Nick Emma terminó de tomar su té, mientras veía un poco de televisión. La miré fijamente queriendo hablar del tema del beso, pero quité mi mirada de ella cuando mi celular sonó. —¿Sí? —era mi papá, dándome malas noticias. — Entiendo. Sí, estaré allá en unas horas. Colgué, sintiendo un nudo en mi garganta. —¿Todo bien? —Su dulce y agripada voz hizo que la mirara. — Te ves triste, Nick. Sus ojos soñolientos y cabello despeinado le daban un toque de frescura, pero también de enferma. Noté que todavía no estaba bien. —No creo que debas salir así, quédate aquí —le contesté, evadiendo su pregunta. Ella caminó sin dejar de verme ni por un segundo, hasta que se sentó en una de las sillas de la isla. —No respondiste —suspiró, soltando un bostezo. — ¿Qué pasa? Tomé su último sorbo del