Dos

1047 Words
(Alicia) Los pocos días para el viernes pasaron rápido, tratamos de vender lo poco que teníamos y llevar aunque fuera un poco de dinero, ya que era un viaje totalmente hacia lo desconocido. Vanesa, me había dicho el nombre de los dos hombres que se encontraban en la habitación aquel día, pero no podía recordarlos, por algún motivo mi cerebro los bloqueó por completo. No obstante, ahí estaban de nuevo, el esquelético y el enfermo, que no me quitaba la mirada de encima. Era de madrugada, éramos 15 chicas contándonos a Vanesa y a mí, que estábamos en el conocido terreno baldío. -¡Escuchen bien! Les explicaré todo en este momento, porque tenemos que actuar rápido y no habrá tiempo más adelante. Serán 24 horas de viaje en este camión – dijo el esquelético, mientras se fumaba un cigarrillo. –Llegaremos a un lugar cerca de las vías del tren, y tendrán que subirse al vagón que yo les voy a indicar, lo más rápido que puedan; si alguna de ustedes se llega a quedar por cualquier motivo, será abandonada en el lugar. Viajarán en tren por 36 horas más y cuando el vagón abra su puerta, yo estaré ahí para indicarles hacia dónde tienen que correr, ¿entendieron? –Todas asentimos y una que otra afirmó con la voz. Vanesa y yo llevábamos una mochila cada una, con chocolates y sándwiches para el camino; pero algunas no llevaban nada, y era comprensible, vivir en una ciudad reconocida por la pobreza extrema de ciertos sectores, era lo que hacía que las personas buscaran salir de ella como diera lugar. Nos subieron a un camión con caja de refrigeración, había algunas bolsas de comida empaquetada y obviamente hacía frío. Nos dieron algunas cobijas, como pudimos nos acomodamos, tratando de producir calor entre nosotras. Sin lugar a dudas, sería un viaje demasiado largo y tedioso. Los segundos parecían eternos, teníamos tan solo dos horas de haber subido al camión y muchas de nosotras ya estábamos desesperadas, con hambre y demasiado frío. Comenzamos a platicar, a jugar, a comer, dormir; con el fin de que el tiempo pasara más rápido, para algunas dio resultado, pero para otras simplemente nada funcionaba. -¿Vanesa?–Su rostro comenzaba a palidecer y sus labios a ponerse morados, me preocupé al instante, ya que para personas con nuestro color de piel, era algo extraño palidecer. Hacía un buen rato que estaba titiritando y había guardado silencio. –¿Vanesa? –La volví a llamar y moverla para intentar despertarla. Abrió los ojos un poco y me sonrió como pudo. Me recosté a un lado de ella, abrazándola y compartiendo la manta, intenté frotar con mis manos todo su cuerpo para generarle calor y funcionó. –Intenta mover las piernas – le pedí, mientras pude detallar que cada vez lo hacía con mayor facilidad. Justo cuando parecía estar retomando totalmente su color, la puerta del camión se abrió y el sujeto esquelético apareció. -¡Rápido! –Ordenó. Como pude me puse de pie, me colgué la mochila y ayudé a Vanesa. Bajamos del camión, aunque el hombre nos ayudó, seguíamos trastabillando, pero ni siquiera había tiempo para eso, nos obligó a correr. Nos mostró el vagón, y por una pequeña abertura, comenzamos a subir. Aún estaban algunas luchando por entrar, cuando lentamente se sintió que el vagón se movió. ¡El tren estaba avanzando! No fuimos lo suficientemente rápidas, dos chicas se había quedado atrás; vi como una de ellas cayó a un lado del tren y la otra, por un tramo había quedado colgada de la puerta, luchando por entrar; aun cuando una de nosotras la jalaba, finalmente la fuerza las venció, y también cayó con el tren en movimiento. Algunas gritaban, otras lloraban ante la desesperación y la impotencia, pero ya nada podíamos hacer; ese viaje era una apuesta, y éramos conscientes del riesgo que significaba tomarlo. Una de las chicas no paraba de llorar y me acerqué para tratar de calmarla. -No se levantó – dijo en un susurro y entre sollozos. -¿Quién no se levantó? –La abracé, mientras mis manos acariciaban su espalda. -Jenny… estaba… fría… ya no… ya no se movía… -Levantó la mirada, transmitiéndome su tristeza y angustia; entonces lo supe, Jenny murió en aquel camión de refrigeración. Volteé a ver a mi alrededor para contarnos y solo quedábamos 9. El camino en el tren fue un poco más agradable físicamente, porque mentalmente casi todas estábamos devastadas. Me quedé dormida, con Vanesa en mis piernas, tuve un sueño que podía catalogar como pesadilla. Recuerdos mezclados, ansiedad y dolor que sentí de nuevo tan vívidos. -¡Alicia! –Sentí a Vanesa moviéndome bruscamente, sacándome del sueño, lo cual agradecí en silencio. El tren se había detenido por completo, tomé la mochila y me puse de pie. Tan solo un par de minutos después, la puerta se abrió completamente, dejando ver al conocido sujeto esquelético con el que comenzamos el viaje. -¡Rápido! ¡Corran! –Gritó con autoridad, con un brazo extendido en dirección a un lugar boscoso. Vanesa, me tomó de la mano y salimos corriendo hacia el lugar señalado. La luz de la luna era quien iluminaba nuestro camino; tenía sentimientos encontrados: por un lado, el temor de que algo malo pasara, me hacía contemplar el lugar como un lugar terrorífico, propio de una película de horror; pero por otro lado, la alegría de saber que pronto el viaje terminaría. Al menos una parte de él, porque a decir verdad, faltaba mucho por desarrollarse. Llegamos a los primeros árboles que habíamos visto de lejos, y escuchamos unos relinchidos a cierta distancia. Nos quedamos inmóviles detrás de los árboles, cuando una luz se hizo tenuemente visible en la lejanía. -¡Sigan la luz! –El sujeto esquelético gritó detrás de nosotras. Tardamos en reaccionar y él ya nos había pasado de largo. –¡No se retrasen, o serán abandonadas aquí! –Vanesa volvió a tomarme de la mano, para correr tan rápido como nos era posible. Una carreta con caballos fue develada, el hombre esquelético fue el primero en subir. –¡Rápido! –Fuimos subiendo de una por una, con la respiración entrecortada y el corazón latiendo intempestivamente.
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