La mañana llegó, y desperté con la esperanza de ver las regordetas mejillas de mi bebé a primera hora de la mañana. Sin embargo, mi bebé no estaba a mi lado, y no podía oír su voz.
De un brinco ya estaba enfrente de la puerta, al abrirla tuve un dejavú, de nueva cuenta choque contra el pecho de Esteban, parecía que esta era una de las formas preferidas de mi cuerpo para encontrarme con él.
—Venía a ver como estabas, ayer estabas muy angustiado.
—No sé que voy a hacer cuando vea a Mateo, no he hablado con él en años.
—Tranquilo, yo estaré aquí contigo.
—¡No!
—¿Qué?
—No puedes quedarte, tienes que llevar a mi bebé a un lugar seguro.
—No creo que él le vaya a hace daño.
—Yo tampoco, pero no quiero que mi pequeño escuche todos los gritos —no podía permitir que mi hijo estuviese expuesto a algo que podía traumatizarlo, Mateo no solía ser físicamente violento, o al menos no lo era en el pasado y deseaba que eso no hubiese cambiado.
Esteban parecía inseguro aún así asintió lentamente con la cabeza, como si estuviera esperando que cambiase de opinión de último minuto.
*Ding dong*
El sonido del timbre acalló cualquier discusión posible, no sabía si sentirme aliviado o no, cuando abrí la puerta el rostro de un total desconocido estuvo frente a mí, no dijo nada, solo sacó un papel de su bolsillo me lo entregó y se retiró sin más.
Cerré la puerta, pero un nuevo toque me detuvo de inmediato, me giré sin más, seguramente era esa misma persona de antes, debió olvidarse de algo.
—Mateo —grande fue mi sorpresa al encontrarme con Mateo, sé que había dicho que vendría hoy, pero no lo esperaba tan pronto, Oliver aún estaba en la cocina con mis padres —¿Qué haces aquí?
—Te dije que vendría.
—Sabes que no me refiero a eso, ¿Qué quieres aquí? —me paré en el marco de la puerta con los brazos cruzados en un claro intento de impedirle el paso.
—No quiero pelear, solo quiero hablar — siguió insistiendo.
Pude ver las caras de algunos de mis vecinos asomándose por sus ventanas. Tenía que tomar una decisión rápido y tenía que ser ahora. No podía exponer a mi bebé a ningún peligro, soltando un suspiro, le mandé un mensaje a Esteban para que se llevara a Oliver por la otra puerta. No me movió de la entrada principal hasta revivir un mensaje de confirmación.
No habían pasado ni cinco minutos y ya me estaba arrepintiendo de dejar entrar a Mateo, desde aquel día algo en estar cerca de él me repugnaba, no sabía que era, si era quizás su rostro o talvez su olor que siempre estaba rodeado del de la insufrible de Cristina. Sea lo que fuese lo único que deseaba era que se fuera de mi casa de una vez, pero aún así no podía simplemente echarlo.
Había algo diferente Mateo no sabría decir que era sólo era… diferente
—Es bueno verte
—No puedo decir lo mismo
—Sabes … dentro de poco me voy a casar con Cristina y me gustaría que estuvieras ahí, siempre ha sido como un hermano para mí.
—Creí que ustedes ya se habían casado, ya sabes por todo eso del bebé —le dije moviendo mi mano, como quitándole importancia al asunto.
—Cristina perdió a nuestro hijo y en verdad te necesitaba en ese momento. En mi interior sabía que el no quería recriminarme. Pero…
Las palabras se atoraron en mi garganta, no sabía qué decirle, el solo imaginar perder a Oliver hacía que mi corazón se sintiera pesado.
Antes de poder decir algo, la voz de Mateo me interrumpió, su voz se oía un poco quebrada, sin duda hablar de su hijo fallecido debe ser muy duro para él.
Mateo siempre había soñado con tener una gran familia, la perdida de ese bebé debió ser devastadora para él, a pesar de todo él seguía teniendo un lugar en mi corazón, no sabía que decir o hacer, y la presión en mi corazón al saber que yo le había hecho recordar uno de los momentos que debieron ser los más duros no hacía más que crecer.
—Yo…
—Para, tú no tienes la culpa, solo quiero entender.
—Pasaron muchas cosas de golpe, y yo solo… tenía que salir de aquí.
—Eso puedo entenderlo, solo… ¿por qué me eliminaste de tu vida? Habíamos sido amigos desde la infancia, entonces… ¿por qué?
—…Me enlace.
—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible eres un beta!
—Lo ves, por eso no quería decirlo —oírlo negar con tanta fuerza la posibilidad de que me hubiese enlazado me dolía.
—Es… solo… los betas no pueden enlazarse, no a menos que se unen a un alfa dominante, y somos escasos —bueno eso era verdad, solo había conocido a dos en toda mi vida, pero antes de poder decir algo más una voz familiar nos interrumpió.
—No lo somos tanto como pareces creer —La fría voz de Esteban nos llegó desde la puerta principal, traía entre sus brazos a un Oliver dormido —lamento interrumpir pero el peque se quedó dormido, lo dejaré en su cama y vengo enseguida.
— No tienes que venir… — empezó a hablar Mateo levantándose de golpe, apenas di un parpadeo y él ya estaba a pocos centímetros de Esteban.
—¡Mateo! —mi grito desesperado lo hizo tenerse de golpe, Esteban aún tenía a Oliver en sus brazos, y ese idiota.
—¿Quién es?
—Él es Esteban.
—Es un bonito nombre.
—Gracias, ya sabía que mi nombre es magnífico —por Dios, la estúpida sonrisa de Esteban me estaba molestando incluso a mí.
—¿Qué?
*Ja ja ja*
La risa fue lo que sin duda le dijo a Mateo lo que estaba pasando.
—Quería saber el nombre del niño, no el tuyo, y por cierto, ¿y quién eres tú?
—Ya sabes mi nombre, soy…
—Es mi alfa.