo rápidamente me lo impidió usando su fuerza. Siempre había sido mucho más fuerte que yo al ser un alfa.
—Largo —no quería verlo, no quería saber nada de él.
—Por favor, tenemos que hablar.
—No tenemos nada de que hablar.
—¡Claro que sí! Un día simplemente empezaste a ignorarme, necesito respuestas, ¡tienes que decírmelo!
—No tengo que decirte nada, ahora lárgate —seguimos forcejeando en la puerta durante un par de minutos.
—Por favo...
—Adán, ¿todo esta bien? —las palabras de Mateo fueron interrumpidas por la inesperada llegada de Esteban.
Nuestros gritos parecieron llamar la atención de Esteban, ya que al cabo de unos segundos él apareció, Mateo se detuvo su forcejo, cambiando su expresión al instante, pasando rápidamente de la sorpresa a la ira.
—¡¿Quién demonios eres?! —gritó Mateo mientras enseñaba los colmillos amenazante.
—No es tu problema, ahora !lárgate! —si cree que es el único que puede mostrar los colmillos está muy equivocado.
—Tenemos que hablar.
—No tenemos nada de que hablar, solo vete no quiero saber nada de ti.
—Ya lo escuchaste, solo vete no sé quien seas, pero Adán no quiere verte aquí.
—¡Soy su mejor amigo!
—¡No hemos hablado en más de cuatro años!
—Ya lo oiste, ahora vete.
—Tú no te metas, esto es entre Adán y yo —Mateo regresó su vista a mí, tratando de ignorar las palabras de Esteban, y con una voz suave me dijo —Es de eso de lo que tenemos que hablar, un día simplemente me sacaste de tu vida sin ninguna explicación, tus padres tampoco han querido decirme nada, por favor tenemos que hablar.
—Ya te dije que no tengo nad...
—Papi —la voz de Oliver se escucho como un murmullo, mientras se acercaba y se asomaba detrás de una pared. Al regresar mi mirada al frente me encontré con un muro de músculos que me impedían ver directamente a Mateo, Esteban se había movido pero al parecer no había sido lo suficientemente rápido.
Mateo logró ver por un instante a mi bebé, esperaba que volviese a gritar nuevamente, pero se quedó en shock sin saber que decir, solo boqueaba como un pez fuera del agua, su cara se veía tan tonta que solo quería reírme de él, respiré profundamente y solo traté de ignorarlo.
—¿Quién es él?
—No es tu problema —antes de poder decir algo Esteban ya le había contestado.
—¿Quién es ese señor que grita tanto? ¿Está tratando de hacerte daño?
—Es un viejo amigo pero ya se tiene que ir, y tú campeón debes ir a darte un baño antes de merendar —Mateo finalmente captó la indirecta y se marchó, no sin antes afirmar que volvería. Esteban no dijo nada, solo estaba ahí como mi apoyo, él sabía a grandes rasgos lo que había pasado, y nunca me había presionado para que le contara todo.
La merienda de esa noche paso sin mayores contratiempos, Oliver estaba tan cansado que casi al instante se había quedado dormido profundamente. Ahora venía lo complicado, tenía que hablar con mis padres sobre el cobrador y mis ahorros, la conversación fue tan bien como lo había imaginado, mis padres me reclamaron por actuar a sus espaldas, se negaban a tomar mis ahorros e incluso Esteban se había ofrecido a prestarnos un poco de dinero, a lo cual tanto mis padres como yo nos negamos.
Después de mucho discutir, finalmente aceptaron usar los 500 dólares que tenía guardados, esa misma noche les llamamos, nos dieron un número de cuenta y les transferimos el dinero, por fortuna era del mismo banco así que la transferencia se hizo en un instante, ¡incluso nos dijeron que al día siguiente nos darían un recibo por el primer abono!
Ver como abajo de la foto del recibo estaba escrito saldo pendiente 9 500 dólares, hacía que mi corazón latiera de emoción, pero esa felicidad no duro mucho, casi al mismo instante que el cobrador me envió esa foto, me llegó una más, "mañana estaré ahí, tenemos que hablar"
Mateo era tan terco, siempre había sido así, no sabía cómo había conseguido mi nuevo número de teléfono, alguno de nuestros amigos en común debió dárselo. No podía culparlos, jamás les conté lo que había pasado entre nosotros, hasta ahora nunca le había contado a nadie a detalle lo que ocurrió ese día.
Apreté a mi pequeño contra mi pecho, sin querer aflojarlo, cerré mis ojos en un intento de ignorar al mundo entero, no estaba funcionando, hasta que sentí una cálida mano que revolvía mi cabello.
"Tranquilo, yo estoy aquí"
Parecía decir su toque, y eso fue suficiente para que mi corazón se calmara un poco. El día siguiente podría ser uno de los más difíciles de mi vida.