Siete

1018 Words
**William** -¡Fred! ¡Ven, mi buen amigo! –El borracho de Edward lo llamó. -¿Qué puedo hacer por ustedes? –Preguntó Fred con la amabilidad que lo caracterizaba. -¿Tú puedes conseguirle una mujer virgen a Will? –Edward atrevidamente cuestionó. -¡Eres un idiota Edward! –Le dije entre risas, efectos del alcohol que corría por mi sistema. Entonces, Fred dirigió su mirada dubitativa a mí. -Por favor, lo acabas de decir, nunca has estado con una – me echó en cara con sorna mi amigo. -¡Y no lo necesito! –Respondí un poco más serio, por algún motivo la manera en lo que lo dijo me molestó. -¡Es sólo por la experiencia! –Insistió Edward, aún entre risas. -¡Está bien! ¡Pero tú te tirarás en paracaídas conmigo! –Retomé mi actitud relajada, ya que si quería obligarme, el también haría algo que no deseaba. -¡Una cosa no tiene que ver con la otra! –Edward me recriminó ofendido. -¡Es solo por la experiencia! –Le devolví el comentario, por lo que Edward soltó una carcajada, otorgándome la victoria. -¡Trato! –Me extendió la mano, y se la estreché con fuerza para hacer válido el acuerdo. Dirigimos nuestra vista a Fred, que nos veía como a un par de adolescentes inmaduros. –Y bien, ¿puedes conseguirla? –Le preguntó Edward de nuevo a Fred. -¡Claro! ¿Algún gusto en particular? –Su pregunta fue con genuino interés. -¡Sorpréndelo! –Edward seguía con su tono de burla, por lo que sólo lo miré con fastidio. -Confió en tu buen gusto Fred – le dije con seguridad. Hace un par de años, cuando habíamos ampliado las fronteras del mercado automotriz hacia Ciudad Ómicron, dimos con el club de Fred. Era un lugar genial, donde encontrabas todo tipo de chicas, alcohol y drogas, si así lo deseabas. Fred era un tipo discreto y cuidadoso, le había dado un giro exclusivo, por lo que entrar a ese lugar era considerado un prestigio. Salimos de la casona al amanecer, después de suplir nuestra necesidad corpórea de alcohol y sexo. Al día siguiente, después de haber dormido en sobremanera, para recuperarnos físicamente, el acuerdo no pareció tan divertido; pero, Edward no se retractó y juntos hicimos paracaidismo. La propuesta de los diseños de la nueva línea de autos, fue desgastante y abrumadora. El viaje que habíamos planeado para una semana, se había convertido en un mes, en el que Edward no perdía oportunidad para insistir en el asunto de la virgen, aun cuando lo había retrasado con la excusa de la carga de trabajo; pero cuando Fred me avisó que la tenía, ya no puede evitarlo. El sábado por la noche, tomé el Lotus deportivo n***o para dirigirme a la casona, debo admitir, nervioso. Preguntándome, ¿qué clase de chica me habrían conseguido? ¿Qué clase de chica se vendería a un total desconocido para desvirgarla? Sería loca, tímida… Me sacudí ante los pensamientos, no ayudaban en nada. Me bajé del auto y justo cuando me giré en dirección a la entrada principal, vi la belleza exótica y descomunal que en mi vida había visto. Un cuerpo voluptuoso, que el vestido que usaba te incitaba a usar tu imaginación; pero lo que la hacía única, era su manera naturalmente coqueta de caminar, su piel chocolatosa, contrastando con sus ojos semejantes a dos astros brillando en la noche. No podía apartar mi mirada ante su belleza. Cuando la vi voltear a verme, sonreí con placer, triunfante, también había llamado su atención. La vi perderse en el salón de baile, deseé poder seguirla, hablar con ella y porque no, pagar por tener sexo; a fin de cuentas, así era en ese lugar. Pero yo ya tenía una compañera asignada y Fred esperaba por mí. -¡Buenas noches Fred! –Saludé extendiéndole la mano. -Buenas noches William, ¿quieres algo de beber? –Me ofreció mientras estrechaba mi mano. -Un whisky por favor – solicité y Jack, que siempre acompañaba a Fred, se dispuso a servirnos. –Dime, ¿cuánto me va a costar esta experiencia? – -Siempre tan desesperado. ¿No quieres preguntar cómo es? –Me dijo con diversión. -No, en cuestión de minutos la voy a conocer – dije con obviedad. Extendió su brazo con la llave en la mano. –La habitación que siempre utilizas. ¿Quieres que te alcance allá o la mando traer aquí? –Preguntó ya más serio. -Qué la lleven a la habitación. Pero tanto misterio no me da buena impresión, ¿cuánto me va a costar? –Ya conocía a Fred, y aunque las mujeres en ese lugar valían cada centavo, uno tenía que irse con cuidado cuando se trataba de negociar con él. -17 mil grandes – al fin dio el monto. No reaccioné a pesar de que me pareció alto el precio. -La noche – dije seguro. -No – se sonrió de nuevo divertido. –Cuatro horas. – -¡Por supuesto que no! ¡La noche! Vamos Fred, la conseguiste solo para mí, además vengo con frecuencia – quería negociarlo. No conocía a la chica en cuestión, tal vez a la hora la dejaría tirada en la habitación, y saldría en busca de la belleza exótica; pero 17 mil era demasiado dinero como para solo cuatro horas, tenía que hacer que valiera la pena. Lo vi recargarse en su silla ejecutiva, pensativo por algunos segundos. -¡De acuerdo! Pero te quiero afuera mañana a las 8 de la mañana. Está totalmente limpia, hizo los exámenes médicos – me puse de pie. -No sé por qué siento que esto es un fraude – lo escuché carcajearse, mientras yo caminaba a la salida. –La estaré esperando – y salí con dirección a la habitación. Subí por las glamurosas escaleras de la casona, el segundo piso estaba silencioso, como de costumbre; un largo pasillo con luz tenue tenía las puertas hacia las habitaciones, y caminé con dirección a la mía.
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