(William)
Me quité los zapatos y realicé un pedido por la línea telefónica de la habitación; esto era como un hotel, así que bocadillos y Shipwrecked Champagne sería lo que llegaría en algunos minutos. Tocaron la puerta, a pesar de que estaba ansioso, avancé a paso normal para que no se notara mi desesperación. No pude contenerme, una sonrisa se apoderó de mi rostro, ahí estaba la dueña de esa piel chocolatosa, dos ojos color miel, el cabello liso y un cuerpo espectacular.
Me dio una sonrisa un tanto tímida y abrí la puerta totalmente.
-Pasa – entró sin decir nada. Cerré la puerta mientras admiraba de nuevo su parte trasera. –¿Cómo te llamas? –Pregunté y ella volteó quedando frente a mí.
-Alicia – me perdí en sus ojos, una mirada suave, cargada de cierta inseguridad. Volvieron a tocar la puerta. –Siéntate por favor – le pedí y fui a abrir, para que la chica dejara el pedido que había realizado con anterioridad.
–¿Cuántos años tienes? -Retomé la conversación.
-19 – respondió de la misma forma, simple y cortante, mientras continuaba parada.
-No hablas mucho, ¡eh! – dije con burla.
-Lo siento… es sólo que… no sé, imaginé que serías diferente – caminé lentamente hacia ella.
-¿Cómo creíste que sería? –Pregunté con cautela, porque pude notar que al acortar la distancia, ella se puso un poco nerviosa.
-No sé… creí que no serías… amable – aceptó.
-¿Y no te gusta? –Agachó la mirada. Yo ya estaba frente a ella y tomé su mentón elevando su rostro, esperando la respuesta.
Sus ojos se quedaron fijos en los míos. -Sí, me gusta – entonces pude notar cómo el deseo en su mirada se formó.
-¿Te puedo besar? –No tenía la menor idea de por qué pregunté, estaba pagando por ella, así que podía tomarla cómo yo quisiera, en el momento que fuera, y mi m*****o ya estaba listo para eso.
Hizo un leve movimiento de cabeza, asintiendo. Rápidamente pasé una de mis manos por su cintura, atrayéndola suavemente hacia mí, y con la otra mano tomé su mejilla. Uní mis labios a los de ella y su inexperiencia al instante fue notoria. Iría lento, por primera vez en mi vida iría lento. Invadí con mi lengua su boca, queriendo llegar hasta el rincón más profundo, la exploré saboreando el fluido persistente. Nuestras respiraciones comenzaron a acelerarse, se estaba dejando llevar, y eso me encantó. Mi boca ahogó ligeros gemidos que escapaban de su garganta y la pegué más a mi cuerpo, sus brazos ya me rodeaban por el cuello. Intenté tranquilizarme, estaba a punto de dejarme llevar por el deseo, desvestirla y penetrarla salvajemente; pero no quería arruinar la manera en la que se estaba entregando a mí. Entonces la idea se instaló en mi mente: se estaba entregando a mí, sería mía… La aparté de golpe.
-¿Sucede algo? –Sus ojos amarillos cuestionaron deseosos, suplicando por más y la volví a besar, olvidándome de la anterior idea.
Deslicé sutilmente mis manos por su cuerpo, recorriendo cada curva encontré el cierre del vestido y lo bajé despacio. Abandoné sus labios, para continuar besando su mejilla y ella inclinó su rostro, dándome acceso a su cuello, que no dudé en probar, y mientras respiraba inhalé su dulce aroma a vainilla. Moví los tirantes de su vestido, que provocaron que este cayera completamente al suelo. La alejé un poco de mi cuerpo, permitiéndome contemplarla en ropa interior, y sin saber que era posible sentí a mi pene tensarse más. La cargué para llevarla a la cama, la recosté, y sin querer perder más tiempo le quité la ropa interior, abrí sus piernas y la observé completamente: sus ojos intensos en los míos, sonrojada, mordiéndose el labio inferior, sus pechos redondos, estaba completamente depilada, sin dejar nada a la imaginación, totalmente expuesta para mí. Me abalancé para probarla, desesperado introduje mi lengua, saboreando el líquido que de ella emanaba, me pareció delicioso; jugué con su clítoris y la escuché jadear de placer, la tomé firme por sus nalgas, atrayéndola más, estaba arqueada por completo, gimiendo.
-¡Oh! ¡Por Dios! –Distinguí entre sus gemidos. Sentí su clítoris palpitando y más líquido salió de ella, la había hecho alcanzar el orgasmo.
Me apresuré a desvestirme en lo que ella se reponía, sin más contratiempos me coloqué el condón y volví a colocarme entre sus piernas. Mi falo se deslizaba de tanta lubricación, por lo que tuve que tomarlo firme buscando la fuente del líquido, cuando di con ella, solo el glande entraba y con un poco de dificultad. Había tenido sexo con chicas muy estrechas, pero no había batallado tanto como con Alicia. Entraba y salía solo con el glande, despacio; a ella le gustaba, podía saberlo por su expresión de placer, pero la estimulación estaba torturándome, tenía que entrar por completo. La tomé de las caderas y me empujé con fuerza, hundiéndome completamente. ¡Mía! ¡Ya era mía! Me sacudí de nuevo la idea.
La escuché quejarse, tal vez un grito de dolor y me quedé inmóvil, para que su cuerpo se adaptara. –¡Sshhh!! Va a pasar hermosa –pasé mi mano por su mejilla, y en ese momento su expresión era de incomodidad. Por lo que sólo hice suaves movimientos sobre ella, a pesar de estar demasiado excitado. Era la misma sensación cálida que había probado tantas veces, pero la diferencia era que este lugar me estrangulaba. Poco a poco su expresión cambió de nuevo, le estaba gustando y tenía que aprovecharlo. Salí y entré, jadeó. Salí y entré, una y otra vez. Ambos comenzamos a disfrutarlo en sintonía, sus manos apretaron mi espalda y levantó ligeramente su cadera.
-¡Oh! ¿Otra vez? –Dijo entre dientes y entendí que estaba alcanzando el clímax. La tomé de nuevo por las caderas y aceleré, en velocidad y fuerza, mantuve mi vista en ella que desbordaba placer, algo que sólo yo le había dado, ¡era mía! Y exploté.