Uno

871 Words
**Alicia** La mirada lasciva con la que me recorrió el hombre sentado en el sillón, me hizo estremecer. La incomodidad de saber que al menos en su mente yo ya estaba completamente desnuda, me mantuvo con la cabeza agachada y el corazón latiendo a gran velocidad. Aunque le temiera, la incógnita se instaló en mi mente, tal vez era cuestión de esperar unos minutos más, para que ese hombre fuera quien me desvirgara. -¿Entonces eres virgen? –Preguntó fríamente el sujeto de apariencia esquelética detrás del escritorio, y le dio una calada al cigarrillo. -Sí – traté de escucharme segura, pero mi voz salió en un hilo. -Sabes que para pagar la deuda que vas a adquirir, tendrás que trabajar de prostituta, ¿cierto? –Volvió a preguntar, pero con un tono de burla y una sonrisa maliciosa. -Sí – mantuve mi cabeza agachada. Podía sentir ambas miradas sobre mí, pero la más intensa y penetrante era la del hombre en el sillón, por lo que la evité a toda costa. -Quítate la ropa – dijo el sujeto tras el escritorio. Levanté la mirada por unos instantes, lo vi abrir un cajón y sacar una cámara instantánea del mismo, mientras que al otro tipo se le dibujó una sonrisa de satisfacción. Apreté los ojos lo más fuerte que pude y comencé a desnudarme. Millones de pensamientos pasaron por mi mente: recuerdos de mi infancia, las tragedias de mi vida y los pocos momentos felices con mi familia; pero si quería salir de aquella situación, debía hacer lo necesario. –Acércate un poco y baja los brazos – su voz autoritaria, me hizo regresar a aquella habitación iluminada y que abriera los ojos de nuevo. Él ya estaba frente a mí y solo pude obedecer, bajé los brazos, que por instinto trataban de cubrir, aunque fuera un poco mi desnudez. –Date la vuelta – volvió a ordenar y obedecí al instante. Tomó algunas fotografías de mi cuerpo con la cámara, mientras continuó hablándome. –Este viernes saldremos, te conviene seguir virgen para entonces…- -¡¿Qué?! –El sujeto del sillón casi saltó del mismo, replicando con gran sorpresa; pero el hombre esquelético le dedicó una mirada amenazante. -Sé que alguien de dinero estará interesado en ella, ¿tienes alguna objeción? –Le cuestionó desafiante. -¿Por qué no hacemos con ella el procedimiento regular? –Se atrevió a preguntarle; sin embargo, su tono había cambiado. Por alguna razón desconocida para mí, le temía. -Por muchas razones, pero la principal es que yo soy el que da las ordenes aquí, y no la puedes tocar, ¡¿entendido?! –Le sentenció con su voz autoritaria, y aquel hombre enfermo solo asintió de mala gana. –Éste trato es verbal, pero tiene la misma validez que uno legal, ¿entiendes? –Se dirigió de nuevo a mí, que había al fin tomado valor para sostenerle la mirada. –Saldremos a Ciudad Ómicron en una semana, cuando lleguemos, te harán un examen para corroborar que eres virgen y pagarán por desvirgarte, aun no sé cuánto; pero tú tienes que pagarme 32 mil grandes por sacarte de esta porquería de ciudad, y darte la documentación que te hará legal en Ciudad Ómicron. Si no me pagas, te perseguiré hasta el fin del mundo para que sufras el infierno en vida – yo solo asentí, porque sabía que cumpliría su palabra. Salí de aquel lugar aún tambaleando y con el corazón galopando por mi pecho. Vislumbré el auto viejo y destartalado de Vanesa, caminé lo más rápido que podía y entré para descomponerme totalmente. Las manos me temblaban y las lágrimas comenzaron a chorrear por mis mejillas. -¡Vaya! ¡Eso fue rápido! ¿Tan traumático estuvo? –Me preguntó con un semblante preocupado; no obstante, yo no podía articular palabra alguna. –¡Vámonos de aquí! Pasemos a comprar un refresco para que te tranquilices. –Después de algunos intentos, el auto encendió; lo que provocó que riéramos ante la situación, haciéndome relajar un poco. Éramos un par de chicas patéticas, sin dinero, y después de siete años, seguíamos viviendo como podíamos en aquel auto. Vanesa era 4 años mayor que yo, había escapado de su casa a los 16, porque su padrastro la maltrataba en todas las maneras posibles; su madre nunca la defendió, porque estaba tan cómoda viviendo con el dinero del padrastro, que no le importaba lo que le hacían a Vanesa. Intentó rebelarse en múltiples ocasiones, y cuando vio la oportunidad de escaparse, lo hizo sin titubear. Se estacionó en una calle solitaria y salimos del auto. Le platiqué lo sucedido y ella no daba crédito a que continuara virgen. -¡Lo dicho! ¡Tienes una maldita buena suerte Alicia! ¡No puedo creer que tengas 19 y sigas virgen! –Dijo entre risas y asombro. La verdad era que tenía razón, las circunstancias a mi alrededor no eran favorables en lo absoluto; sin embargo, parecía que de alguna manera alguien o algo me lo compensaba. –Entonces, en una semana saldremos a Ciudad Ómicron y tendremos un nuevo comienzo. – Lo deseábamos con todo el corazón, que yo sólo anhelaba que tuviera razón.
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